Aún reciente el mal trago que me ha hecho pasar la excelente 'Expediente Warren. The Conjuring' ('The Conjuring', James Wan, 2013) me ha parecido oportuno revisar una película de la talla de 'La leyenda de la casa del infierno' ('The Legend of Hell House', John Hough, 1973) —conocida también como 'La leyenda de la mansión del infierno'— que une a dos personalidades imprescindibles dentro del cine fantástico y/o de terror. Por un lado el recientemente fallecido Richard Matheson, autor con una imaginería fuera de lo común, y por otro el no lo suficientemente reconocido John Hough, quien tras empezar su carrera cinematográfica con la presente y 'Drácula y las mellizas' ('Twins of Evil, 1971) terminó enterrado entre telefilms.
'La leyenda de la casa del infierno' sigue la estela dejada por películas como 'The Haunting' (id, Robert Wise, 1963), todo un icono en el subgénero de casas encantadas, imitada hasta la saciedad e incluso con un penoso remake de 1999 que es mejor olvidar. Un grupo de personas pasará un tiempo en una casa supuestamente encantada en la que solo ha sobrevivido una persona con anterioridad, un médium físico que repetirá experiencia. Juntos tratarán de encontrar una explicación racional a los terribles sucesos acaecidos allí. Si se quiere ver desde cierta perspectiva, podríamos hablar sin problemas como un referente muy claro de series como 'Expediente X' ('X-Files') o 'Fringe' por cuanto los personajes se dedican a la explicación de fenómenos paranormales.
(From here to the end, Spoilers) Si en el film citado de Robert Wise —nota mental: hacer un especial de grandes directores olvidados— la casa en cuestión era un ente que despertaba la psico de varios de los personajes, en concreto uno, y sólo había una explicación para lo que allí sucedía, —entre otras muchas cosas podemos destacar la excelente atmósfera—, en la presente todos los personajes están cuidados y definidos, y las explicaciones tanto de carácter religioso como científico van de la mano, algo que rara vez se ha visto en films similares. La pluma de Matheson, adaptando su propia novela, apunta detalles muy ingeniosos y originales que abarcan el poder de la mente, la superstición, la religión y la pura fantasía. Lo racional y lo irracional echan un pulso y consiguen un inusitado equilibrio gracias no sólo al buen hacer del escritor, sino también al de Hough.
Con maneras muy setenteras en la realización —podemos encontrar grandes angulares, que subrayan muy apropiadamente la malsana atmósfera, y también algunos zooms de los que afortunadamente no se abusa— Hough consigue instantes narrativos llenos de ingenio. Basta pararse en la presentación del personaje interpretado por un muy entregado, como siempre, Roddy McDowall —los cinéfilos de ahora le recordarán de maravillas como 'Noche de miedo' ('Fright Night', Tom Holland, 1985) mientras que otros lo hacemos de cosas como '¡Qué verde era mi valle!' ('How Green Was my Valley', John Ford, 1941) o más tarde de uno de los simios más populares del celuloide—, el médium Fischer, que tras ser descrito como alguien que no quedó bien mentalmente tras la terrible experiencia con la casa acto seguido es mostrado por Hough totalmente enfocado con un fondo borroso que corresponde el paso de un tren.
'La leyenda de la casa del infierno' presentó algunos elementos originales, que como siempre fueron más que explotados en producciones posteriores no sólo cinematográficas. En ella podemos encontrar rótulos que señalan la fecha y hora de los sucesos, aportando curiosos datos al relato más allá de una señal horaria. Las extrañas elipsis no hace más que destacar el hecho de que tal vez esa casa se halle en algún lugar entre este mundo y cualquier otro, y en la que cualquier interpretación puede ser posible. Hasta bien entrada en materia la película juguetea con la posibilidad del fantasma de Belasco —el horrible patriarca de una familia, un tirano que ejerció todo tipo de humillaciones de índole sexual a los suyos— y también con la probabilidad de que todo esté producido por el poder de la energía que reside en la mente humana y destapa nuestros miedos. El giro final resulta no sólo espléndido por inesperado sino por la aplastante lógica con la que es planteado.
Como casi toda casa encantada, el pasado de la misma ejerce un enorme poder en el presente. Un fantasma en pena necesita ser exorcizado o expulsado de aquel lugar, y la solución que encuentra Matheson para ello está llena de atrevimiento, algo que los escritores de guiones de hoy día parecen haberse olvidado en el cajón de las cobardías para contentar a los amantes de lo políticamente correcto. Lejos de los métodos vistos en numerosas películas por el estilo el fantasma en cuestión —al que aporta su imponente presencia el característico Michael Gough, casi en un autohomenaje y sin acreditar— es vencido echándole en cara y a grito pelado su propio trauma. Ese momento, sobre el papel muy delirante, cobra una inesperada fuerza en manos de Hough, un clímax aterrador en el que se calibra muy bien el efectismo, y al que se ha llegado con una enorme coherencia interna.
Inolvidable para mí toda la carga sexual del film, que lleva a secuencias que más tarde inspirarían la endeble 'El ente' ('The Entity', Sidney J. Furie, 1982) —me refiero evidentemente a ese desconcertante coito entre espíritu y humana—, o todo el desmelene del personaje de Gayle Hunnicutt, personaje anodino hasta que explota toda su sensualidad dejando al espectador completamente perturbado. Eso es una presencia femenina y lo demás sueños infantiles. Y ahora si me lo permitís voy a seguir bebiendo y celebrando mi cumpleaños hasta el amanecer. Pero volveré, con la historia de unos monolitos asesinos y el segundo asalto del año a la Casa Blanca.
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