El titular parece un montón de monosílabos con K, I y U que me ha dado por inventar. Pero tiene un sentido. ‘Shi gan’ (2006) aborda el tema de las operaciones de estética, como la serie que aquí lleva el subtítulo de ‘A golpe de bisturí’. Pero Kim Ki-duk explora cuestiones mucho más profundas: el amor más allá de la apariencia física, los celos, la posesión, la autoestima, la propia identidad y las relaciones de pareja.
La última película del coreano nos presenta a una joven (Ji-Yeon Park) tan celosa que no puede soportar que su novio (Jung-woo Ha) siquiera mire a otras mujeres o hable con ellas. Sin embargo, cuando hacen el amor, justo después de un berrinche provocado por la desconfianza, le pide que piense en una de las chicas que le provocó los celos para “ponerse a tono”. Él obedece, pero ella se enfada. La joven siente que su novio se ha hartado de su cara y cree que si se hace otra la volverá a querer. Pero ni siquiera está segura de que la haya dejado de amar. Le pide a un cirujano que le haga un rostro irreconocible y abandona a su pareja. Cuando vuelva a aparecer en su vida, no sabrá si prefiere que se fije en la nueva ella (Hyeon-a Seong) o que siga pensando en ella como su anterior novia. La joven se ha metido sola en una situación en la que va a salir perdiendo ocurra lo que ocurra. Sus dudas y su inseguridad la han llevado a estropear lo que tenía. Con una personalidad un poco complicada y casi enferma, pues tiene unos ataques de histeria algo exagerados, es una mujer que no se contenta con nada. Recuerda un poco a otro personaje de un film también coreano: ‘Yeopgijeogin geunyeo’ (‘My Sassy Girl’), aunque no resulta tan encantadora. Esta mujer hará pasar a su novio por lo indecible para probarse a sí misma que él sí la ama.
Ya que todo es una especie de metáfora para explorar otros temas, obviaríamos la parte absurda de que los novios no se reconozcan por la voz, el cuerpo, la forma de andar, de moverse, etc… Esto no es cuestión de esta película, ocurre en la mayoría. Mientras los unos a los otros se identifican en seguida al teléfono, luego en persona, sólo con llevar una máscara u ocultarse de alguna forma, sus seres más cercanos ya no saben quiénes son. Pero es una de ésas convenciones fílmicas con las que tenemos que comulgar. Y en este caso, como decía, se utiliza para hablar de temas más profundos, así que lo perdonamos.
A partir de cierto momento, la película se puede hacer algo repetitiva y, como ya sabes el camino que va a tomar, el final tarda demasiado en llegar. Pero entre medias tiene momentos de gran belleza y no sólo por algunos de los actores que aparecen. Lo más bonito son las esculturas que se encuentran en una playa a la que hay que ir tomando un ferry y donde los protagonistas se suelen hacer fotos. El lugar recurrente es un hallazgo que da pie a preciosos planos que varían de aspecto dependiendo de si la marea está alta o si está baja. Y, como curiosidad cabría mencionar que el personaje protagonista masculino es un montador de cine y en un momento las imágenes que está editando son las de ‘Hierro 3’.
Este film no tiene la magia y lo inusitado que tenían ‘El arco’ y ‘Hierro 3’. Tampoco presenta personajes tan embriagadores. Sin embargo tiene una estética muy atractiva y plantea reflexiones interesantes y no creo que me equivoque demasiado si digo que es la mejor oferta cinematográfica de esta semana. Por otro lado, se podría decir que es más para todos los públicos que las dos películas mencionadas, ya que se sitúa en un ámbito urbano y los personajes hablan entre ellos.