Seamos francos: confiaba poco en ella. Es más, confiaba muy poco. A fin de cuentas, de las cuatro secuelas que Pixar ha producido hasta la fecha, el 50% había demostrado estar muy —pero que muy— por debajo de los resultados de sus predecesoras, por muy irregulares que éstos fueran originalmente en el caso de 'Cars' (id, John Lasseter, 2006).
Vale, me diréis que la segunda y tercera entregas de 'Toy Story' (id, John Lasseter, 1995) no sólo están a la altura sino que superan al filme original. De acuerdo con eso. Pero esta muy tardía segunda parte de 'Buscando a Nemo' ('Finding Nemo', Andrew Stanton, Lee Unkrich, 2003) olía aún más a oportunismo barato de lo que ya lo hicieron en su momento las continuaciones de las aventuras de Woody, Buzz y compañía.
Más, claro, con lo que quizás no contábamos los más escépticos del lugar —escépticos que, en mi caso, adoran todas menos tres de las producciones de la compañía del flexo— es con que, al tener de nuevo a bordo a Andrew Stanton, director y guionista de la cinta de 2003, Pixar estaba apostando de forma mucho más sólida por esta nueva incursión en las profundidades marinas de lo que lo había hecho con las lamentables segundas partes de las carreras de Rayo McQueen o las andanzas universitarias de los monstruos de armario.
Virtudes consabidas
Precedida por uno de esos cortos que nos dejan ya con la mandíbula caída —la perfección que está alcanzando la animación de mano de Pixar es algo que tiempo ha trascendió la mera sorpresa—, la apuesta de Pixar y Stanton se salda con un categórico sobresaliente. Así de contundente. Un sobresaliente que pone a la cinta que ya ha conseguido batir el récord de taquilla de primer fin de semana en lo que a producciones animadas se refiere, casi a la altura de su antecesora gracias a valores que se mueven entre lo esperable y lo completamente inesperado.
Y como quiera que los primeros son muy obvios, quitemósnolos de en medio de la forma más expeditiva y veloz posible para explorar lo que de novedoso hay en 'Buscando a Dory', que no es poco.
Dirección y animación. Esas son las dos cualidades de 'Buscando a Dory' ('Finding Dory', Andrew Stanton y Angus MacLane, 2016) que a nadie deberían sorprender rayen a un nivel "estratosférico". La primera, como ya pasara con 'Buscando a Nemo', es imaginativa, llena de recursos, de una claridad y una precisión narrativa asombrosas y confirma que Stanton es un cineasta de envergadura. Algo que ya sabíamos, no ya por la terna de cintas animadas de las que se ha hecho cargo, sino por esa fabulosa y maltratada cinta de ciencia-ficción que fue 'John Carter' (id, 2012).
En lo que a la animación se refiere, y tras haber asistido el pasado noviembre al despliegue de perfección sin par que fue 'El viaje de Arlo' ('The Good Dinosaur', Peter Sohn, 2015), lo que aquí podríamos abundar más allá de lo que ya afirmamos hace unos meses adquiriría muy pronto amplios tintes redundantes. Baste pues con aseverar que si eres de los que se fija en los detalles e intenta buscarle errores a una producción Pixar, te ahorres esfuerzos. El trabajo del equipo de animadores es tan PERFECTO que, cuando no hay seres humanos o peces por medio, parecería que estamos ante una producción de imagen real.
'Buscando a Dory', ternura y emoción
Dejando de lado aquello que, como decía antes, parece que ya viene de serie en cualquier cinta de la compañía comandada por Lasseter, pasemos a los "extras" que nos ofrece 'Buscando a Dory' de mano de un libreto y un tratamiento de personajes que, en el caso de éstos últimos, no se acomoda en el conocimiento de que, con los antecedentes de la cinta de hace trece años, ya había más de medio camino recorrido.
Antes bien, si Stanton y Victoria Strouse consiguen algo, es que tanto Marlin, como Nemo y, por supuesto, Dory, se presenten ante nuestros ojos con renovados matices. Unos matices que son reducidos en el caso del pequeño pez de aleta atrofiada, que abundan algo más en ese padre controlador que, un año después de los acontecimientos narrados en 'Buscando a Nemo' aún no ha aprendido a desprenderse del todo del excesivo celo sobre su entorno inmediato y que, centrados en la protagonista del filme, ofrecen un retrato aún más singular de la azulada desmemoriada.
De entre las muchas pinceladas que Stanton añade a la personalidad de Dory, es sin duda la ternura la que más evidente se hace a ojos vistas, algo de lo que es directamente responsable el que la cinta nos traslade de forma constante a la infancia de la pececita y nos permita descubrir de esta manera al que es, sin remisión, el personaje más mono, tierno y "achuchable" de cuántos han pasado por una producción Pixar.
Derivado de ese talante tan singular, es incuestionable que las emociones que maneja la cinta, tan variadas como las que pudimos experimentar en la búsqueda de Nemo, mantengan al espectador a bordo de una montaña rusa en la que van sucediéndose la tristeza, la risa, la subida de adrenalina, la descarga de ésta, las carcajadas, la congoja y un largo etcétera del que destaca la incertidumbre ante la imposibilidad de imaginar "qué pasará ahora".
Unido a tan espectaculares cualidades, el soterrado tono ecologista que se mueve por el trasfondo de la cinta, la forma en la que la película nos sitúa a los humanos en la posición de nuestros amigos marinos —aterradora la secuencia de la piscina infantil—, el claro mensaje acerca de la importancia de la familia —esté atada ésta a lazos de consanguinidad o no— y, casi se me olvidaba, el inmenso hallazgo que es ese pulpo llamado Hank, no hacen más que hablar de la grandeza de una cinta que, ya lo decía antes, nada tiene que envidiarle a su magistral hermana mayor.
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'Buscando a Dory', un feliz regreso (crítica de Chus Pérez)
Despedida y cierre
Tres años y cuatro meses. 861 entradas. Casi el mismo número de películas. Incontables líneas. Esos son los datos que arrojan mi estancia en Blogdecine. Una estancia que, tras un pequeño intermedio de algo más de medio año en 2014, llega hoy al que, espero, sea su final definitivo.
Cierto es que la vida da muchísimas vueltas y que alguna de ellas podría volver a ponerme en el camino de éste espacio que tantas alegrías me ha dado y del que tanto he aprendido. Pero, si todo va bien y mi futuro profesional inmediato se convierte en uno estable y de largo recorrido, es de recibo pensar que estos párrafos con los que hoy me he acercado a 'Buscando a Dory' sean los últimos que leáis con mi firma.
Aquellos a los que os apasione el mundo del cómic podréis seguir encontrándome en Fancueva —donde quizás, sólo quizás, termine hablando de nuevo de cine como ya hiciera en su momento—. Lo hagáis o no, vayan para todos, tanto los que habéis valorado mi trabajo de forma positiva y habéis dado aliento a mis dedos, como los que lo habéis hecho en términos algo belicosos y peyorativos, denostando mi forma escrita, estas sinceras GRACIAS. Creedme cuando os digo que de TODOS he extraído alguna enseñanza.
Y los agradecimientos más efusivos para mis compañeros. Aquellos que hacen posible que Blogdecine esté cargado de contenido y sea referencia indiscutible del séptimo arte en lengua castellana. Os llevaré siempre en el recuerdo.
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