Tras ‘Alas y una plegaria’ (‘Wings And a Prayer’, Henry Hathaway, 1944) nos vamos al fondo del mar con la ópera prima de uno de los escritores y directores más interesantes de los años cuarenta y cincuenta en el cine estadounidense: Delmer Daves. El que había participado en libretos de películas como ‘La reina Kelly’ (‘Queen Kelly’, Erich Von Stroheim, 1929), ‘El bosque petrificado’ (‘The Petrified Forest’, Archie Mayo, 1936) o ‘Tú y yo’ (‘Love Affair’, Leo McCarey, 1939) debutaba con un film bélico perteneciente a lo que podría considerarse un sub-género: películas de submarinos.
En pleno 2016 podemos echar la vista atrás y en el citado subgénero podemos citar algunas películas que bien merecen estar en una especie de podio. Trabajos de directores como Wolfgang Petersen, John McTiernan, Tony Scott o Jonathan Mostow están en la mente del aficionado. ‘Destino: Tokio’ (‘Destination Tokyo’, 1944) fue de las primeras, en una época en la que no eran tan comunes, y su misión era la de levantar el ánimo entre la sociedad estadounidense y los combatientes. La diferencia con el grueso de este tipo de films la marca el trabajo de Daves.
Con un guión del propio director, ayudado por Albert Maltz —escribió los libretos de películas como ‘Clandestino y caballero’ (‘Cloak and Dagger’, Fritz Lang, 1946) o ‘El seductor’ (‘The Beguiled’, Don Siegel, 1970)—, ‘Destino: Tokyo’ narra la historia de un submarino que debe llevar a cabo una misión muy peligrosa en aguas japonesas. Una premisa de lo más común que alcanza las dos horas y cuarto de metraje, en el que se introducen varios elementos muy bien distribuidos. Si algo ofrece el film de Daves es entretenimiento.
Un entretenimiento que es algo más que pasarlo bien. A pesar de ser un film de propaganda, algo que se nota muy claramente en un par de secuencias —sobre todo el plano final— Daves rehúye del panfleto en más de una ocasión, algo por otro lado inesperado en aquellos años de guerra. Baste citar el discurso del Capitán Cassidy —un espléndido, como siempre, Cary Grant, en sustitución de Gary Cooper— a la tripulación tras la muerte de uno de sus hombres. Un discurso que, en lugar de tirar por lo de siempre, pone el acento en el lado humano.
Un film preciso y emocionante
Es precisamente ese aspecto el que hace ganar puntos al, por otro lado, excelente film bélico. El día a día de la tripulación —tal y como Hathaway hacía en el film citado—, con varios personajes narrando sus historias personales, y descubriendo poco a poco sus caracteres. John Garfield da vida al típico ligón fanfarrón, que siempre presume ante sus compañeros de las mujeres con las que (no) ha estado, y es el elegido para una peligrosa misión en tierras japonesas; el simpático cocinero al que da vida Alan Hale; el mecánico que no cree en Dios; el sospechoso parecido de Dane Clark con James Stewart; etc.
‘Destino: Tokyo’ es un film más denso de lo que parece a simple vista. Dos de sus bazas más importantes es la de entrelazar el drama personal de los personajes con la misión que deben llevar a cabo, también el suspense aplicado en los instantes de “aventuras bélicas”, señalando además hasta dónde un hombre es capaz de llegar cuando experimenta un momento catártico. El instante del japonés abatido que asesina a uno de la tripulación, o el no creyente que dice “amén” cuando finaliza una improvisada operación de apendicitis son algo más que episodios.
En cuanto al suspense que aplica Daves a la parte bélica no son pocos los instantes al respecto. Todas las secuencias submarinas están planteadas así, al igual que la misión en tierra o el angustioso momento de la bomba que ha caído en la cubierta pero no ha explotado. En cuanto al enemigo, éste jamás posee rostro, salvo el del piloto abatido al que acribillan a balazos, y algunos soldados en tierra. No eran tiempos de ser comprensivos, el recuerdo de Pearl Harbour estaba demasiado reciente.
Como anécdota decir que las operaciones realizadas por el submarino —por cierto, excelentes efectos visuales de la época, mezcla de imágenes reales y maquetas— en el film son mostradas con tanta precisión que la película se usó en entrenamientos reales durante la Segunda Guerra Mundial.
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