Como ya adelantaba, ayer tarde se estrenó ‘Another year’ (íd., 2010), la película de Mike Leigh que compitió por la Palma de Oro en Cannes y estuvo nominada al Oscar al mejor guion original. La historia gira en torno a un matrimonio bien avenido y considerablemente feliz, que sirve como catalizador de una serie de seres algo menos afortunados que ellos: pacientes, parientes, compañeros de trabajo, amigos y el hijo de la pareja, van pasando ratos junto a ellos, que son el báculo de quienes les rodean. Su generosidad y la dependencia de los otros son lo único que puede poner en peligro su estabilidad emocional, lograda a base de sobreponerse con una sonrisa a todo lo que la vida les depara.
El director reincide en la técnica basada en preparar con sus actores, con los que ya está acostumbrado a trabajar, los personajes durante varios meses. Improvisan sobre construcciones ya marcadas y, de ahí se escribe un guion, utilizando el material que ha surgido en esas sesiones de ensayo. Esto le sirve a Leigh para extraer interpretaciones excelentes, sumamente cercanas y reales, que despiertan una empatía inmediata y zambullen al espectador en los sentimientos de sus personajes con una identificación plena. Conectar resulta sencillo, ya que entre los personajes casi cualquiera puede reconocer a sus familiares o a los amigos de estos. Jim Broadbent y Ruth Sheen, como la pareja principal, rebosan un optimismo que tratan de contagiar a su desquiciada amiga Mary, Lesley Manville, y al resto de sus allegados, encarnados por Phil Davis, Peter Wight, Oliver Maltman, Martin Savage, Michele Austin, David Bradley y Karina Fernandez.
Divida en las cuatro estaciones del año –rodadas de manera seguida, pero utilizando cuatro tipos distintos de emulsión para simular diferentes climatologías–, la película se construye sobre prolongadas escenas de conversaciones en encuadres cercanos montados en plano contra plano. Hay planos amplios, pero en cámara fija. Emplea el travelling solo en el momento del clímax del film. Una predilección por los jardines y los huertos, a pesar de transcurrir en la ciudad, le permite oxigenar las situaciones que podrían haber resultado agobiantes en espacios cerrados.
No sería necesario conocer la técnica creativa de Leigh para adivinar, solo con observar el desarrollo argumental, que el autor ha partido de una gran cantidad de material de la que ha tenido que hacer una selección o, más bien, un desbrozado. Así, quedan en el montaje final historias que se abren y se dejan inconclusas o directamente no se retoman tras sus dos primeras apariciones –muy flagrante el caso de la mujer depresiva, interpretada apabullantemente bien por Imelda Staunton, que parece que va a ser la protagonista en esa poderosa escena inicial y de la que no volveremos a saber nada–. La técnica de crear el guion a base de esas improvisaciones, si bien le granjea, como ya he dicho, interpretaciones magistrales, le hace perder la perspectiva de la historia y los libretos no quedan por completo abotonados. Es el mismo defecto que le encontré a su film anterior: ‘Happy: Un cuento sobre la felicidad’, que en aquel caso estaba mucho más acusado. Aquí, aunque haya detalles no concluidos, la generalidad de los conflictos presentados sí se percibe cerrada, por lo tanto, se trata solo de un detalle nimio.
El valor de la tragicomedia
No soy muy aficionada al drama puro, que no da concesiones a la sonrisa –aunque cuando algo es bueno, da igual en qué género o tono esté contado– porque siempre he pensado que eso no refleja la realidad. Dejando a un lado a los depresivos, las personas suelen dar cabida a las risas hasta en sus momentos más aciagos o, si no a la risa, al comentario ligero y a cualquier otro recurso para quitar hierro. Salvo excepciones, una película en la que constantemente se esté gritando o llorando, lejos de transmitirme con mayor efectividad la gravedad de la situación, termina por sacarme de la historia y del conflicto. El mayor mérito, por lo tanto, de Leigh reside en darse cuenta de que en la realidad también existe el alivio cómico e incorporarlo a sus escenas como algo completamente integrado en el comportamiento de sus personajes. Gracias a este equilibrio perfecto entre el humor y el drama, no solo la película se hace más llevadera, sino que aumenta su realidad y su aportación de registros.
Concluyendo: Mike Leigh nos entrega una película que, sin ser pesimista ni deprimente, resulta triste, ya que muestra la vejez como un problema para quienes la sufren o la tienen cerca en familiares y amistades. El toque positivo y humorístico, que aligera la historia, sin hacerle perder un ápice de su relevancia, sumado al gran trabajo de los actores componen los principales alicientes de ‘Another Year’. En pocas ocasiones es posible sentirse tan cerca de unos personajes y dejarse arrastrar tanto por las emociones mostradas.
Tráiler de ‘Another Year’, de Mike Leigh.
Mi puntuación: