El mundo del wrestling norteamericano, conocido en España durante muchos años como ‘Pressing Catch’, ha generado multitud de personajes memorables desde que empezase a potenciarlos como reclamo para captar la atención del público durante los años 80. Hulk Hogan, Randy Savage, El Enterrador, El Último Guerrero… la lista es larga, pero en ella siempre ocupará un lugar especial André el Gigante.
25 años después de su muerte se ha estrenado un cuidado documental realizado por HBO sobre la figura de un luchador que también saboreó las mieles del éxito en la gran pantalla gracias a su participación en ‘La princesa prometida’ (‘The Princess Bride’). Su extraordinaria vida aparece reflejada en ‘Andre the Giant’ para dar forma a una obra imprescindible para los seguidores de la lucha libre pero también para los amantes de las buenas historias.
El ascenso al estrellato
Si algo eché en falta fueron más minutos dedicados a la infancia de André René Roussimoff, en especial a la curiosidad de que durante un tiempo fue el escritor Samuel Beckett, autor de la influyente novela ‘Esperando a Godot’, quien lo llevaba a clase porque el padre de André tenía dificultades para llevarle hasta allí. ‘Andre the Giant’ pasa bastante por encima de la vida de su protagonista hasta que le es diagnosticada acromegalia, una enfermedad vinculada a su enorme tamaño que limita de forma evidente la esperanza de vida de quien la sufre.
Lo que podía haber sido simplemente una tragedia pronto derivó en que alguien se fijase en él y diese el salto al mundo de la lucha libre. Es entonces cuando salen a relucir los medios de HBO para entrevistar a las personas adecuadas con la intención de ilustrar con todo el detalle posible que permite una obra de estas características cómo se convirtió en una gran atracción: todo el mundo quería verle luchar al menos una vez.
André había tocado el cielo con las manos y se estaba ganando a puso el apodo de la octava maravilla del mundo. Sí es llamativo que este documental pase un poco por alto el hecho de que además sabía desenvolverse muy bien en el ring, una de las claves que le permitieron brillar por encima de otros gigantes. No solamente tenía un tamaño considerable, también sabía hacer cosas que uno no esperaría ver en alguien de su tamaño.
Sin embargo, ‘Andre the Giant’ se preocupa más por la persona que por el luchador, pero tampoco se quiere limitar a ir saltando de curiosidad en curiosidad como su gran afición a la bebida, sobre la que se añade el vital matiz de que se debía más a los dolores que sufría que por sentir una devoción especial por el alcohol. Estaba claro que André era especial, pero no era necesario detallar sus feudos, sino incidir en que fue necesario que recibiera ese tratamiento para que no pasase a ser uno más en el ring,
Sobre el papel, todo el mundo esperaría que André hubiese sido multitud de veces campeón de WWWF -posteriormente WWF y en la actualidad WWE-, pero sus responsables sabían que era necesario mantener su condición de atracción, mostrándole siempre dominante pero limitando sus apariciones para dejar al público con ganas de más. Su vida fuera del ring también tiene su importancia y se nos muestra de maravilla que él era más que eso.
El épico enfrentamiento con Hulk Hogan, ‘La princesa prometida’ y la decadencia
Uno de los momentos más recordados de la historia de la lucha libre norteamericana tuvo lugar el 29 de marzo de 1987 en Wrestlemania 3. Hulk Hogan logró acabar con la invencibilidad de André levantándolo sobre sus hombros para arrojarlo posteriormente sobre el ring y ejecutar su movimiento final en los combates. No fue la primera vez que alguien alzaba a André, pero sí la primera televisada y se convirtió en una imagen icónica de forma instantánea.
Resulta curioso que sea una derrota suya lo que la mayoría recuerda más de André, pero es que a eso conviene añadir que ya entonces su estado físico era muy limitado, por lo que no podía moverse tan bien en el ring como antes. De hecho, a duras penas podía moverse y eso marcó los años finales de su carrera, en los cuales su influencia fue decayendo poco a poco hasta que simplemente ya no pudo subirse más al ring.
Se da la casualidad de que en 1987 también se estrenaba ‘La princesa prometida’, de lejos la película más popular de su breve filmografía y de la que se sentía muy orgulloso. Su participación en la misma aparece perfectamente ilustrada, empezando por el hecho de que el personaje estaba escrito con él en mente, su peculiar primer encuentro con Rob Reiner o el hecho de que su decadencia física ya se dejó notar durante el rodaje, resultando curioso el apunte sobre que le costaron más las escenas de lucha que aquellas en las que tenía que actuar.
No se menciona en el documental, pero se hizo muy buen amigo de Billy Crystal, hasta el punto de que en 1998 protagonizaría y co-escribiría ‘Aquí mi gigante’ (‘My Giant’), una película inspirada en la amistad que tuvo con André. Quizá el hecho de no ser una buena película ayudó a que Jason Hehir, director de 'Andre the Giant', lo pasase por alto, aunque justo es señalar que todo lo posterior a su muerte brilla por su ausencia y no creo que se equivocase con esa decisión.
El tono celebratorio sin caer en la oda excesiva había dominado ‘André the Giant’ hasta entonces -con anécdotas puntuales, como la referida a Arnold Schwarzenegger, la mar de simpáticas-, pero durante la fase final de su vida gana importancia el dramatismo, no buscando la lágrima fácil, sino simplemente subrayando que había llegado el momento la inevitable tragedia, y es que él mismo tenía asumido que no iba a tener una vida larga, así que decidió exprimir a fondo la que tuvo. Era especial y eso se recoge muy bien aquí.
Ver 6 comentarios