La admiración que provocan las estrellas del cine clásico, aún a día de hoy, es inexplicable. Figuras como Audrey Hepburn, Marilyn Monroe o James Dean aparecen todavía estampando carteras, bolsas y todo tipo de decoración doméstica. Recientemente hemos visto 'Las estrellas de cine no mueren en Liverpool', sobre Gloria Grahame, o 'Feud', sobre Bette Davis y Joan Crawford, muestras de que el tema no se agota.
Paco León y Anna R. Costa redescubren una de las historias más interesantes y, desconocidas, de Ava Gardner en 'Arde Madrid', una miniserie de Movistar, de ocho episodios, donde recrea la estancia de la artista en la capital española a principios de los 60, en pleno apogeo del franquismo.
Ava Gardner como excusa para hablar de sexo y liberación femenina
El punto de partida es el personaje de Inma Cuesta, una mujer que trabaja al servicio del régimen, enseñando labores domésticas y formas de conducta frente al hombre. Es contratada para espiar a la actriz de Hollywood, de quien hay sospechas de ser comunista, más allá de su falta de moralidad y valores. Para ello tendrá que hacerse pasar por la mujer de otro sirviente (interpretado por León) que no sabe nada de su verdadero objetivo.
El planteamiento de los creadores es llegar mucho más allá de la anécdota, y todo es un pretexto para hablar del despertar sexual femenino en la España franquista. Gardner es muchísimo más que una actriz en esta serie, es un icono de la liberación sexual, una mujer que no tiene inconveniente en hablar (dentro de una sociedad cohibida) de la cantidad de hombres con los que se ha acostado y que entiende la indecencia como la supresión del deseo y no la promiscuidad.
Desde este punto se desarrollan los personajes de los criados, que también vivirán su propio despertar; romántico en el caso del personaje de Paco León y carnal en lo que respecta a Inma Cuesta. Para contar todo esto, se recurre a un extraño sentido del humor, 'Arde Madrid' deambula así entre lo dramático y lo cómico.
Comedia que se hace desde lo patético pero con elegante e inteligente profundidad. Aunque en más de una ocasión se recurre a un humor más vulgar, es sólo una forma de reflejar la clase de estos personajes. Se entiende muy bien que una criada que apenas sabe leer no pueda hacer un juego de palabras, o citar referentes culturales más allá de lo más popular.
Se aprovecha también la clase de los personajes para jugar con algo muy complicado: el humor negro. Chistes sobre sexo, la conciencia de clases, la comunidad gitana, el franquismo o la represión femenina se suceden de forma orgánica y siempre en la cuerda floja, teniendo en cuenta los tiempos que corren.
'Arde Madrid' se apoya en un estupendo reparto donde brilla Debi Mazar
'Arde Madrid' es una serie de actores. Actores que se adaptan al tono teatral que pide el guión, pero que también saben dominar los silencios propios del drama. Aunque el trabajo de Inma Cuesta, Paco León y Anna Castillo es excepcional, son totalmente ensombrecidos cada vez que Debi Mazar entra en escena; su Ava Gadner es inmensa, mantiene el punto perfecto entre divismo y humanidad y bien la podemos ver como reina de una fiesta o desnuda en su cama y de resaca.
Este es el gran acierto de la serie, en ningún momento se pretende mostrar a la actriz como alguien por encima del resto del mundo, y motivos no sobran. No se busca que ella enseñe nada a nadie, simplemente que cambie el mundo por su mera existencia, que haga arder Madrid.
Al tratarse de una serie, se abren multitud de tramas y no todas se cierran. También parece que en cierto momento se olvida del planteamiento inicial de la espía franquista pero puede entenderse como un Macguffin que sirve para llevar a la protagonista a este mundo liberal alejado de la realidad de la dictadura.
Todo huele a Fitzfgerald en esta serie. Gardner, al igual que Gatsby, encuentra en las fiestas un consuelo, una vía de escape de su soledad y, a la vez, una forma de modernizar el mundo. 'Arde Madrid' es un ambicioso proyecto llevado a cabo con ejemplar humildad, nunca quiere ser lo grande que podría ser porque entonces perdería toda la humanidad a cambio de un vistoso pero vacuo espectáculo.
Por ello es tan importante su fotografía en blanco y negro que, más allá de trasladarnos a la época, la convierte en algo más sencillo, poético y onírico. Es aquí cuando nos damos cuenta del amor hacia el cine que desprende la serie, una vez más, un homenaje al arte con una mirada hacia el pasado tan cínica como nostálgica. Un acierto en todos los sentidos.
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