El remake de ‘L’ultimo bacio’ muestra a una pandilla de amigos que están a punto de llegar a la treintena y cómo afronta cada uno de ellos sus relaciones de pareja. El protagonista se asusta al saber que ha dejado embarazada a su novia y al notar demasiado cercana la presencia de sus suegros. Otro de ellos sigue huyendo de las mujeres, con las que sólo quiere aventuras. Uno que ya está casado y tiene un niño, decide que no aguanta más a su esposa. El último, después de haber sido abandonado por su prometida, que ya ha rehecho su vida, decide irse a Sudamérica en una caravana.
Paul Haggis sólo ha escrito los últimos minutos de la versión de Tony Goldwyn, titulada ‘The Last Kiss’, pues hasta el momento que supone el final en la de Gabriele Muccino, los guiones están calcados palabra por palabra, escena por escena. El efecto que se produce es extraño. Mientras todo el bloque adaptado es muy superior en la versión italiana, este final divergente es el mejor fragmento del remake. Quizá esto se deba a que han adaptado sin ninguna convicción, es decir, sin alma, la parte que les llevaría hasta esa conclusión diferente. Con diálogos cuya única modificación ha sido la traducción de un idioma a otro, el cambio en los actores dota al film americano de tales diferencias que lo transforma completamente. Al reparto estadounidense al completo le falta entrega, le falta autenticidad. Está tan poco acertado que, por un lado impide la empatía con casi ninguno de los personajes. Y, por otro, convierte en inverosímiles situaciones que en original resultaban de lo más naturales. Un actor con una sonrisa tan poco agraciada como la de Zach Braff —con la boca cerrada tiene un pase— no permite que nos creamos que tenga esa novia que es, como mínimo, monilla. Y menos aún que una estudiante de bastante buen ver lo seduzca. Además, la forma de actuar de esta joven es tan descarada que parece una arpía con un propósito muy claro de destrozar una pareja. En la italiana, la actriz interpreta perfectamente a una adolescente enamoradiza e inocente. Esto, que parecen sólo matices, cambia completamente la visión que tenemos del comportamiento del protagonista y, por lo tanto, la empatía con él.
Los personajes secundarios también tienen un mayor encanto en ‘L’ultimo bacio’ y sus motivaciones son más fáciles de comprender. Por ejemplo, Livia es más insoportable a todas luces y con Lisa cuesta más ver una razón tan clara para abandonarla. Aunque las actrices del film de Goldwyn estén mejor en sus papeles que los actores, los puntos de vista son siempre los de los chicos y por eso el hecho de que ellas lo hagan bien no acaba por arreglar este problema de falta de identificación. La perspectiva está más repartida en la película original y no sólo vemos a la disyuntiva a la que él se enfrenta, sino que también, durante un momento, podemos comprender por lo que ella está pasando, cosa que no es posible en la estadounidense. Y, si de nuevo esto puede parecer que sólo es un matiz, también es lo que logra que la de Haggis esté exenta de originalidad y que sea la enésima película sobre las dificultades de los hombres para madurar.
El mayor mérito de la italiana es el ritmo vigoroso del que goza, conseguido gracias a la velocidad de la interpretación de los actores y a un montaje en paralelo, muy picado, que va pasando de una trama a otra con enorme agilidad. Este aspecto también se pierde en la traslación y la parsimonia con la que todo ocurre es pasmosa. Como decía, el film arranca de una manera anodina, pero hacia el final remonta y tiene un último acto, la aportación de Haggis, bastante más interesante que el resto. Pero estos veinte minutos que sí tienen algo de dramatismo no te levantan la hora y veinte de hastío. Unos planos muy estéticamente compuestos y un diseño de producción que derrocha elegancia, pero que no tiene la veracidad del original, terminan de redondear un remake aburrido, falso y carente fuerza dramática.
Podría parecer que todo lo dicho se debe a que había visto el original de Muccino con anterioridad y que, por ello, su revisión me ha decepcionado, como suelen decepcionar las adaptaciones de libros, cómics u obras de teatro que nos gustan. Sin embargo, no es así ni muchísimo menos, ya que primero vi la versión americana y posteriormente he contemplado el original para comprobar en qué habían fallado los adaptadores.
Dejándonos de comparaciones y hablando sólo de la reciente, todo se resume en que es una película que no funciona como drama porque no transmite ninguna emoción ni nos permite la empatía con los personajes, pero que tampoco está presentada de manera humorística. Un film que se hace pesado en la mayor parte de su metraje y que nos vuelve a contar lo mismo que ya hemos visto centenares de veces en otros.
Por lo tanto, si no habéis visto la italiana, la recomiendo mucho más que el remake. Y, si ya la habéis visto, casi mejor entonces que optéis por cualquier otro film de la cartelera, incluso aunque sea ‘Hora punta 3’.
En Blogdecine | ¿El último beso?
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