Siete años separan a ‘Un hombre soltero’ (‘A Single Man’) de ‘Animales nocturnos’ (‘Nocturnal Animals’), los dos largometrajes dirigidos hasta ahora por Tom Ford. En ambos casos contó a su favor con la curiosidad, en la primera por ver de qué era capaz este diseñador de moda tras las cámaras y con la segunda por comprobar si lo logrado con ‘Un hombre soltero’ era el primer paso de una prometedora carrera o un simple golpe de suerte.
Estrenada durante el pasado Festival de Venecia, mismo certamen en el que presentó su primera película, donde recibió grandes críticas -con el tiempo se han templado un poco, pero siguen siendo bastante buenas- y acabó llevándose el Gran Premio del Jurado. ¿Era merecido esto último? No lo tengo muy claro, pero sí que Ford sigue creciendo como director con una película que, pese a sus fallos, supera a su estimable ópera prima.
El excelente retrato de la ficción
‘Animales nocturnos’ nos cuenta dos historias muy diferenciadas pero con un vínculo directo entre ellas. Eso ya sucedía en la novela original de Austin Wright que Ford adapta para la ocasión, pero en su momento tomó una decisión que impacta de forma directa en la película, ya que decidió respetar de forma bastante escrupulosa una de ellas y alterar de forma muy significativa otra porque creía que el material de base no encajaba en una película.
Curiosamente, la parte de ‘Animales nocturnos’ que mejor funciona es la que replica la obra de Wright con un sórdido relato de violencia que en líneas generales no se desvía demasiado de lo que hemos visto en multitud de relatos similares. Lo que consigue elevarlo es el impecable trabajo de su reparto, ya que tanto Jake Gyllenhaal como Michael Shannon y Aaron Taylor-Johnson bordan sus respectivos personajes, consiguiendo así una mayor implicación del espectador.
También resulta esencial el trabajo de Ford tras las cámaras, empezando por la precisión milimétrica con la que capta todas y cada una de sus acciones, pero en especial por saber captar la sucia belleza de determinadas imágenes sin regodearse en exceso en ellas. Todo esto dejando espacio a las actores y a la historia para que respiren y simultaneándolo con gran acierto con la historia “real” de ‘Animales nocturnos’.
El relativo vacío de la realidad
Uno de los problemas que tuve con ‘Un hombre soltero’ es que me dio la sensación de haber cierto vacío más allá de su exquisito acabado visual y del excelente trabajo de Colin Firth. Sé que eso puede formar parte del propio deseo del director y que también puede ser perfectamente el caso en ‘Animales nocturnos’, pero una cosa es que sea deseado y otra que no dañe en mayor o menor medida el resultado final.
En el caso concreto de ‘Animales nocturnos’ hay una justificación razonable para justificar esa vacío colindante con la superficialidad, ya que resulta esencial tanto en el modo de vida contra el que quiso rebelarse Amy Adams en el pasado como con el que ha acabado teniendo que vivir, viéndose consumida progresivamente por él, algo que se acelera a medida que lee la historia de ficción que le ha enviado su ex.
Hasta ahí todo encaja bastante bien, pero Ford vuelve a incurrir aquí en priorizar en exceso el estilo sobre el contenido, marginando demasiado al resto de personajes -y eso incluye al propio Gyllenhaal, quien, pese a todo, vuelve a brillar- para que estén de forma total al servicio del dibujo del de, eso sí, una inspirada Adams -aunque a un nivel inferior al exhibido hace bien poco en ‘La llegada’ (‘Arrival’)-.
Hay ahí una reflexión interesante y un acabado visual igual de estimulante -aunque diferente- al de la otra parte de la película, pero esa sensación de vacío la daña, porque lo que busca contar es tan obvio y sencillo que acaba perdiendo fuerza por lo lánguida que puede llegar a ser. Lo realmente poderoso es ver cómo le afecta lo que lee y cuando se echa la mirada atrás para entender su situación actual -o incluso su propia relación con su marido, al que da vida un desaprovechado Armie Hammer-, no funciona igual de bien.
’Animales nocturnos’, en resumidas cuentas
‘Animales nocturnos’ es una de esas películas que me encantaría que me gustasen más de lo que realmente lo hacen -hay varias en esa lista mental y es algo que siempre me da rabia al acordarme de ellas-, ya que tiene muchos ingredientes para ser una gran obra, pero también acaba incurriendo en una serie de fallos hasta cierto punto comprensibles, pero que no por ello uno ha de aceptar sin más.
Esa irregularidad no deja de ser fruto del intento de Ford de llevarse la obra original a su terreno para incidir en los temas que a él más le interesan. Ese rasgo de autoría deja claro que no es alguien que vaya a echarse atrás por miedo ante nada, pero en su grandeza está también su debilidad y el resultado final acaba siendo fascinante pero, por desgracia, desigual.
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