Este viernes 25 de abril El próximo 23 de mayo se estrena, después de varios retrasos (tan exasperantes como sorprendentes en este tipo de películas), una de las mejores obras que ha dado lugar el séptimo arte en el año 2007. El mítico Sidney Lumet, a sus casi 84 años y con un Oscar honorífico, ha hecho una película que nadie esperaba ya. En medio de un vasto conjunto de thrillers "de serie" que nos hacen tragar en la actualidad, tan previsibles como tópicos, Lumet ha tenido que volver para enseñarnos a todos cómo se hace todo.
Me encandiló con '12 Hombres sin Piedad', me conmovió con 'Network: un mundo implacable', me entretuvo con 'Asesinato en el Orient Express', y ahora ha vuelto con 'Antes que el diablo sepa que has muerto' (única traducción literal posible para el título original), una portentosa historia de amor, odio, desesperación, traición y declive. Ya desde el principio se avisa en el rótulo del título (no hay créditos iniciales): "Ojalá puedas pasar media hora en el cielo antes que el diablo sepa que has muerto", como reza un viejo brindis irlandés.
Porque en definitiva, la película combina lo mejor de 'Atraco Perfecto', de Stanley Kubrick, 'Fargo', de Joel y Ethan Coen, y 'Un plan sencillo', de Sam Raimi. Y afortunadamente, la que nos ocupa va más allá. Ya desde el principio notamos la frescura de un guión del debutante Kelly Masterson y el propio Lumet, que juega con una narración no lineal, permitiendo una perspectiva analítica de lo que se cuenta en favor de el desarrollo psicológico de los personajes.
Andy (Philip Seymour Hoffman) y Hank (Ethan Hawke) Hanson son dos hermanos que necesitan urgentemente dinero por razones dispares. El primero, ejecutivo de posición desahogada, ha robado dinero de la empresa para conseguir droga, y el otro, sin trabajo estable, ha de pagar cuanto antes la pensión de su hija ya que está divorciada. Podría parecer que es el segundo quien peor lo tiene, pero ciertamente, se muestra cómo los dos están exactamente en la misma situación. Uno con traje y corbata, y el otro desaliñado, pero en esencia, deben hacer algo para cambiar sus vidas.
Y se les ocurre el plan perfecto: robar la joyería de sus padres y conseguir lo justo para ir tirando. El seguro cubrirá todo y todo saldrá fácil y rápido, ya que conocen sobradamente los detalles del establecimiento. Pero la cosa sale mal, como aclaran en la segunda escena de la película. A partir de ahí, el trágico devenir de los acontecimientos se hace irreversible.
Hay tantos aspectos que funcionan en 'Antes que el diablo sepa que has muerto' que es imposible enumerarlas sin más, porque no se haría justicia a uno u otro. Para empezar, Lumet sabe muy bien que por el tipo de trama propuesta, el peso de los actores es inevitable. Y por suerte, el trabajo de Philip Seymour Hoffman y Ethan Hawke es sencillamente magistral. Lo de Hoffman no tiene nombre: le he visto excelente en toda película que le he visto, incluso cuando comenzaba en esto de Hollywood y era cuasidesconocido. En cuanto a Hawke, pues hace un papel muy decente a pesar de rozar permanentemente la sobreactuación, que ya es decir para él, y me vuelve a convencer tras su trabajo en 'El señor de la guerra'.
Lo mejor es lo bien perfilados que están los dos hermanos. Andy es calmado pero visceral, y su tendencia a permanecer tranquilo ante las adversidades le juega malas pasadas en momentos puntuales, mientras que Hank se deja llevar más por el miedo y la duda, pero sus actos son coherentes y le ayudan a sobrevivir. Pero la sorpresa es la del papel de Albert Finney que, sin disimular su acento británico, encarna al padre afligido de ambos, y que si bien al principio es un personaje menor, en la segunda mitad se lleva un par de escenas y deja a todos con la boca abierta. En definitiva, un trío protagonista con una actuación impecable. Quizás falla en la parte correspondiente a la exuberante Marisa Tomei, que hace de mujer de Andy, sin aportar prácticamente nada a la trama, excepto alguna escena sexualmente explícita o su condición de contrapunto en la relación entre los hermanos.
En cuanto a la dirección o fotografía, decir que están bien es decir poco. La claridad de ideas y el alarde de experiencia se hacen presentes toda la película. Lumet hace lo que le da la gana, sabiendo cuándo tiene que usar primeros planos, cámara en mano y presumiendo en cuanto puede de esos planos típicamente Lumet. A esto se le une la perfecta música de un inspirado Carter Burwell, en mi opinión un compositor infravalorado en favor de otros con melodías más conocidas por haber compuesto para blockbusters. Los últimos veinte minutos son perfectos, subrayan la maestría que marcaba su hegemonía en toda la película, y constituye un final de categoría.
Por lo tanto, una película inmejorable en los apartados técnicos y actoral, entretenida (a pesar de su largo nudo) la que nos otorga el viejo Lumet, con una mezcla entre el thriller y la tragedia griega que sorprenderá y satisfará hasta a los más exigentes. Gracias de nuevo, Sidney.
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