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'Aritmética emocional', mantener el recuerdo, ¿a costa de qué?

Susan Sarandon interpreta a Melanie, una mujer que durante su infancia estuvo en Drancy, un campo de concentración de paso, a las afueras de París, del que los prisioneros eran trasladados a otros lugares de los que probablemente, ya no saldrían. Allí conoció a Jakob, un chico ruso que le dijo que tendría que apuntar y recordar todo lo que viese, y a Christopher, un niño irlandés de su edad, con el que entabló una amistad. Cuarenta y tantos años después, Susan está casada con un profesor universitario de historia retirado, Christopher Plummer, con el que tiene un hijo y un nieto. La familia recibe la visita del Jakob, Max Von Sydow, y de Christopher, Gabriel Byrne, y esto desata recuerdos y destapa secretos.

El director, Paolo Barzman, es hijo de dos famosos guionistas y su carrera ha transcurrido principalmente en televisión. 'Cazatesoros', 'La zona muerta', 'Los inmortales'… son algunas de las series que ha dirigido. 'Aritmética emocional' ('Emotional Arithmetic', 2007), que se estrena mañana, 6 de junio, está basada en la novela de Matt Cohen, que tiene el mismo título. Barzman ha elegido realizar una narración fragmentada porque deseaba basarse en recuerdos, ya que éstos son el tema central del film. Por ello comienza con un momento que se volverá a presenciar hacia el final de la cinta y retoma los hechos más atrás. A partir de ahí, todo transcurre de forma lineal, pero hay varios flashbacks que se intercalan con el presente. Estos flashbacks representan el momento en el que Melanie, Jakob y Christopher se conocieron. El director ha optado por hacerlos muy irreales: en blanco y negro, rodados con fondos que parecen forillos teatrales y centrados sólo en los puntos de vista de los protagonistas.

A pesar de que es una elección deliberada, en mi opinión, la falta de naturalidad de estos flashbacks es lo que peor funciona dentro de la película. No encuentro que se asemejen a recuerdos y mucho menos que reflejen el espanto que supuso para los tres personajes encontrarse en aquella situación. Si se supone que no es un narrador omnisciente quien nos está devolviendo a esa época, sino que nos estamos colando en las mentes de quienes estuvieron allí, lo que habría que ver es un horror aumentado por el paso del tiempo. Esto, además de resultar poco agradecido cinematográficamente, le quita hierro a los momentos que deberían tenerlo y son sólo los diálogos los que nos dicen que fue un tiempo traumático, no los hechos.

Por este motivo, como si de una obra de teatro rodada se tratase, lo que sienten los personajes y lo que les ocurrió en el pasado, se transmite siempre a través de diálogos, de forma directa. Esto nos impide implicarnos completamente. Y, por otro lado, convierte a los flashbacks en narrativamente innecesarios, ya que no hay nada en ellos que no sepamos por otros medios.

A la sensación de falta de implicación inicial –porque más adelante sí se logra— contribuye que todo esté guardado tan en secreto. Comienza la película sin que sepamos qué ocurrió exactamente o qué malos tragos ha pasado Melanie recientemente. Y el hecho de que todo tenga que guardarse dentro impide que veamos cómo son los personajes, que adivinemos sus caracteres. Tendría que poder verse, incluso aunque sus emociones estuviesen contenidas y sus secretos ocultos, pero no ocurre así. Por ello, casi todos los personajes se muestran planos o vacíos durante la primera mitad de la película.

Al final, cuando se produce el mejor momento con diferencia de 'Aritmética emocional': la escena de la cena en el jardín, algunos de los sentimientos salen a la luz y comprendemos mejor a los personajes. El más interesante de todos ellos es David, el marido de Melanie, a quien da vida Christopher Plummer. Los demás son seres dañados, defectuosos, estropeados por una experiencia devastadora, pero es precisamente quien no estuvo en un campo de concentración, quien más cerca nos llega. Es quien mejor está retratado de guión porque es el que hace la reflexión más sabia de la película y porque no sólo tiene virtudes con las que contrastar con su mujer, sino que sus deslices lo hacen imperfecto. El actor aporta una gran elegancia y hace que un ser que podría haber sido pesado y gruñón, resulte irónico, simpático e inteligente. A pesar de que el retrato de personajes con el que se han encontrado no fuese tan rico como el que halló Plummer en el guión, los demás actores también están magníficos y siempre es un lujo contemplar a Max Von Sydow, a Gabriel Byrne y, por supuesto, a Susan Sarandon.

'Aritmética emocional' hace una interesante reflexión sobre esa idea que se nos ha inculcado siempre de que es necesario no olvidar para que las atrocidades no se repitan. El personaje de Sarandon se ha aferrado a esa noción y está convencida de que sus recuerdos salvan vidas en el tiempo presente y de que su superviviencia se produjo únicamente para que sirviese de testigo para los que no estuvieron allí o no salieron de aquella. SPOILER Pero para no dejar nunca de recordar, ella ha sacrificado su propia vida y, lo que es peor, la de su marido y la de su hijo. Quizá esté a tiempo de no estropear la de su nieto. Esta reflexión se ve en la conversación que ya he citado de la cena en el jardín y en alguna otra que ella tiene con el hijo. Por ello, la aparición de dos seres del pasado, lejos de provocarle recuerdos a Melanie, lo que hará es conseguir que por primera vez se dé cuenta de que quizá no sea tan bueno seguir recordando. Y este paso adelante que aún no había dado se refleja en una metáfora hecha con gotas de lluvia y tinta sobre un cuaderno viejo. FIN DEL SPOILER

Por lo tanto, considero que, aunque tenga un arranque algo torpe, este final de 'Aritmética emocional' vale la pena. Magníficos actores y una historia con un mensaje que hace pensar son suficientes factores para que esta ecuación dé un resultado positivo.

Más información en Blogdecine sobre 'Aritmética emocional'.

Tráiler de 'Aritmética emocional'.

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