Vale, lo primero que me diréis es: “¿Qué te esperabas?” Pues por ahí voy: me esperaba un film entretenido y que me hiciese reír y pasar el rato. Si ‘Noche en el museo’, de Shawn Levy, fuese simplemente eso, ya estaría bien, aunque no fuera la película que me cambiase la vida. El problema llega cuando ni siquiera es capaz de entretenerte o de arrancarte una mísera sonrisa. Es decir, que una cosa es un film normalito para pasar la tarde y otra algo que no tiene por dónde cogerlo. Una es que sea formulario, clásico y que carezca de sorpresas y otra, que no funcione.
Y no creo que se trate de una cuestión de edades. La película podría ser buena para un público infantil y juvenil y yo no me quejaría de ella. Pero me da la impresión, a pesar de que estoy muy lejos del target para afirmarlo con certeza, de que no la habría disfrutado ni con doce años.
Con el mismo punto de partida quizá se podría haber construido un film más consistente. Pero la famosa noche en la que cobran vida todas las criaturas del museo se agota rápidamente y, a partir de ahí, el desarrollo argumental se convierte en algo sin fuerza dramática. Los giros de guión se sacan de la manga y todas las tramas referentes a personajes secundarios, como los de Robin Williams y Carla Gugino, son absolutamente banales.
Ni siquiera los actores Ben Stiller y Owen Wilson, que me suelen resultar graciosos —o, por lo menos, sus caras ya lo son antes de que comiencen siquiera a interpretar—, logran que me ría. La recuperación de viejas glorias de la talla de Mickey Rooney y Dick Van Dyke sirve como curiosidad, pero poco aporta. En momentos concretos, se detiene la acción para dejar que Ben Stiller haga su show. Esta gratuidad no es algo que se pueda considerar precisamente una virtud en ningún guión que se precie, sin embargo, todo lo demás es tan malo que casi resultan éstos los mejores momentos del film.
Por si todo eso fuera poco, además nos encontramos con el clásico mensaje sobre las responsabilidades, la familia y la figura del padre como un héroe, tan típicas en las producciones norteamericanas. Si protesté por este motivo en ‘La guerra de los mundos’, aquí es necesario decirlo también. Se trata de la misma situación: padre divorciado al que su ex y el resto de la humanidad considera demasiado irresponsable para cuidar de los/el hijo/s, demuestra que es un superhombre.
Para rematar, los efectos especiales en 3D no están muy bien hechos, sobre todo cuando se trata de los leones. El concepto de dar vida a seres pretéritos o desaparecidos ni siquiera se explota para dar pie a imágenes impactantes.
En definitiva: no se trata de un rechazdo genérico a películas de este estilo. Estoy segura de que hay muchos films de aventuras para jóvenes y niños/as que no están nada mal. Pero éste no es uno de ellos.
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