Joe Dante fue uno de los directores ochenteros más prestigiosos, dentro de lo que podríamos considerar cine mainstream, aunque por supuesto su reconocimiento se produjo con el paso de los años, como casi siempre ocurre, cuando se comprueba que ciertas películas resisten el estoico paso del tiempo además de suponer toda una "revolución” en el momento de su estreno. Así le sucedió con ‘Gremnlis’ (id, 1984), de la que se está preparando una tercera entrega; y también con la ingeniosa ‘El chip prodigioso’ (‘Innerspace’, 1987).
Dante había sido un “descubrimiento” del gran Roger Corman, que le encargó la dirección de una de las mejores películas surgidas a la sombra de ‘Tiburón’ (‘Jaws’, Steven Spielberg, 1975), ‘Piraña’ (‘Piranha’, 1978), para más tarde hacerse cargo de la estupenda ‘Aullidos’ (‘The Howling’, 1981). ’No matarás… al vecino’ (‘The Burbs’, 1989) fue otro de sus éxitos, un film referencial hasta la médula, lleno de ingenio y buen humor, y que sin embargo no repitió su éxito por estos lares, a pesar de contar con Tom Hanks, precisamente en su época de comedias.
Pero el presente film se distancia de los típicos films del actor que años más tarde ganó dos Oscars por papeles enormemente dramáticos, films que siempre estaban al servicio de sus payasadas, si así se quiere expresar, y que en el caso que nos ocupa, su protagonismo es reducido en beneficio de un film más coral, y en el que la personalidad de su director prima sobre todas las cosas. Una comedia que coquetea con el fantastique y el terror, y se ambienta enteramente en uno de esos suburbios tan típicos de los Estados Unidos, en los que todos sus habitantes parecen conocerse —el film se rodó enteramente en un plató cinematográfico—.
Delirante premisa
Con un travelling brutal que da comienzo con el logotipo de la Universal, Dante se acerca a uno de esos barrios, un microuniverso en el que abundan todo tipo de personajes, y en el que es imposible aburrirse, tal y como reza Corey Feldman en un momento dado, personaje que por cierto ayuda como una especie de intercomunicador entre el espectador y la película, en un inteligente ejercicio de metalenguaje. ¿La premisa? La sospecha por parte de varios vecinos de que los nuevos y muy callados habitantes de una de las casas del lugar son en realidad asesinos adoradores de Satán que por las noches cometen crímenes en el sótano de su casa.
Así pues, y partiendo de la típica paranoia estadounidense por creer que tiene al enemigo en casa, tal y como predicaban muchas de las películas de ciencia-ficción de los años 50, tan admiradas por Dante, se va ejecutando un viaje de lo más delirante y retorcido hacia los géneros mencionados, en el que lo único que chirría es tal vez Tom Hanks, que en algunos instantes no puede hacer el numerito de muecas tan característico de él en aquellos años. Aun así, Dante es capaz de aprovechar eso en secuencias como la del fémur, o su discurso final sobre quiénes son realmente los malos de la función.
Unos malos que en realidad son lo de menos, incluso la respuesta final a la pregunta que navega en la mente de todos los personajes durante la película es resuelta con rapidez. Lo que verdaderamente importa es el viaje en sí, desquiciado y en el que se combinan razón y locura, que todos sufrimos, viendo a esos vecinos, tal vez demasiado aburridos en sus vidas cotidianas, intentando controlar una situación que se les va completamente de las manos. Situación que, avanzado el relato, será tomada por las respectivas compañeras sentimentales de alguno de ellos, como llamada a la razón y la educación, a la madurez si se quiere expresar así.
La diversión referencial
Y es que ‘No matarás… al vecino’ —estaremos de acuerdo todos en que el título español de la cinta es verdaderamente horrible— parece por momentos un canto a la inmadurez tan típica de los hombres, que en este caso es llevada hasta sus últimas consecuencias, con el golpe de ironía final, frente a la sensatez femenina, que encuentra en Carrie Fisher —que al hacer acto de presencia, todos nos acordamos de la Princesa Leia— su principal portavoz, y en Feldman —otra estrella juvenil ochentera— el testigo de los hechos desde una distancia prudencial.
No faltan homenajes cinéfilos tratándose de Dante, tanto como a su propio cine —la presencia de Feldman, o Hanks desayunando cereales “Gremlins” al inicio del film—, como a cintas exitosas en aquella época —la premisa es parecida a la de ‘Noche de miedo’ (‘Fright Night’, Tom Holland, 1985)—, acariciando el subgénero de casa encantadas también, o paseándose por el spaghetti western, para mí el homenaje más divertido al enfocar en primer plano los rostros de los personajes, incluido un perro, como si se tratase de un duelo.
Divertida, a ratos exagerada, sobre todo en el dibujo de personajes como el de Rick Ducommun, capaz de sacar de quicio a cualquiera, pero equilibrada en su parodia de ciertos aspectos, como el militarismo en la persona de un antológico Bruce Dern, y cómo no, con apariciones de habituales del cine de Dante, caso de Dick Miller y Robert Picardo, que dan vida a los basureros de la zona, sentenciando en un momento dado que los habitantes de esas zonas están todos locos. Lo dicho, imposible aburrirse ante tal panorama. Y con el gran Jerry Goldsmith animando la función.
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