Habíamos crecido de manos de la inocencia de 'Heidi' y 'Marco', con los puños eyectables de 'Mazinger Z' y los lagrimones de 'Candy, Candy'. Éramos la generación que se engancharía irremediablemente a las gamberradas de 'Bola de dragón' en su primera emisión por las televisiones autonómicas y que también caerían rendidos ante la estructura reiterativa de 'Caballeros del zodíaco'. Y como éramos de esos, cuando Planeta DeAgostini nos propuso embarcarnos en la aventura del manga con el primer número de la serie roja de 'Dragonball Z' en 1992, dijimos que sí, gritamos que ¡adelante! y abrazamos con fervor el magnífico título de Akira Toriyama...y lo que vino con él.
Porque ser lector de cómics y tener los 17 años que por ejemplo tenía este redactor entonces significaba estar en la edad precisa para aceptar el masivo desembarco que de manos de Planeta y Norma se produjo en nuestras librerías casi de la noche a la mañana: de ser un concepto que desconocíamos por completo, el manga pasó a ser parte cotidiana de nuestra afición, y mes a mes llovían nuevas colecciones que nos abrían la puerta a mundos muy diferentes de los que proponía el cómic estadounidense o un tebeo europeo —y ahí meteremos al español— que al menos en mi caso se limitaba a 'Tintin', 'Astérix' y 'Superlópez'.
Un desembarco en dos tramos
'3 x 3 ojos', 'Crying Freeman', 'Mai. La chica con poderes', 'Dominion Tank Police', 'Patrulla especial Ghost', 'Akira', 'Las aventuras de Fly', 'Ashguine', 'Video Girl Ai', 'Ranma 1/2', 'Alita', 'Appleseed' ... títulos todos tan diferentes entre sí que, además, servían para ir dándonos a conocer la peculiar visión del mundo que tienen los japoneses y a los que vendría a unirse, en marzo de 1995, el primero de los quince volúmenes que Planeta llegaría a publicar de 'El puño de la estrella del norte', creación de Buronson y Tetsuo Hara que trasladaba a los lectores a uno de esos futuros postapocalítpticos que tanto abundaban en la ciencia-ficción de los ochenta.
En él, los autores nos presentaban a Kenshiro, un luchador que defiende a los más débiles en un mundo cruel y salvaje gracias al poder de 'el puño de la estrella del norte', un arte marcial que ataca a los puntos vitales del cuerpo y que provocaba que de un sólo puñetazo el protagonista pudiera reventar miembros, cabezas o lo que le diera la gana de los más descomunales de sus adversarios. Todo un repertorio de violencia en unas páginas que el estilo de dibujo de Hara llenaba de vísceras, escenas de combates imposibles y que a la chavalería de la época nos dejaba anonadados a cada nueva entrega y que, desgraciadamente —como con tantos otros títulos— nunca vimos terminar.
La política de agotar el mercado de la que Planeta se hizo presa pronto comenzó a dar sus primeros estertores, y los afectados directos éramos unos lectores que de un mes para otro, y sin previo aviso, veíamos como alguna de las colecciones que seguíamos desaparecía de la parrilla sin explicación. Eso sí, dada la gargantuesca cantidad de series que podíamos comprar al cabo de treinta días, que una o dos cayeran no era una tragedia si el dinero que nos ahorrábamos por un lado lo podíamos invertir por otro que, íntimamente relacionado con los tebeos nipones, fue motivo también de no pocas sorpresas. Me refiero, cómo no, a la edición en VHS de producciones de anime.
Manga Video, responsable inicial de la hazaña —a la que luego se irían sumando otros sellos como Anime Video o Selecta—, arrancaba su singladura en 1993 y lo hacía, precisamente, con la edición de la cinta que hoy nos ocupa, un largometraje de 110 minutos que se había producido siete años antes en el país del sol naciente y que, firmado por el mismo equipo encargado de la serie emitida entre 1984 y 1987 en la televisión nipona, nos iba a dejar a muchos con "las patas colgando" por mostrar a todo color y sin ningún tipo de concesiones, la misma hiperviolencia que recogían las páginas del manga del que nacía.
'El puño de la estrella del norte', festival de casquería
Resumiendo "de aquella manera" el primer ciclo del cómic —ya se sabe, alterando a placer la estructura básica del mismo, añadiendo un prólogo para aclarar el origen de Kenshiro, sacando algunos personajes y metiendo otros nuevos— y recibiendo por ello las críticas airadas de los fans más recalcitrantes, lo cierto es que el esquema de 'El puño de la estrella del norte' ('Hokuto no Ken', Toyoo Ashida, 1986) es, más allá de su muy obvias reminiscencias al universo de 'Mad Max - Salvajes de la autopista' ('Mad Max', George Miller, 1979) —que, cuidado, ya estaban presentes en el cómic de forma descarada— un filme cuyo guión podría haber dado para mucho más.
Pero en lugar de abundar en la construcción de ese páramo post-apocalíptico en el que se ha convertido la Tierra, en lugar de preocuparse algo más porque los muchos secundarios fueran más que meras comparsas sin protagonismo real, y en lugar de tratar de construir con mayor solidez a los principales, la cinta se va paseando de acá para allá y, nunca con suficiente interés en lo argumental, vuelca todo su afán en tratar de epatar con las incontables muertes que se van sucediendo sin parar desde casi el primer minuto de metraje con una animación poco agraciada que respeta el estilo de Hara pero a la que le falta la fuerza de éste.
Suavizadas con extraños efectos de video o utilizando colores de fluidos que no fueran el rojo hemoglobina —unos efectos que, vistos por primera vez, despertaban la pregunta de si aquello era censura occidental—, lo cierto es que el festival de constantes salvajadas que es el metraje de 'El puño de la estrella del norte' "lo molaba todo" cuando uno era adolescente pero, visto ahora con la edad que uno arrastra se contempla como eso, como un filme sin mucho del que entresacar cuyo sentido de la violencia no responde a nada en concreto, simplemente a mostrar cuántas más explosiones de cabezas mejor.
En ese sentido, esta adaptación del manga no se aleja mucho del frenesí de penes que fue otro de los primeros y más sonados lanzamientos de Manga Video, la recordada —y horrenda— 'Urotsukidöji – La leyenda del señor del mal' ('Chôjin densetsu Urotsukidôji', Hideki Takayama, 1989): salvando las distancias entre una y otra, que lo gratuito es una cualidad que se encuentra a manos llenas en ambos títulos es de un evidente que (a)salta a la vista...y al sentido del buen gusto. Eso sí, si me dieran a elegir, me quedaba a la legua con este 'Puño de la estrella del norte', una cinta que marco época y que sirvió a muchos para meterse de cabeza en un cosmos, el del anime, con puntos cardinales muchísimo más recomendables que éste.
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