El batacazo se veía venir de lejos. El nuevo reboot para la gran pantalla de la leyenda catódica 'Los Ángeles de Charlie', dirigido por Elizabeth Banks, se la pegó con más fuerza de lo previsto en su fin de semana de estreno, haciéndose únicamente con poco más de ocho millones y medio de dólares en la taquilla estadounidense. Un fiasco que su máxima responsable achacó a la postura de los hombres frente al cine de acción protagonizado por mujeres.
Sin necesidad de viajar atrás en el tiempo, se me ocurren unos cuantos ejemplos, como 'Atómica', 'Gorrión Rojo' o la inigualable 'Mad Max: Furia en la carretera', que refutan con datos la soflama de Banks; particularmente la cinta protagonizada por Jennifer Lawrence, calificada R y con un debut norteamericano que, sin ser desorbitado —de hecho, dista mucho de lo deseable—, rondó los 17 millones de dólares.
Pero, gusten más o menos y más allá de sus resultados en taquilla, existe una gran diferencia entre estos tres títulos, y el que nos ocupa, y esa es la calidad. Porque 'Los Ángeles de Charlie' no deja de ser un desangelado —jé— refrito que, usurpando ideas de todos los referentes habidos y por haber, da forma a un insípido cóctel de espionaje y acción que demuestra que, por norma general, los fracasos no están relacionados con el sexo de público y protagónicos, sino con los valores cinematográficos y la inteligencia del producto.
Don't call me Angel
Una vez superados los compases iniciales de 'Los Ángeles de Charlie,' y sin finalizar siquiera su primer acto, quedan totalmente al descubierto los cimientos sobre los que se edifican sus dos horas de metraje; una base que parece extraída de una sesión de brainstorming realizada en caliente después de hacer un maratón de las últimas entregas de 'Misión: Imposible'.
El problema de esto es que, mientras en los filmes protagonizados por Tom Cruise se abrazan los cánones del subgénero para incluirlos en la narrativa con agudeza, en la película de Elizabeth Banks estos se convierten en clichés y tópicos con aroma a alcanfor; y esto incluye a un villano con deje "Zuckerbergiano", a una premisa con una fuente de energía ecológica que resulta ser un arma aterradora, y una amalgama de giros que, de tan trillados, son incapaces de generar la más mínima sorpresa.
Si en términos dramáticos 'Los Ángeles de Charlie' resulta genérica y deslavazada, sus secuencias de acción no se quedan atrás, haciendo gala de una planificación y unas coreografías caóticas y perezosas; algo que se alinea con un tono igualmente disperso y falto de fuerza en el que la comedia ni termina de cuajar, ni deja despegar por completo a los segmentos centrados en el suspense.
Esto último duele particularmente, porque si algo merece la pena en este reinicio, eso es un trío protagonista encantador que rebosa química y carisma, y que parece estar pasándoselo en grande en cada escena; mención especial para una Kristen Stewart que, contra todo pronóstico, brilla fuera de su zona de confort y merece ser reivindicada como una actriz con una vis cómica envidiable.
Probablemente, la gran razón de ser de la nueva 'Los Ángeles de Charlie' sea su fuerte apuesta por un discurso feminista directo y articulado sin cortapisas, necesario en los tiempos que corren. No obstante —y, como hombre, no soy quién para dictar sentencia sobre cómo debe plantearse un discurso sobre el tema—, desde el patio de butacas, esta lectura transmite una sensación tan simplista, apolillada y obvia que termina cobrando demasiada presencia y devorando las pocas virtudes que atesora la producción.
'Los Ángeles de Charlie' es un claro ejemplo de lo que ocurre cuando se trata de devolver a la vida una franquicia que parecía muerta y enterrada para el fandom de medio mundo. Aunque, ya de hacerlo, bien podrían haberse servido de la autoconsciencia y la locura cinematográfica sin ningún tipo de filtro con las que McG moldeó sus dos aproximaciones a estos personajes en 2000 y 2003.
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