Esta noche de Halloween —fiesta principalmente estadounidense e irlandesa— uno puede disfrutarla disfrazándose y salir a la calle a asustar a la gente —ejem—. O también puede quedarse en casa, apagar la luz y ponerse una de esas películas de terror tan típicas para ver una noche como la de hoy. Títulos míticos hay a raudales. Los nombres de Jack Clayton, Robert Wise, Alfred Hitchcock, Tobe Hooper, o, cómo no, John Carpenter firman los primeros títulos que a cualquier buen entendido en la materia le vienen a la mente.
Y si hoy mismo hablábamos del considerado padre del gore, Herschell Gordon Lewis —también muy idóneo para el que esta noche busque disfrutar viendo vísceras y sangre a raudales—, un nombre que no puede faltar en el terror es evidentemente Mario Bava. Del padre del gore al precursor del giallo, (sub) género que directores como el citado Carpenter conocen muy bien. ‘Un hacha para la luna de miel’ es el sugestivo título de un film de horror que le da la vuelta al giallo, convirtiéndolo en algo “nuevo”.
Mario Bava se enfrentaba a un film cuyo rodaje le trajo a nuestro país —concretamente a Barcelona— tras tres películas que no sólo obtuvieron malas críticas, sino que además fracasaron en taquilla. ‘Quante volte… quella notte’ (1969), ‘Cinco muñecas para la luna de agosto’ (‘Cinque bambole per la lune d’agosto’, 1970) y ‘Roy Colt & Winchester Jack’ (1970) precedieron a la más estimulante ‘Un hacha para la luna de miel’ (‘Il rosso segnio della follia’, 1970) que mezcla, sin pudor alguno, elementos de otros conocidos films.
El giallo que mira hacia atrás
Partiendo de un libreto escrito por el demencial Santiago Moncada, Bava se aparta de lo conocido en el giallo. El film narra la historia de un psicópata obsesionado con su madre muerta —detalle puramente hitchcockiano— se dedica a asesinar a mujeres que están a punto de casarse. Casado con una mujer muy poderosa que no le deja divorciarse se encontrará con una modelo que podría ser la excepción a su “manía”. La principal diferencia con muchos de los giallos es que, ya desde el inicio conocemos la identidad del asesino.
Un personaje a cargo de un limitado pero efectivo Stephen Forsyth, en su último papel para el cine, que enseguida despierta nuestra más profunda antipatía. Sin embargo, y gracias a un giro de guion necesario —la actriz Laura Betti declaró su deseo de trabajar con Bava, y su personaje fue creado única y exclusivamente para ella— va caminando hacia el patetismo más humillante, llegando incluso a despertar nuestra piedad. ‘Un hacha para la luna de miel’ hermana el giallo con el cuento clásico de fantasmas. El giallo devolviendo el saludo al fanta terror italiano del que procede.
Aunque Bava echa por momentos mano de algunos tics muy setenteros —el uso del zoom, por ejemplo— consigue una buena atmósfera que se debate entre lo onírico/fantasmagórico y lo escabroso. Las tomas de la estancia que el protagonista tiene llena de maniquíes —relacionando el film directamente con ‘Seis mujeres para el asesino’ (‘Sei donne per l’assassino’, 1964)— o las que muestran las escaleras de la mansión —echando mano del gran angular—, se quedan grabadas en la retina. Un equilibrado uso del color, en lo que Bava era un genio, hizo que el director se acreditase como director de fotografía por primera vez desde su ópera prima.
El fantasma que acosa al asesino
La premisa de un fantasma acosando a un asesino de mujeres tiene un innegable atractivo sobre el papel. En manos de Bava aún más. Las apariciones de su exmujer, con la originalidad de que si él está acompañado, será el único que no la vea, y si está solo será el único que la vea, propone reflexiones tan retorcidas que harían empalidecer al mismísimo Freud. Amén de uno de los milagros narrativos de la cinta, aquel que enfrenta al protagonista a sí mismo cuando era un niño.
‘Un hacha para la luna de miel’ es el único título en la filmografía de Bava en el que el director se homenajea a sí mismo. ‘Las tres caras del miedo’ (‘I tre volti della paura’, 1963) es utilizada como pretexto a los gritos que oye la policía en un momento dado. Anotar que el trabajo de investigación policial para dar con el asesino raya el ridículo en algunos momentos. Aunque el giro final, la sorpresa digamos, ayuda a compensarlo, pero pocas veces ha tenido un personaje de policía tantas frases ridículas.
Precisamente uno de los tres relatos de la citada parece sobrevolar las imágenes de la segunda mitad de ‘Un hacha para la luna de miel’. El cuento de fantasmas convertido en relato sobre la locura, aquella que despierta los terrores más íntimos de cada uno de nosotros. La catarsis final, aunque predecible —¿cuál es el secreto que el protagonista guarda escondido en un rincón de su mente?—, hermana pasado y presente, una de las obsesiones de su autor, y antes de llegar a ella, el camino deja no pocos instantes antológicos.
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