Cuando uno piensa en Ghibli, lo primero que se le viene a la memoria, sí o sí, son los títulos que Hayao Miyazaki firmó para la compañía. Y si bien resulta lógico tal línea de pensamiento cuando dichas producciones son, casi sin excepción, las mejores que la productora nipona respaldó durante sus tres décadas de actividad, resulta toda una injusticia dejar de lado otros títulos que, como en el caso que hoy nos ocupa, rayan a considerable nivel.
De Isao Takahata ya hemos hablado en dos ocasiones en este especial, una, con esa dolorosa obra maestra que es 'La tumba de las luciernágas'('Hotaru no haka', 1988), otra, con la extrema belleza con que el japonés insufló a 'El cuento de la princesa Kaguya'('Kaguya-hime no Monogatari', 2013). Dos filmes que sirven de extremos a las cinco cintas que el octogenario cineasta firmó bajo el sello de Totoro y que encuentran en 'Recuerdos del ayer' ('Omohide poro poro', 1991) un magnífico ejemplo de lo atípico del cine de los estudios de animación nipones.
Una historia "corriente"
Atípico por cuanto, para empezar, 'Recuerdos del ayer' ni cuenta una historia fantástica protagonizada por una de esas heroínas adolescentes que tanto llegaron a caracterizar al cine de Miyazaki, ni hay en ella elementos sobrenaturales o criaturas salidas de la fértil imaginación de los responsables de la compañía. No, la cinta que hoy ocupa nuestro tiempo en este ciclo de animación nos narra una historia "común" que gira en torno a la búsqueda de la propia identidad.
Tan universal premisa de partida, ligada de forma intrínseca a la sociedad contemporánea y a nuestro rápido modo de vida, se ancla no obstante a la idiosincrasia japonesa mediante un mensaje que no es nada ajeno a la personalidad de fondo que marca a mucho del cine Ghibli en general, y a casi la totalidad de la filmografía de Miyazaki en particular: el amor por la naturaleza y la fuerte ligazón que dicho sentimiento guarda para con el sintoísmo, la religión nativa del país del sol naciente.
La puesta en valor que de ello se hace en 'Recuerdos del ayer' queda plasmada en la huida que, encubierta en forma de vacaciones, hace Taeko, la protagonista, de su ajetreada vida en Tokyo hacia la paz que ha encontrado en el pasado en el Japón rural, y en la toma de contacto con la madre naturaleza que le han propiciado las esporádicas visitas al pueblo de sus ancestros.
Pero en esta ocasión, dicha visita viene con compañía cuando, desde el momento en que decide partir, Taeko comienza a recordar con intensidad una etapa crucial de su infancia. Unos recuerdos que, introducidos durante todo el metraje a través de flashbacks, van jugando con el espectador a ir completando la personalidad de la protagonista y a justificar la forma en que ésta abraza el modo de discurrir las cosas en el campo.
'Recuerdos del ayer', excecpional animación
Contando con nuestra complicidad desde el principio por la naturalidad y honestidad con la que se nos presentan tanto todos los personajes sin excepción como el entorno en el que se mueven, es no obstante en la animación donde reside la mayor parte de la grandeza de este olvidado filme de Ghibli por cuanto ella nos acerca, de formas que sólo pueden ser definidas como asombrosas, al entorno natural en la que se desarrolla la acción.
Constante en todas las cintas que salieron de los estudios, el arduo trabajo que siempre se llevo a cabo para que los "escenarios" fueran un protagonista más y no un mero telón de fondo sin personalidad, alguna alcanza aquí cotas maravillosas que, no cabe duda, vienen a reforzar esa conexión con el sintoismo de la que hablaba antes: atendiendo a los fondos, a la inmensa calidad y el mimo por el detalle con el que se caracterizan, y al perfecto maridaje que se logra con los personajes, calificar con menos de sobresaliente a tan soberbia faz de la producción resulta de todo punto imposible.
Como injusticia es que un filme llamado a dejar una agradibilísima sensación en el espectador, y que no tiene más pretensiones que narrar una historia cercana de esas que saben como acariciar nuestro corazoncito, haya quedado casi relegada a un muy secundario plano enterrada bajo el relumbre de los buques insignia de una productora que, ya lo hemos dicho con anterioridad, debería retomar a la mayor brevedad posible su actividad para volver a regalarnos títulos como éste de tan inmensa pequeñez.
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