Hay muchos motivos para tener ganas de ver una película, pero quizá el más fiable a priori sea que detrás de la misma haya un director fiable que te ha hecho disfrutar en numerosas ocasiones en el pasado. Si además es un realizador con un estilo bien definido -y que sea de nuestro agrado, claro está- como sucede en el caso de los hermanos Coen, parece poco menos que una apuesta segura.
Es verdad que nadie es perfecto y que eso hará que llegue alguna decepción de vez en cuando, pero lo más habitual es abandonar la sala más o menos satisfecho con lo que uno acaba de ver. Eso fue lo que me sucedió con '¡Ave, César!’ (‘Hail Caesar!’), su divertido regreso a la comedia excéntrica al que únicamente se puede poner el pero de que no llega a ser memorable por quizá querer abarcar demasiado.
Las ideas claras de los Coen
Cualquiera que esté familiarizado con el cine de los Coen conoce a estas alturas su particular sentido del humor en el que hay mucho espacio para el absurdo y también para detalles a caballo entre lo sorprendente y el sinsentido. Todo ello reaparece en ‘¡Ave, César!’ con el doble objetivo de homenajear los años dorados de Hollywood y también para realizar una curiosa sátira sobre sus costumbres.
Por ello, los Coen apuestan por convertir la película en un reposado correcalles -ojo, que eso tiene mucho mérito- en el que se va saltando de una trama a otra de forma constante sin llegar a dar nunca una sensación de atropello. De hecho, logran dar con el tono perfecto para que esos cambios resulten hasta naturales y que el espectador vea cada uno de ellos como un elemento más de un retrato que busca dar una visión general a través de detalles concretos.
Los Coen vuelven a demostrar su gran pericia para la puesta en escena en este punto, desde el manejo y la ubicación de las cámaras en cada momento hasta demostrar un envidiable control de la situación para evitar que ‘¡Ave, César!’ se convirtiera en un simple caos con momentos de lucidez. También saben cuándo potenciar el humor, cuándo hay que tomarse un breve momento de relax y, como era de esperar, saben sacar lo mejor de todo su reparto.
Josh Brolin y el equilibrio de ‘¡Ave, César!’
El único problema de esta decisión es que existe el peligro de perder un foco que realmente de unidad a todo, y es ahí donde entra un acertadísimo Josh Brolin, quien se muestra capaz de amoldarse a la perfección tanta a la vertiente más absurda y excesiva como a la necesidad de mantener una férrea profesionalidad. Su personaje es el que evita que la película llegue a descarrillar durante un tramo final en el que los Coen pierden un poco el control de la situación.
Hasta cierto punto es lógico que así sea, ya que Brolin es el encargado de mantener el control en la productora por la que desfilan personajes de todo tipo, hay todo tipo de chanchullos -mi favorito es cuando se habla por primera vez de una curiosa adopción-, de egos y dificultades. Era muy complicado encontrar un equilibrio y dar espacio suficiente a todo el reparto para aportar algo, pero ahí sí que los Coen salen bastante airosos pese a que se echa en falta un poco más de profundidad.
Además, se nota muy cómodo a todo el reparto, lo cual ayuda a que su visionado sea agradable en todo momento. El mayor pero es que está todo plagado de personajes que dejan la sensación de que podrían haber dado muchísimo más de sí -no me importaría ver un spin-off de muchos de ellos-, y la resolución de algunas de sus tramas deja cierto regusto a tener que hacerlo de forma un tanto apresurada porque de lo contrario se rompería ese delicado equilibrio.
Como consecuencia de ello, ‘¡Ave, César!’ es ingeniosa y divertida -hay algún momento especialmente hilarante como la secuencia en la que un sorprendente Alden Ehrenheich tiene que demostrar que es más que un actor de westerns-, pero le falta esa chispa de genialidad tan difícil de conseguir y que eleva algo hasta convertirlo en imprescindible. Por ello, uno se queda pensando que sí, que ha disfrutado con la película, pero también te ha dejado un sabor agridulce.
En definitiva, ‘¡Ave, César!’ posiblemente no sea una de las mejores películas de los Coen, pero sí es un trabajo muy disfrutable en el que vuelven a exhibir su talento. Un reparto de lujo en el que sobresale la muy efectiva interpretación de Josh Brolin y varios momentos muy divertidos son la guinda del pastel. ¿El problema? No redondea la jugada.
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