Joe Carnahan sorprendió hace cinco años con su segunda película como director, la magnífica 'Narc', film policiaco con una clara influencia de los thrillers de los 70. El film pasó bastante desapercibido de cara a la taquilla, pero en estos cinco años ya casi se ha convertido en un film de culto. Asi que su siguiente trabajo era esperado con sumo interés, sobre todo para comprobar si no había sonado la flauta por casualidad la vez anterior. Después de haber sido expulsado por Tom Cruise de 'Misión Imposible III', Carnahan ha cambiado incomprensiblemente de estilo, alejándose completamente de su anterior película, y acercándose de forma sospechosa al cine de Tarantino o Guy Ritchie, firmando un film que cualquiera de esos dos podría haber firmado, sobre todo el segundo. El resultado ha sido, ante todo, desconcertante.
El argumento gira en torno a un mago que trabaja para la Mafia, y que va a delatar a todo el mundo para salvar el cuello, y con él sus trucos de magia. Escondiéndose en un hotel, espera el momento de que todo acabe, mientras comete todos los excesos posibles con alcohol, drogas y mujeres. Hacia dicho hotel se dirigirá todo tipo de gente que quiere cargarse al mago. Desde un par de frías asesinas, hasta unos ex-policías, pasando por un grupo de neonazis, y un par de asesinos que trabajan solos. Y cómo no, los consabidos agentes del FBI, dispuestos a proteger al testigo, sin saber la que se les viene encima.
Como decía, Carnahan se aleja del camino mucho más interesante, tomado en 'Narc', y sin saber porqué se acerca a Tarantino, en lo que a diálogos absurdos se refiere. Ya sabéis, personajes hablando de cualquier otra cosa totalmente trivial, mientras hacen algo importante. Y a Ritchie, porque recuerda irremediablemente a un film como 'Snatch', donde un montón de personajes deambulaban en torno a algo en concreto, para acabar coincidiendo todos en una salvaje explosión de tiros. Y tiros es algo que no le falta a 'Ases Calientes'. Sus escenas de acción son tremendamente ruidosas, llenas de explosiones y violencia descarnada, consiguiendo algunos momentos buenos justo después de las mismas, cuando llega la calma, y el director casi se pone poético.
Evidentemente uno de los mayores atractivos de la película, sino el mayor, es su espectacular reparto. Ray Liotta, que ya trabajó con Carnahan en 'Narc', está estupendo como agente del FBI, y protagoniza uno de los mejores momentos de la película, desarrollado en un ascensor. Ryan Reynolds es su compañero, y esta vez el mediocre actor no molesta. Como tampoco molesta Ben Affleck en su corta intervención, acompañado del también director Peter Berg y de Martin Henderson, que protagoniza algunos de los momentos más surrealistas del film, aquél en el que aparece un odioso/simpático niño karateka que no deja de tocarle las narices. Andy Garcia, demostrando que cuando quiere es capaz de llenar la pantalla y eclipsar a quien se le ponga por delante. Los cantantes Common y Alicia Keys, cuyos destinos parecen una broma personal. El televisivo Matthew Fox, que interpreta a un jefe de seguridad de un hotel, un tanto particular. Y finalmente, el mago cantante, interpretado por un excedido Jeremy Piven.
La película tiene un ritmo frenético, que no da respiro al espectador, optando por un montaje de videoclip, a veces descontrolado, a veces más pausado, y que no puede tapar las enormes deficiencias de su guión, sobre todo en su parte final, donde hay dos o tres fallos argumentales de juzgado de guardia. Curiosamente, 'Narc', tenía ese mismo defecto, hacia el final, con aquella puerta que primero abre en un sentido y luego en el otro. Y es que Carnahan, en esta ocasión, alarga demasiado el final, con el supuesto giro de guión, que no lo es tanto, y calmándose narrativamente, por así decirlo, dándole tiempo al espectador a pensar en todos los posible fallos del film, que no son pocos.
Un film pasable, con el que pasar un rato más o menos entretenido, para luego olvidarse completamente de él. Esperemos que Carnahan vuelva por sus antiguos fueros con sus próximos proyectos, que ahora parece que le ha dado por pisar el acelerador. Por lo de pronto, a esperar cómo se lo va a montar con el remake de la maravillosa 'El Rapto de Bunny Lake' del imprescindible Otto Preminger.
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