‘Asesino invisible’ es el título con el que ‘The Car’ se estrenó en nuestras salas a finales de los setenta. Se trata del penúltimo film dirigido, en 1977, por el televisivo Elliot Silverstein, quien consiguió cierto prestigio con ‘La ingenua explosiva’ (‘Cat Ballou’, 1965) y ‘Un hombre llamado caballo’ (‘A Man Called Horse’, 1970), y escrito por el tándem formado por Dennis Shryack y Michael Butler el mismo año que escribieron el libreto de ‘Ruta suicida’ (‘The Gaunlet’, Clint Eastwood).
Sin lugar a dudas el film es un claro precedente de uno de los films más éxitos de John Carpenter –irónicamente de los peores−, ‘Christine’ (id, 1983), basado en la novela de Stephen King del mismo año. Los parecidos son más que evidentes, y también supone una muy directa consecuencia del telefilm más cinematográfico de la historia: ‘El diablo sobre ruedas’ (‘Duel’, Steven Spielberg, 1971), con la que comparte atmósfera y personaje motorizado misterioso.
En aquellos años películas como ‘Punto límite: cero’ (Vanishing Point’, Richard C. Sarafian, 1971) triunfaban entre cierto sector del público. Hoy son recordadas a modo de curiosidad por cinéfilos cineastas o cinéfilos inquietos. De hecho el presente film fue referenciado en series como aquélla protagonizada por un tal Michael Knight, los motivos son obvios, o incluso por el mismísimo Stanley Kubrick en su terrorífica ‘El resplandor’ (‘The Shining’, 1980).
Un film de culto poco conocido, como le pasa a muchos, que contiene no pocos puntos de interés a pesar de poseer diálogos un poco sonrojantes, salvo quizá un par de chistes que nada tienen que ver con la trama del film –los recitados por un músico que hace autostop tienen cierto ingenio−. ‘Asesino invisible’ podría haber sido una película muda sin ningún problema. Su máximo acierto es su atmósfera, conseguida por la fotografía de Gerald Hirschfeld, que había trabajado para directores como Sidney Lumet o Mel Brooks.
Un gran coche
Carreteras desérticas, un viento que se levanta siempre como preámbulo al ataque del coche, un cementerio como protección inesperada, unos cielos que parecen sacados de los westerns de John Ford –y no es el único paralelismo con el género−, y un personaje, el del coche del título original, muy bien mostrado por una lente que lo ensalza en toda su maldad. De lejos se trata del personaje más interesante de la función, junto al jefe de policía y su nostálgica mirada hacia el pasado.
Aun siguiendo el típico esquema de toda película de terror, esto es, personajes secundarios que el “villano” irá despachando sin compasión, la gracia está en los métodos utilizados por el coche para llevar a cargo su matanza. Sirvan como ejemplo, los coches de policía arrasados en una carretera, o el personaje al que da vida Kathleen Lloyd cuyo destino se debate entre la originalidad y el despropósito. ‘Asesino invisible’ puede parecer que tiene un argumento muy loco, pero Silverstein salva la papeleta con una más que cuidada puesta en escena, que incluso elude los problemas de un presupuesto bajo.
Lo que desde luego merece un aplauso es el diseño del coche, realizado por George Barris, quien construyó vehículos para celebridades, además de películas y series de televisión, caso del Batmóvil de la serie de los sesenta. El aspecto, imponente, siniestro y amenazante, más esas tomas de visión subjetiva a través del parabrisas, dotan al vehículo en cuestión de vida, mucho más que la de algún secundario de carne y hueso, convirtiéndose, cómo no, en la estrella de un film que asimila muy bien, y sin disimulo, sus referencias, sobre todo la del film del Rey Midas.
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