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Añorando estrenos: 'La casa dalle finestre che ridono' de Pupi Avati

Pupi Avati es uno de los cineastas italianos más desconocidos en nuestro país, en el que apenas se han estrenado un tercio de su obra —en su momento hablamos de ‘La segunda noche de bodas’ (‘La seconda notte di nozze’, 2007)—, una verdadera pena teniendo en cuenta el envidiable dominio que tenía Avati en géneros varios como la comedia o el cine de aventuras. Pero donde destacó sobremanera este, en un principio, músico y experto en jazz —lo dejó porque cayó en la cuenta de que sólo sería un músico normal y no un genio, realizando incluso varios documentales y series sobre dicho estilo— fue en el género de terror.

Su nombre se escribe con letras de oro en la historia del fantaterror italiano ya sólo por haber dirigido la presente ‘La casa dalle finestre che ridono’ (1976), una joya donde las haya, considerada por muchos como la última obra maestra de un género que comenzó con ‘La muchacha que sabía demasiado’ (‘La ragazza che sapeva troppo’, Mario Bava, 1963) y concluyó oficialmente con ‘Tenebre’ (id, Dario Argento, 1982). Así mismo propone una más que sugerente variación sobre las propias reglas del giallo, dejando secuencias para la posteridad, y sin llegar a pertenecer totalmente al sub-género, más bien es una cinta de terror gótico.

‘La casa dalle finestre che ridono’ —título que traducido al español sería La casa con las ventanas que ríen— es un viaje al mismo centro del horror, o del miedo, como se prefiera. Un paseo por terror de alto grado en una película que revela a Avati como un perfecto creador de atmósferas, acercándose y alejándose del giallo, reinventándolo, y hasta subvirtiéndolo, jugando con el espectador hasta límites insospechados, tanto en lo formal como en lo argumental. Prodigio de equilibro ético/estético que puede provocar verdaderas pesadillas.

Ya en los títulos de crédito iniciales Avati demuestra que en ‘La casa dalle finestre che ridono’ puede pasar de todo, sembrando en el espectador la semilla de la incomodidad. Un cuerpo masculino es acuchillado salvajemente mientras se oye una tenebrosa voz que parece decir cosas sin sentido. Lo que más tarde se revelará como una morbosa unión entre arte y horror a través de la pintura, sacude al espectador desde el primer segundo, para acto seguido llevarle a un pueblo en el que la palabra normalidad no parece existir en el diccionario. Un relato de terror y violencia en medio de un marco rural.

Pervirtiendo el género

En ese ambiente, que evoca títulos e intenciones de cineastas que recurrieron a ello para describir la maldad humana, caso de Lucio Fulci y Tobe Hooper, dentro del género —aunque la principal referencia en ese aspecto es 'The Wicker Man' (id, Robin Hardy, 1973)—, o Sam Peckinpah, Avati desmonta por completo el giallo. Para empezar, los asesinatos se producen en off, las escenas eróticas se practican con ropa, al menos hasta ¡que el fundido en negro sugiere el acto sexual, todo ello en beneficio de una de las atmósferas más enrarecidas y escalofriantes que ha dado el cine, y de la cual se han visto influenciados numerosos cineastas, sobre todo David Lynch. Eso sí, el tramo final es la catarsis absoluta de todo el relato y sus personajes.

Las sorpresas desveladas en ese tramo final muestran una de las grandes características del género, para un servidor la más llamativa y atrevida: su irreverencia religiosa. En esos minutos finales, densos como pocos, se llega con ello a extremos impensables, revelando la identidad de los autores de los asesinatos, a la par que se da una bofetada sin miramientos ni vergüenza a las creencias y el miedo —el silencio de un pueblo donde todo el mundo sabe más de lo que dice—. Nunca un pecho descubierto tuvo tanta mala baba ni intenciones tan perversas. Ecos de Hitchcock, milimétrica puesta en escena y el horror en estado puro.

‘La casa dalle finestre che ridono’ demuestra la superioridad de Pupi Avati en el género del terror, en el que también hizo las destacables, y poco reconocidas por estos lares, ‘Thomas e gli indemoniati’ (1970), ‘Le strelle nel fosso’ (1979), ‘L’arcano incantatore’ (1996) y ‘Il nascondiglio’ (2007). Este perfectamente denominado “cine invisible”, que diría Adrián Esbilla, deberían tener más difusión. Secuencias como las del protagonista abriendo una puerta en la oscuridad, y Avati plasmando el instante como si de un cuadro se tratase son únicas y repetibles. La idea de la obra perfecta a partir de la muerte es un tema de lo más sabroso en cineastas como el italiano. Lo dicho, una joya.

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