Hace poco os hablaba en esta misma sección del gran y desconocido director Valerio Zurlini al comentar una de sus obras maestras, 'Crónica familiar' ('Cronaca familiare', 1962), y hoy volvemos con el que es uno de los mejores directores italianos que han tenido la osadía de atreverse a poner en imágenes determinadas historias. 'La primera noche de la quietud' ('La prima notte di quiete', Valerio Zurlini, 1972) es otra de sus obras maestras, la que mayor éxito comercial ha tenido, un film protagonizado por un pletórico Alain Delon —para mí en el mejor personaje de toda su carrera, inolvidable es poco—, y que bien podría haber incluido en el ciclo de cine negro, o Film Noir, debido al tono y estructura de la película, por cierto con uno de los títulos más bellos que, en mi opinión, ha tenido jamás una película.
Si en la cinta mencionada con Marcello Mastrioanni la presencia de un país dolido y en la miseria estaba patente en la dramática historia de sus protagonistas, en ésta el pasado de esa misma Italia, por la que Zurlini llegó a combatir, está también muy presente. La misma soledad impregna muchas de sus escenas, una patente decadencia que asola sin compasión a su personaje central, con pasado misterioso, una especie de outsider que está de vuelta de todo y se mete de lleno en una nueva historia de amor que le trastocará por dentro, influyendo en todo lo que le rodea, caminando hacia uno de los finales más descorazonadores de los que he sido testigo. No sé si Zurlini lo pasó realmente mal en su vida privada, o es el talento innato de alguien que sabe que para alcanzar la verdad hay que conocer el dolor. En cualquier caso su cine es indispensable, único, a veces inclasificable, pero siempre necesario.
(From here to the end, Spoilers) 'La primera noche de la quietud' narra la historia de Daniele Dominici (Delon), un profesor de literatura que se instala en Rominí, localidad en la que sustituye un baja del profesor de historia de arte. Allí se enamorará de una joven alumna (Sonia Petrovna) con la que iniciará una muy especial relación en contra de todos los que le rodean, incluido el novio de la chica, en apariencia un hombre peligroso metido en asuntos turbios y aguien a quien todos le tiene miedo. Dominici vive una farsa en su actual matrimonio con una mujer que prácticamente le desprecia (Lea Massari) y sólo se dedica a la enseñanza para poder subsistir en un mundo en el que ha renunciado entre otras cosas a su pasado, de una acomodada familia. Autor de un libro de poemas —el del maravillo título de la película, que es una alusión a la muerte— Dominici encuentra una nueva y buena razón para la existencia en lo que siente por una joven llena de vida, belleza y sobre todo cultura, una especie de alma gemela. Pero también una femme fatale.
Porque 'La primera noche de la quietud' no es sólo una desoladora visión sobre el amor y el sufrimiento que éste puede producir, es puro cine negro, con ese personaje masculino siempre con una gabardina y pitillo en mano, solitario en pensamientos, desenmarcado de un mundo que ha entendido hace ya tiempo, y en el que sólo puede esperar la muerte. Será una mujer joven la que desencadenará por última vez las ganas casi agónicas de agarrase a algo vivo de verdad antes de sentir el velo final que cae dentro de los ojos, a través de una historia que Zurlini marca pausadamente con una mano no sólo sensible, sino despiadada, tratando poéticamente la cruda realidad, al compás de una trompeta y esos paisajes solitarios de la costa, reflejos de un pasado oculto y doloroso, enfrentados a cierta modernidad como alegoría del cambio de los tiempos. La nostalgia de nuevo en el cine de Zurlini, en forma de puñetazo, quizá la única forma verdadera de conocerla o sentirla.
Sobrecogen muchos instantes en esta atrevida cinta de Zurlini que además aprovechó la fama como sex symbol de Alain Delon —en la película hay un par de escenas de sexo subidas de tono, que muy posiblemente contribuyeron a su éxito en una época en la que el cine erótico empezaba a abrirse camino—, quien se marca una de esas imperecederas interpretaciones como hombre culto y sensible ajeno a todo lo que le rodea, alcanzando el cenit de su labor en la impresionante secuencia del pub y en el que suena el por aquel entonces famosísimo tema musical 'Domani E' Un Alto Giorno', interpretado por Ornella Vanoni, de una emotividad casi mortal y en la que Delon da una lección de cómo debe sostenerse un plano fijo mientras en su rostro vemos al mismo tiempo dolor y anhelo, decepción y esperanza, deseo y pensamiento. Sólo por esa secuencia, imitada hasta la saciedad en el cine posterior, ya merecería la pena el visionado de 'La primera noche de la quietud', película en la que además quedan reflejados de forma sublime las modas y costumbres imperantes en aquellos años, sobre todo en la juventud.
La puesta en escena de Zurlini deslumbra en todo momento, con una iluminación, obra de Diario Di Palma, gélida en esos exteriores tan solitarios, y cálida en los interiores en los que Dominici vivirá sus últimas grandes experiencias enamorado de una joven imposible. Atención al instante de la fiesta, con la cámara, que parece otro personaje, tal vez el espectador, que va y viene recordando en todo momento la situación de cada uno mientras incide con crueldad en la psicología de seres aparentemente vacíos, pero que en cierto instante, un punto de inflexión de una incomodidad sangrante —el novio descubre a la chica con el profesor—, tienen algo que decir. Uno no puede evitar emocionarse cuando el personaje al que da vida un excelente Giancarlo Giannini descubre ante Dominici el poemario que éste escribió años atrás. Una latente homosexualidad —el film no se corta en su visión del sexo, uno de sus puntos fuertes— navega por dicho personaje, y la despedida, entre versos del citado libro, abarca sin complejos el sentimiento de la verdadera amistad, el único instante en el que Zurlini marca una emoción contenida. El desenlace que posee la película es quizá el único posible, lleno de un dramatismo tan feroz como secante. Tras verla quedan los ecos de la sentida trompeta de la banda sonora de Mario Nascimbene, sonando durante días.
Recomendación: Cuidado con el montaje de las distintas versiones del film, el bueno es el que dura unos 130 minutos aproximadamente.
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