‘Los cuchillos del vengador’ (‘I coltelli del vendicatore’, Mario Bava, 1966) se realiza en un momento muy concreto del cine italiano. El fervor del péplum descendía y daba paso a la subversión del western, popularmente conocida como spaghetti western —representado sobre todo por Sergio Leone—. Un género estaba pasando el testigo al otro, alcanzando todavía una mayor repercusión comercial. Curiosamente el presente film funciona a modo de unión entre ambos géneros, adquiriendo elementos de ambos.
Se trata de la primera vez que Bava acepta el encargo de sustituir a otro director, Leopoldo Savona —firmante de unos cuantos films de aventuras y westerns—, que tuvo problemas en el rodaje. Bava reescribió el guión y rehízo todo el film en un tiempo récord. Cameron Mitchell, el protagonista, había regresado a USA cuando el rodaje se interrumpió, pero se alegró profundamente cuando fue convocado para filmar a las órdenes de Bava, a quien consideraba poco menos que un genio. Lo que era.
El argumento recuerda sospechosamente al del clásico inmortal ‘Raíces profundas’ (‘Shane’, George Stevens, 1953) —un día habría que hacer un post sobre cuántas películas poseen un argumento parecido al del film de Stevens, sin duda uno de los westerns más influyentes de la historia—. Extranjero de oscuro pasado irrumpe en la vida de una mujer y su hijo pequeño, enamorándose de ella y viendo en el crío a un posible hijo. Un amor imposible separado por el mismo sentimiento de ella hacia su marido, al que espera desde hace tiempo.
Dicho extranjero, un hombre diestro con los cuchillos —hay varios personajes similares en el universo del western—, de nombre Helmut (Cameron Mitchell) fue en el pasado un poderoso enemigo oculto tras una máscara —de nuevo Bava referenciando su ópera prima— que violó a la mujer de la que ahora se ha enamorado tan profundamente, amén de la posibilidad de que el niño sea suyo. El pasado que atormenta al protagonista, quien llevará al extremo su condición de alma errante, ayudando a la mujer a librarse del malvado de la función, una vez el marido ha regresado, para luego desaparecer hacia el horizonte.
Intenso romanticismo
De este modo Bava remarca el carácter romántico de su historia. Una vez más, el amor como motivación, la más poderosa, una de las constantes del cine del italiano, que volvía a estar presente en su obra tras tres films en las que quedaba en un plano secundario. Así ‘Los cuchillos del vengador’ tiene un poderoso poso de amargura, de decadencia, a través de la otoñal historia de su protagonista, un Mitchell muy entregado a la causa, en clara muestra de entendimiento con el director.
En la película destaca, una vez más, una descarnada violencia alejada del clasicismo aun echando mano de éste en la puesta en escena. De nuevo el scope utilizado de forma gloriosa, como en el instante del enfrentamiento entre Helmut y el villano, cual duelo del oeste, en una taberna. Bava enfoca, en primer plano, al malvado que espera al vikingo retornado, introducido en escena mediante un muy elegante travelling circular alrededor del rostro del villano. Dicho enfrentamiento, que pilla algún muy reconocible elemento del primer título de la trilogía del dólar de Leone, posee una insoportable tensión, más tarde liberada en el catártico final.
A pesar de que en ‘Los cuchillos del vengador’ su discurso moral se apoya en los valores tradicionales, sobre todo la familia, el protagonista pertenece a esa clase de personajes que no realizan concesiones ni gozan de un final feliz para ellos mismos. Con un terrible pasado por el que pagar, lleno de hechos violentos y malvados, la figura de Helmat, desencajada de un mundo al que ya no pertenece, se pierde en el horizonte cabalgando al lado del siempre liberador océano.
Un western puro y duro, con ropajes vikingos. Una película a reivindicar.
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