La cineasta alemana Katrin Gebbe llamó la atención de mucha gente con su primer largometraje, 'Tore tanzt (Nothing Bad Can Happen)' y cerca estuvo de llevarse algún recuerdo en forma de premio de la edición 2013 del Festival de Cannes. Tras un poco de televisión y un segmento en la antología 'The Field Guide to Evil', la directora alemana vuelve a sobrecoger con su nuevo y exquisito trabajo, 'Pelican Blood', que se puede ver en el Atlàntida Film Fest tras su paso por Sitges.
Mamma Mia
Es posible que lo que más llame la atención de una película como 'Pelican Blood', además del buen gusto a la hora de mezclar y preparar distintos ingredientes de muy distintos géneros, es el exquisito cuidado de su ambientación audiovisual. La fotografía de Moritz Schultheiß es nítida, elegante y sobria, exponiendo el clima gélido que asola la historia incluso cuando la climatología permite a los niños jugar en el campo. Por otro lado, la música de Johannes Lehniger remite a los viejos días de los títulos que no necesitaban un sintetizador para marcar el territorio.
Una vez metidos en faena ya será el estupendo reparto de la película, en especial el de la pequeña Katerina Lipovska, el encargado de arrastrarnos por el barro con la cara bien pegada al suelo. Y es que esta 'Pelican Blood' es una pesadilla a ratos insoportable sobre los miedos ancestrales de la maternidad. Y también de los más modernos. Este potente drama psicológico termina en un terreno muy distinto al que uno puede imaginar de primeras.
Adulta, sórdida y con una historia que, si bien no es la más original de la historia del cine, sí se molesta en situarla dentro de un universo mucho menos tópico. Wiebke (fantástica Nina Hoss), tiene un establo donde la división de la policía montada entrena a sus caballos. Vive sola con su hija, y cuando decide adoptar a su segundo hijo, una niña de 5 años gravemente traumatizada, las cosas no saldrán como habría deseado cuando la niña comience a mostrar un comportamiento violento y antisocial.
No sin mi hija
¿Hasta dónde estarías dispuesta a llegar por tus hijos? ¿Y si no son biológicos? Esa es básicamente la pregunta que flota en el aire durante sus algo densas dos horas. En estos días de relaciones materno-filiales resquebrajadas, de 'Babadook' a 'Hereditary', la propuesta de 'Pelican Blood' puede sonar algo repetitiva. Y ahí es donde el guión de Gebbe sabe salir al paso.
El cine de Katrin Gebbe venía siendo mucho más rudo de lo que ofrece aquí, lo que la hace más chocante. El paisaje parece casi sacado de un cuento de hadas, y si bien la premisa y sus primeros minutos nos sitúan en un mundo realista, la película en realidad nos irá trasladando poco a poco a una dimensión mucho más fantástica y agradecida.
El título de la película hace referencia a la sangre de una madre pelícano capaz de devolver la vida a sus polluelos muertos. La película también habla de sacrificios que repelen a los espíritus malignos, talismanes protectores escondidos y sacrificios.
Hay una tensión palpable durante todo el metraje en 'Pelican Blood'. La relación entre la protagonista y el policía que la desea, sin ir más lejos, es casi tan incómoda como la llegada al hogar de la nueva hija, pero la película nunca se muestra como una película de terror. Ese horror viene dado por un dibujo en la pared, una niebla nocturna o un pasado que no se explica a pesar de las visibles marcas en el rostro.