Estamos en el año 2023 después de Jesucristo. Toda la cartelera está ocupada por los americanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Aunque la defensa francesa ante los blockbusters americanos es ahora más pobre que nunca, todo sea dicho: la nueva cinta de Astérix y Obélix no llega nunca a ser un desastre sin paliativos, pero no arregla nada de los errores cometidos anteriormente y los multiplica cometiendo el dislate definitivo: que sus dos protagonistas caigan antipáticos al espectador.
¡Están locos estos franceses!
Todas las películas de acción real de Astérix se basaban en diferentes álbumes de la trayectoria de Uderzo y Goscinny y así tenían algunos despuntes de humor casi mágicos entre la mediocridad general. Pero para 'Astérix y Obélix: el reino medio' Guillaume Canet ha filmado una historia totalmente original en el que los galos viajan a China, pasándoselo pipa con los nombres de los personajes, como si se trataran de un chiste viejísimo.
Dang Sin Kuing, Fo Yong o Wang Tah son algunos de los nombres chinos de la película, que distan mucho de los destellos de originalidad de los cómics originales. Es la tendencia de toda la cinta: intentar sorprender caminando por lugares intransitados por la saga, pero quedarse a medio camino en todos ellos o, directamente, fracasar en sus propósitos.
La cinta se empeña por enemistar a los dos amigos, hacer a Astérix vegano o meterles en líos amorosos, con los que consigue lo imposible: que no soportemos a los personajes con los que hemos crecido y disfrutado durante tantas décadas. Los galos están desprovistos de sus personalidades clásicas y a cambio reciben la de unos personajes que no solo no son divertidos, sino que legan a ser desagradables. Esto se hace especialmente notorio en un Astérix escrito como si fuera otro personaje rencoroso, carcomido por los celos y egoísta, pero también en el resto de la aldea: salvo los personajes de un solo gag, como Asurancetúrix o Edadepiédrix, el resto están muy mal representados.
Vaya Panorámix
Los guionistas han intentado recrear un cómic de Uderzo y Goscinny sin sentarse a pensar en lo que los hacía únicos. Así, se dedican a repetir los running gags sin ningún tipo de cohesión: los piratas, los jabalís, Obélix regalando menhires... Es como si, a falta de tener un material original del que inspirarse, sus creadores hubieran optado directamente por la desidia y la osadía de reducir los magníficos tebeos a chistes tontos mal ejecutados, sin ningún tipo de timing ni coherencia narrativa.
Y no solo es eso: visualmente parece que estamos más en un concurso de cosplay que en una película. Nunca vemos a los personajes cobrando vida, sino a actores llevando trajes y bigotes con los que están claramente incómodos. Es cierto que en el momento de las peleas todo luce suficientemente bien (salvo ciertos momentos fatales de Astérix adquiriendo partes de animales), pero de nada sirve un buen trabajo de efectos especiales si no se cuidan el resto de tomas.
Es posible que estés leyendo esto y preguntándote "Bueno, vale, no esperaba una buena película, pero al menos... ¿Es divertida?". La respuesta me temo que no te sorprenderá. 'Astérix y Obélix: el reino medio' es agradable de ver en sus mejores momentos, pero nunca llega a tener ese momento de carcajada que claramente busca. Cuando acierta en algún momento, no causa el efecto deseado en el espectador porque, simplemente, no tiene empatía con unos personajes que parecen más sacados de 'It's always sunny in Philadelphia' que de la bande dessinée.
¡No! ¡No cantarás!
Después de dos películas de animación fabulosas ('La residencia de los dioses' y 'El secreto de la poción mágica'), uno pensaría que los franceses han aprendido la lección para llevar los cómics a la pantalla, pero no es así: diez años después de 'Astérix y Obélix al servicio de su majestad', que ya se pegó un batacazo en taquilla, han decidido volver con nuevas caras para los personajes y abandonando para siempre a Gerard Depardieu, pero Guillaume Canet y Gilles Lellouche, muy versátiles y con una carrera interesantísima, se equivocan al aproximarse a los personajes. Caricaturizan en lugar de humanizar, mostrándose en todo momento distantes y, por qué no decirlo, un pelín ridículos.
Hay dos intérpretes que se salen de este festival de malas decisiones: Vincent Cassel como César y el cameo glorificado de Marion Cotillard como Cleopatra. Ambos son convincentes, cómicos y se comen la pantalla. Francamente, ojalá la cinta se hubiera centrado en ellos en lugar de tener que soportar homenajes mal enfocados a películas wuxia o intentos ineficientes (y absurdos) de modernizar a personajes con más de 60 años de historia o utilizar referencias al tamaño del pene de César o al incipiente veganismo de Astérix.
Después de cinco películas, es momento de ser realistas y colgar el mehir y la espada: la acción real no funciona para un personaje tan dependiente del dibujo como Astérix. Si además le sumamos el atrevimiento innecesario de crear una historia al margen de las originales sin tener una micra de su talento, el resultado es una nadería como 'Astérix y Obélix: el reino medio', que demuestra que a esta saga se le ha acabado hace tiempo la poción mágica.
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