En la reciente entrevista al director de la temporada, Alberto Rodríguez, que está encandilando a prácticamente la totalidad de la crítica con ‘La isla mínima’ (2014), éste declaraba que una de las influencias de su alabada cinta era el film de John Sturges que hoy no ocupa, ‘Conspiración de silencio’ (‘Bay Day at Black Rock’, 1954), una de las cintas clásicas más admiradas por alguno de nuestros cineastas más cinéfilos. Una joya por la que no pasa el tiempo, incluso se vuelve más actual, y que a punto estuvo de dirigir Don Siegel, quien declaró más de una vez que era el mejor guión que había leído en su vida.
Un film de unos asombrosos 78 minutos —algo totalmente impensable a día de hoy en este tipo de cine— en los que afortunadamente no hay tiempo para los siempre innecesarios subrayados, y que desvela a Sturges como un experto en el manejo de los espacios y la planificación. Una historia que se mueve entre el western y el thriller, de asombroso equilibrio tonal, y que emerge también como una poderosa denuncia de carácter político, marcada por la sombra del mccarthysmo y las consecuencias del ataque japonés a Pearl Harbour.
Un thriller dramático vestido de western
Filmada por un Sturges en plena forma, en la mejor época que refleja su filmografía, los años 50, ‘Conspiración en silencio’ es un tenso relato que da comienzo con la llegada de un forastero, llamado Macreedy (Spencer Tracy), mientras la potente banda sonora de André Pervin va marcando lo que será la película. El Blay Rock del título es un lugar olvidado de la mano de Dios en el que hacía cuatro años que un tren no se detenía, de ahí que la llegada de un hombre, todo trajeado y manco, despierte las suspicacias de todo el pueblo, algunos por mero interés, otros porque esconden algo. Macreedy empezará a ser recibido de forma hostil por prácticamente todo el pueblo, y decidido llegará hasta el fondo del asunto.
Por un lado, el thriller, en el que poco a poco se va dando información al espectador, hasta que uno de los personajes secundarios, uno de esos que terminan del lado de lo justo, por así decirlo, termina confesando el horrible crimen que se cometió hace años en aquel lugar y que pesa sobre la conciencia de todos. Por otro el tono de western, un pueblo de Arizona, con pocas casa, mucho polvo y jeeps en lugar de caballos —atención a la espectacular persecución a mitad de metraje entre Tracy y Ernest Borgnine—, o ese tren simulando lo que podría ser una diligencia. Y de fondo la denuncia a un tema poco concurrido en el cine, el maltrato que sufrieron en Estados Unidos los japoneses durante la segunda contienda.
Tres son las cosas que destacan sobremanera en ‘Conspiración de silencio’. Un magnífico elenco encabezado por un Tracy brutal, a pesar de que pasaba una mala época personal, secundado por todo un equipo de lujo, Robert Ryan en otro de sus cínicos y peligroso roles, Ernest Borgnine y Lee Marvin como secuaces con los puños y las palabras muy ligeras, un inmenso Walter Brennan como una de las pocas voces sensatas del relato, y la muy de moda en aquel entonces Anne Francis, poniendo la nota femenina con desastrosas e incluso sorprendentes consecuencias para su personaje.
Lo que no se dice y puesta en escena, elementos de tensión
Segundo, los inteligentes diálogos en todo momento, basados sobre todo en decir lo que realmente no se habla claramente. Una historia de Howard Breslin —la primera de las dos únicas que hizo para el cine—, adaptada por Don McGuire, matizada por Millard Kauffman en el que muy probablemente sea su mejor trabajo como guionista. Un relato conciso, donde tiene más presencia lo que no se dice, y la violencia contenida en los diálogos es más tensa que la física que termina por explotar como inevitable catarsis de todos los personajes.
El tercero por supuesto es la puesta en escena de Sturges, quien firma una de sus mejores obras —para el que suscribe la mejor—, llena de hallazgos visuales de lo más efectivos. Al aspecto de western que posee el film hay que sumar la composición de planos por parte de Sturges, capaz de encerrar en un mismo encuadre a varios personajes, cada uno con una finalidad distinta. Contiene un profundo efecto dramático aquella secuencia en la que los principales personajes del pueblo se hallan en medio de un cruce de caminos formado por una vía del tren (el futuro) y un camino (el pasado). La escena es la muestra de la encrucijada moral ante la que se encuentran dichos personajes por desconocer, pero sí sospechar, el porqué de la llegada de Macreedy.
‘Conspiración de silencio’ es una película que, bajo su apariencia de thriller y western, trata con contundencia y sin piedad temas como la xenofobia o el racismo. Apenas realiza concesiones, e incluso en su desenlace invita a la comprensión, a dejar los prejuicios a un lado, con la medalla a un japonés muerto en batalla, hijo del que desapareció en Black Rock, y que simboliza lo que el personaje de Brennan sentencia, un punto de partida, hacia algo necesariamente mejor.
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