‘Tener y no tener’ (‘To Have and Have Not’, Howard Hawks, 1944) se gestó mientras Howard Hawks y Ernest Hemingway pescaban juntos. El mítico director le sugirió al insigne escritor que se podía hacer perfectamente una buena película de la peor de sus obras, y que esa no era otra que la, en palabras de Hawks, la asquerosa ‘Tener y no tener’, la cual según Hemingway escribió porque necesitaba el dinero. El escritor no colaboró en el guión, pero Hawks echó mano de uno de sus mejores amigos, William Faulkner.
Evidentemente las intenciones del director de ‘Camino a la gloria’ (‘The Road to Glory’, 1936) eran apartarse de la novela en cuestión, conservando sólo ciertos elementos y construir con ellos un film realmente atípico por cuanto es una mezcla de géneros tan equilibrada —algo que por cierto era marca de la casa en el cine de Hawks— que resulta imposible establecer si estamos ante un drama, ante una historia de amor, ante un film noir o ante un film de aventuras.
Podemos notar sin esfuerzo alguno los parecidos de ‘Tener y no tener’ con ‘Casablanca’ (id, Michael Curtiz, 1942), cuyo éxito quería repetir a toda costa la Warner. Un personaje atrapado en un lugar exótico, en este caso Martinica, que no simpatiza ni con los nazis ni con la resistencia francesa. Vive de alquilar su pequeño barco a turistas que quieren pescar en alta mal —así da comienzo el film—, y lo único que le interesa es el dinero y su independencia sin tener que rendir cuentas a nadie.
La historia de un flechazo
Será a partir de la aparición del personaje femenino, interpretado por la entonces debutante Lauren Bacall, cuando Harry (Humphrey Bogart) se empiece a cuestionar ciertas cosas que hasta ese momento evitaba. Bacall, de 19 años, se mostró en un principio insegura por debutar al lado de una estrella como Bogart y bajo las órdenes de un director tan prestigioso como Hawks, pero éste enseguida trabajó con ella, sobre todo en la voz, para que no temiese nada y pudiese dar vida a una de las más curiosas femmes fatales que han dado el cine.
Bacall y Bogart sintieron un flechazo instantáneo —continuó con relación y boda— y Hawks se frotó las manos por poder aprovechar la química entre ambos para los personajes de su película. Tanto es así que por momentos el film semeja por momentos un vehículo de lucimiento de ambos actores, cuyos tira y afloja en la ficción dejan entrever lo mucho que se deseaban en la realidad. Instantes como el de silbar han trascendido a la obra en sí. Por cierto, que esa fue la prueba que Hawks le hizo a la actriz, a quien quería a toda costa para el personaje.
La intriga del film se centra en el intento de fuga de un matrimonio perteneciente a la resistencia a través del mar, trabajo que Harry acepta porque no le queda más remedio, no por sus ideales políticos. No obstante la moral de los personajes es ambigua, una de las riquezas del relato, y la relación entre Bacall y Bogart anticipa lo que más tarde veríamos en ‘El sueño eterno’ (‘The Big Sleep’, 1946), ya dentro de los cánones del Film Noir puro y duro. ‘Tener y no tener’ navega, nunca mejor dicho, por ese género, pero no siempre, y su ambivalencia al respecto casa muy bien con lo enormemente preciso que Hawks es en su puesta en escena.
La invisible libertad de Hawks
Hay en ‘Tener y no tener’ una transparencia en la planificación que realmente deja impresionado. Utilizando con naturalidad el fuera de campo, o llenando el encuadre de personajes que jamás confunden, Hawks realiza un trabajo en el que da la sensación de que dirigir una película parece fácil, pero no hay nada más difícil que hacer las cosas sencillas y que todo fluya en una historia donde hay grises tanto en la intriga criminal, como en la historia de amor como en su alegato a la alegría, disfrazada en el comportamiento de algunos de los personajes secundarios.
Basta citar al impresionante Walter Brennan en su antológico personaje de borrachín, imitado hasta la saciedad pero nunca igualado ni por él mismo, y la relación que tiene éste con la bebida y su amigo Harry, que cuida de él y al revés. También la figura del villano a cargo de Dan Seymour, que también aparecía en un breve papel en el citado film de Curtiz, aquí realiza una muy convincente interpretación de un personaje frío hasta la médula. O hilando más fino, la primera aparición importante del cantante Hoagy Carmichael como el pianista del local en el que todos los personajes confluyen.
Si se mira con cierta perspectiva —al fin y al cabo la percepción en el arte depende de la forma de mirar que uno tenga— ‘Tener y no tener’ parece discurrir alrededor de los tres temas musicales que suenan en determinados momentos, y no por casualidad. Cobra importancia el número final con el que concluye el film, Bacall realiza un baile como complicidad y junto a Bogart salen del local seguidos de un bailarín Brennan en lo que es un falso final feliz y a la vez una rotura de las reglas cinematográficas adelantándose en cierta medida a lo que el final de los 50 y los 60 veríamos en el cine europeo.
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