Hace unos meses, Vanesa Fernández de Guerra y Rubén Corral Giménez, directores y responsables de la programación del ZINEBI, Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, se preguntaban si el documental habría roto de una vez por todas el techo de cristal bajo el que lo colocó la propia industria.
Lo hacían a partir del éxito, de crítica y en muchas ocasiones también de público, de propuestas tan innovadoras como 'El año del descubrimiento' (Luis López Carrasco), 'Dear Werner: walking on cinema' (Pablo Maqueda), 'My Mexican Bretxel' (Nuria Giménez Lorang) o 'A media voz' (Heidi Hassan y Patricia Pérez), al margen de la obra de Asif Kapadia y sus rompedores retratos sobre Senna, Winehouse o Maradona.
También un documental más convencional, pero muy bien realizado, sigue contando con el apoyo del público: ahí quedan películas como 'Antonio Machado. Los días azules' (Laura Hojman), 'Anatomía de un dandy' (Charlie Arnaiz, Alberto Ortega), 'El drogas' (Natxo Leuza), 'Mi vida entre hormigas' (Chema Veiga, Juan Moya) o 'El siglo de Galdós' (Miguel Ángel Calvo Buttini).
Asimismo, recuperaciones musicales tan golosas y bien empaquetadas como 'Summer of Soul' (Questlove) o 'Amazing Grace' (Alan Elliott, Sydney Pollack), y otras propuestas incluso más profundas, sociopolíticas y autorales como 'Crock of Gold: Bebiendo como Shane McGowan', del incombustible Julien Temple. O bien el tan maltratado género del documental de naturaleza, con Joaquín Gutiérrez Acha a la cabeza.
Podemos concluir con que el público ha cambiado su mirada sobre el documental, tratándolo como algo más que un género; a esta serie de exponentes habría que añadir el rotundo éxito del formato en las plataformas digitales, con los adictivos true crime a la cabeza.
'Arcadeología', el apasionante sueño de recuperar máquinas recreativas de otra época
'Arcadeología', debut de Mario-Paul Martínez, no es exactamente un documental de autor pero hay distintos rasgos que denotan una cierta personalidad, como el uso de la música o el recurso de imágenes tan expresivas como esas naves industriales repletas de máquinas recreativas. A veces, debido a su exhaustividad, puede resultar algo redundante, y su duración de 110 minutos es excesiva para el espectador simplemente curioso.
Pero qué duda cabe que trata un tema fascinante, especialmente en una época sobresaturada por lo digital y lo global: el legado cultural del arcade clásico que tuvo su edad de oro en los ochenta y noventa, en las citadas máquinas de centros comerciales y especializados, que funcionaban a su vez como lugares de encuentro y recreo de parejas y pandillas. La nostalgia no aparece aquí, por tanto, como gancho comercial, sino como refugio sentimental de un tiempo perdido pero no del todo irrecuperable.
Emociona, desde luego, escuchar a estas personas que han dedicado sus vidas a recuperar y a reconstruir los mitos de su infancia y adolescencia. Soñadores obstinadamente implicados en el denodado trabajo de reconstruir estos arcades, llegando a poner de nuevo en funcionamiento máquinas y sistemas destrozados por el tiempo y el uso, o a reivindicar su iconografía y valor primero a través de foros de internet y más tarde en instituciones, con iniciativas como Arcade Vintage, Recreativas.org o el Museo del Videojuego en España, para que puedan ser disfrutados por las nuevas generaciones, más inclusivas, de gamers.
Tratando temas tan variados como las perspectivas de género, el mecanismo de los pinballs o la música en los videojuegos, 'Arcadeología' reconoce el encomiable trabajo de museos como RetroBarcelona, RetroSevilla, RetroEuskal o Arcadecon y de asociaciones como Retromaniac, dando voz, entre otros, a especialistas como Eduardo Cruz, Toni Piedrabuena, David Torres, Óscar Marín, David Martínez, Lara Isabel Rodríguez, Adrián Ronda, José María Litarte o María Jesús Murillo.
El tono usado por el realizador es pausado y respetuoso; que nadie espere algo parecido a 'The King of Kong: A fistful of quarters' (Seth Gordon, 2007). Esto también es memoria histórica. 'Arcadeología' ya está disponible a la venta en DVD y Blu-ray.

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astoroth
Objetivamente es un documental bastante frio y gris a pesar de tratar un tema tan visual como las recreativas. No hay ni una sola animación ni alarde visual. Sobra la mitad del metraje y engaña con su premisa. Va de un lado a otro sin centrarse en un tema, intentando abarcar demasiado y sin centrarse en nada. Fue una tremenda decepción. Pero bueno, es lo que hay.
High Score es mil veces mejor no solo por la técnica, sino porque habla desde el corazón de los creadores. Arcadeología no sé muy bien de lo que habla, aunque se habla mucho.
coolkoreamag
Se ve muy interesante, tengo ganas de verlo :)
vastak
Para todos los zoomers que se compran una recreativa 'moderna':
Si no es CRT no es lo mismo.
amfortas
Vengo de familia relacionada con el recreativo en España (sí, RECREATIVO, no Arcade), y puedo decir alguna que otra cosa:
- España en los años 70-80 fue un referente en Europa en tema de Pinball. Todo era fabricación nacional e incluso se exportaba. A finales de los 80 ya hubo una debacle del juego y muchas empresas (pequeñas) cerraron. Cuando a principios de los 90 se reinventó el Pinball con los paneles de puntos animados y sonido de alta calidad, en España ya no había apenas fabricantes y todas las máquinas eran de importación USA.
- En videojuegos apenas se importaron (o fabricaron) los muebles serigrafiados que se ven de los juegos. Casi todos los muebles que se veía en los salones eran "genéricos" para ir intercambiando las placas de juego cuando ésta dejaba de estar de moda.
- Así mismo muchas placas de juegos se importaban de Japón o USA, pero otras tantas se copiaban y se fabricaban en España (algunas con licencia, otras no).
- En los años 80 (los años dorados de las salas de juego) podías encontrar en un bar o salón, tanto videojuegos, Pinball o tragaperras, que todos eran rentables. Hoy en día eso ya es imposible y lo único que se fabrica en España son tragaperras.
- El juego privado se legalizó en España a finales de los 70, y Las tragaperras es una fuente importante de ingresos para el estado ya que el 50% de lo que recauda se va en impuestos.