Hace apenas dos semanas fallecía Bryan Forbes, actor, escritor y sobre todo director británico en cuya filmografía destaca esta sorprendente 'Plan siniestro' ('Seance on a Wet Afternoon', 1964), perteneciente al thriller psicológico, género muy de moda en aquellos años sobre todo en la cinematografía inglesa. Su importancia, al lado de otras obras de la época —podríamos citar la imprescindible 'Suspense' ('The Innocents', Jack Clayton, 1961), el mismísimo miedo filmado, como una de las cumbres del género— es indiscutible y la influencia en el cine posterior incuestionable. Hace poco uno de nuestros mejores directores, Rodrigo Cortés, señalaba en su cuenta de twitter que sin esta película, entre otras, un film como 'Luces rojas' ('Red Lights', 2011) no habría visto la luz. Y tanto, porque las coincidencias son visibles y aunque prefiero de lejos el film de Forbes, la película de Cortés le rinde un sentido homenaje.
Todo un progidio de película, maravillosa muestra de un tipo de cine hoy un tanto olvidado y que necesita una urgente reivindicación, como muchas de las películas de aquellos años, totalmente desconocidas para los cinéfilos de hoy día. De una extrema sensibilidad y gusto por el detalle, 'Plan siniestro' es una historia sobre un secuestro de una niña, y los fantasmas personales de una mujer con problemas mentales y que realiza sesiones de espiritismo. Sus armas, una lograda atmósfera de suspense, que va enturbiándose cada vez más y dos interpretaciones impresionantes, sobre todo la de Kim Stanley que le valió una nominación al Oscar a la mejor actriz principal, premio que fue a parar a Julie Andrews por su composición en 'Mary Poppins' (id, Robert Stevenson, 1964), un film en las antípodas del que nos ocupa.
(From here to the end, Spoilers) El film se presenta a sí mismo con una muy inquietante secuencia de espiritismo en la que la luz de una vela juega un papel importante, todo un detalle lleno de sugerencia que marcará sin compasión el resto de la cinta, sobre todo en lo que respecta al personaje femenino, sin duda el más rico en matices y de múltiples interpretaciones. Atención a la ambigüedad de la secuencia, la misma que se extenderá hasta el clímax de la cinta, en la que además de aclarar ciertas cosas, sigue dejando cierto espacio para lo ambiguo. 'Plan diabólico' rehuye inteligentemente cualquier tipo de etiqueta. ¿Qué estamos viendo? ¿Un drama sobre una mujer que se ha vuelto loca debido a una importante pérdida? ¿Una historia de fantasmas? ¿Un policiaco sobre un secuestro? ¿La historia de una relación amorosa profunda pero perdida? Todo al mismo tiempo, y con una envidiable puesta en escena que marca cada momento.
La película va mostrando sus cartas poco a poco, y de vez en cuando juguetea con el espectador, pero jamás sin tomarle el pelo —el principal problema de los thriller psicológicos de hoy día es jugar, engañar al público con efectismos y truculencias apoyadas en giros imposibles—, con un Forbes muy contenido en su escenografía donde encontramos prodigiosos encuadres que enfrentan a los dos personajes centrales mostrando así una relación de dominación/sumisión con algunos instantes patéticos, al ver a Billy —un soberbio Richard Attenborough, también productor del evento, y con una prótesis nasal para caracterizarse— totalmente entregado al amor que siente por su esposa y al mismo tiempo encerrado en ese amor que no le deja huir de ella, temiendo siempre lo peor. Es fácil sentir compasión por él cuando secuestrando a la muchacha —un plan de su esposa para más tarde ofrecer sus servicios de vidente a la policía— se topa con ciertos inconvenientes. Reminiscencias del mismísimo Hitchcock suenan en dicho momento, toda una aventura para un hombre ordinario y con poca capacidad de arrojo.
Tres personajes predominan en el relato, Myra (Stanley), Billy, y en tercer lugar, Arthur, el hijo de ambos, que nunca llegó a nacer y habla continuamente con su madre dándole instrucciones. En ese aspecto, el film hace gala de la ambigüedad antes citada, e incluso de cierta ambivalencia que nunca desaparece ni cuando el film parece responder a todos los interrogantes. Sólo al final sabremos si Arthur es producto de la locura de una mujer que no pudo superar el no nacimiento —detalle este muy perturbador— de aquel, o por el contrario, Arthur es una presencia, sugerida muy sutilmente con juegos de luces, y que en los estados de trance domina a su madre. La incertidumbre proviene, además de la exquisitez de la puesta en escena de Forbes —mención especial a la fotografía de Gerry Turpin—, de la portentosa interpretación de Kim Delaney, un monstruo que cambia de registro con una facilidad pasmosa. Baste comparar sus estados de ánimo dentro de la casa, en las sesiones de espiritismo y sus careos con la policía y los padres de la niña secuestrada.
'Plan diabólico' llega a dar la vuelta en el tratamiento de sus personajes. En un momento dado, aquel en el que Myra quiere asesinar a la niña y su marido se rebela, gritándole unas cuantas verdades y de paso dando información al espectador, los roles se intercambian. Él se torna con carácter y ella duda y siente temor. Todo vuelve a su cauce cuando llega el clímax final, casi a contracorriente, en el que la última sesión de espiritismo frente a dos agentes de policía, uno de ellos creyente, resuelta con imaginación proporciona a Stanley un tour de force arrollador y envolvente en el que se da la mano el más allá con la inestabilidad emocional. ¿Si Myra es una farsante por qué se deja llevar en sus trances actuando como si tuviera poderes hasta el punto de desvelar todo el tinglado? Porque su inestabilidad le hace creer en su don.
Poderosa, intensa, fascinante, 'Plan siniestro' no se olvida tras su visionado, sino que sigue jugueteando en nuestra mente, tal vez haciendo mella en nuestro subconsciente como pocas películas de este género lo consiguen.
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