A Roger Corman le salen las cosas bien incluso cuando le salen mal. Se ha estrenado ‘4 Fantásticos’ (‘Fantastic Four’, Josh Trank, 2015), cuyas primeras reacciones han provocado que se esté masacrando a niveles inimaginables, llegando hasta el punto de que en el vertedero de la opinión popular se hicieran bromas con el film producido por Corman más de veinte años atrás, rescatándolo del anonimato –nunca tuvo distribución comercial− y presumiendo de que ya no era la peor versión sobre la primera familia Marvel.
Lo cierto es que Corman aprovechó que los derechos, en posesión de una productora alemana, expiraban, y a través de su productora New World Entertainment, se pusieron manos a la obra, esto es, realizar muy rápidamente una adaptación, sin tener en cuenta absolutamente a nadie. Un presupuesto irrisorio para un film de estas características es uno de sus principales problemas, aunque Corman demostró con creces muchas veces que el dinero no es óbice para realizar buen cine, aunque en este caso no hablamos sólo de bajo presupuesto, sino de una falta de ideas brutal que contagia todo el film.
Me niego a creer que el film de Trank es peor que este atentado a la inteligencia humana, con el que además se viola sin compasión la infancia de muchos que, como un servidor, crecimos con las aventuras de la familia de superhéroes, en manos de gente como Jack Kirby por ejemplo. Y eso que hablamos de una adaptación más o menos fiel con los personajes, probablemente en un intento, casi ridículo, de ser literal. Con todo, hay elementos que se cambian, por ejemplo los poderes los consiguen tras sufrir una explosión la nave en la que viajan, y a parezcan sin un solo rasguño en la Tierra…
Imposible disfrute desde cualquier perspectiva
Pocas veces he visto un error de casting tan grave como el del presente producto, aunque me temo que eso es por el despropósito en sí de todo el conjunto, haciendo que todo sea más malo de lo que ya es. Alex Hyde-White, Michaal Bailey Smith, Rebecca Staab, y sobre todo Jay Underwood –sin duda el más exagerado de todos−, son unos imposibles Reed Richards, Ben Grimm, Susan Storm y Johnny Storm –del Doctor Muerte mejor ni hablar−, que cuando se colocan sus trajes de superhéroes, el bochorno llena aún más la pantalla. Con todo, y dentro de sus limitaciones, hay que decir que La Cosa no está del todo mal conseguida con su traje de piedra.
Oley Sassone, que aún sigue dirigiendo, no se esfuerza por salvar el desastre. La puesta en escena es paupérrima, prácticamente televisiva, a base de planos medios y simpleza en los encuadres, muy típica de los ochenta y noventa, como también su entramado argumental, a base de clichés e infantilismo. No hay conflicto, no hay emoción, ni el más mínimo interés por lo que les ocurre a los personajes, inexistentes a pesar del origen, como tampoco hay crescendo dramático, ni clímax, ni nada. Ni siquiera, y esto indica el nivel de desvergüenza que hay en la película, el poder disfrutarla desde una perspectiva de cachondeo, si es con compañía mucho mejor.
Ahora el film de Trank puede haber levantado el interés entre el público por esta versión, pero creo que su visionado debería incluir una advertencia, como la de las cajetillas de tabaco. Está disponible en Youtube en versión original subtitulada, para que todo el mundo la aprecie el tiempo que sea capaz de aguantar. Al menos se puede aprender cómo hacer efectos visuales con tres céntimos. Los de la Mujer invisible, echando mano de antiguos trucajes, no tienen desperdicio en pleno 1994.
Sólo destacaría la música de los hermanos David y Eric Wurst, aunque la misma recoge varios estilos y no se corta en copiar acordes de bandas sonoras muy conocidas, como por ejemplo la que un año antes había compuesto John Williams para cierto film sobre dinosaurios. Con todo, la banda sonora está muy mal utilizada, sonando en momentos equivocados, y provocando distanciamiento entre lo que se oye y lo que se ve.
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