'Asfixia', enfermos de sexo

Antes de la película ‘El Club de la Lucha’, el nombre Chuck Palahniuk era poco conocido. Tras el estreno de dicho film, uno de los más populares de la década (y que por cierto a mí me encanta), Palahniuk entró en el mapa de muchos de nosotros, que hasta ese momento desconocíamos su obra. El pasado 21 de noviembre llegó a los cines españoles otra adaptación cinematográfica de un libro suyo, un título que se vio eclipsado por la nueva (ruidosa y vacía) entrega de 007 pero que merece ser destacado.

‘Asfixia’ (‘Choke’, 2008) se centra en Victor Mancini, definitivamente un hombre con problemas. Para pagar los elevados gastos del tratamiento médico que su madre necesita, debe sumar a su escaso sueldo las ayudas que recibe de personas que creen salvarlo de la muerte; un timo que Victor ha ido perfeccionando con los años, provocándose ataques de asfixia en restaurantes, para que quien le salve se sienta obligado a mantenerlo enviándole dinero.

Podríamos decir que ‘Asfixia’ va de personas que buscan una salvación. Algo que les saque de su miserable existencia. Así, nos encontramos con este Victor Mancini. Tiene un empleo ridículo (trabaja en un parque temático que recrea cómo se vivía en el siglo XVIII), mantiene a su madre enferma, quien ya no le reconoce, y está intentando superar su adicción al sexo. En una de las regulares visitas al hospital donde está internada su madre, descubre a la enfermera Paige Marshall, quien entra en su vida y cambiará el curso de los acontecimientos.

Encarnado perfectamente por Sam Rockwell, que se encuentra en su salsa, Victor es un hombre inteligente que se resiste a caer en el pozo. Con una visión pesimista de la existencia, fruto de las experiencias que han ido perfilando su vida, se refugia en el sexo para seguir respirando y sobrellevar el sinsentido diario. Como nos confiesa, en off, durante uno de los sucios y salvajes revolcones que protagoniza, el sexo, esa “nada” a donde le transportan los orgasmos, es lo único que le mantiene con vida. A pesar de esto, no estamos, para nada, ante una película que ensalce el sexo; es la droga que estos seres necesitan. Y como toda droga, tiene sus efectos perjudiciales.

En realidad, todo está matizado de esa forma en la película. Todo se ve con los pesimistas ojos del protagonista, la vida está llena de absurdos, nada merece la pena, nada importa. En apariencia, claro, porque todos estamos influidos por nuestra perspectiva; imposible saber cómo viven los demás, cómo es el mundo para otras personas. Victor está tan concentrado en sus problemas que no ve nada más. Éste es uno de los aciertos de la película dirigida con mucho acierto por Clark Gregg, quien también interviene en el film como actor, interpretando al antipático jefe del campamento donde trabaja el protagonista (por cierto, divertidísima la escena que ambos comparten en el granero, junto a la joven que ordeña las vacas).

Destacar, por cierto, el gran casting de esta película. Todos encajan en sus roles y realizan un trabajo intachable. Destacar por encima de todos a Rockwell (ésta es de esas veces que una vez vista la película, no te imaginas a otro actor en el lugar del protagonista) y a la que es su madre en la ficción, Anjelica Huston, quien ya hizo un papel parecido (figura materna irresponsable) en otra comedia reciente, ‘Viaje a Darjeeling’, y que aquí tiene un par de escenas impresionantes. La actriz, por la que parece que no pasan los años, se maneja a la perfección en las dos vías de la narración, la del pasado y la del presente.

Puntos en contra de la película los hay también. Sobre todo, se vuelve un poco repetitiva, llevando al espectador por situaciones ya presentadas sin aportar nada nuevo. Durante un gran tramo de la película no se nos ofrece un avance significativo en la historia, causando una sensación de indiferencia que, por suerte, desaparece cada vez que surge uno de los momentos verdaderamente ácidos de la película. Hay momentos crueles, que te llegan, y también otros muy divertidos, que provocan la risa fácilmente.

En resumen, ‘Asfixia’ es una refrescante tragicomedia sobre un adicto al sexo en busca de redención. Una película que, por su lenguaje, sus escenas de sexo y situaciones retorcidas, evidentemente no es apropiada para todos los públicos, pero que precisamente por eso, especialmente por eso, se convierte en uno de los títulos más recomendables de la cartelera (sabiendo lo que hay). Personalmente, me parece un estupendo soplo de aire fresco entre tanto churro comercial y tanta mojigatería.

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