‘Un amigo extraordinario’ hizo que Tom Hanks fuese nominado al Óscar por primera vez desde 2001, cuando se fue para casa de vacío por su aclamado trabajo en ‘Náufrago’. En esta ocasión sucedió lo mismo, pero en España ni siquiera se había llegado a estrenar la película cuando se entregaron los premios de la Academia de Hollywood. Cuesta entender que una película así tardase tanto en llegar a España, pero es que la pandemia de coronavirus provocó un retraso aún mayor que llegó a su fin este viernes 21 de agosto.
Construida alrededor de Fred Rogers, una importante figura de la televisión norteamericana durante varias décadas, ‘Un amigo extraordinario’ supone también la vuelva de Marielle Heller tras la excelente ‘¿Podrás perdonarme algún día?’, donde también abordaba una llamativa historia real. Sin embargo, aquí se desvía del enfoque habitual de las películas biográficas para dar otro uso a Rogers, no intentando tanto profundizar en lo que pudiera haber detrás de su imagen pública como en los efectos que podía tener en la gente. El resultado es una delicia terapéutica con la mejor actuación de Hanks en varios años.
Transformación
La película parte de un artículo publicado en 1998 por la revista Esquire que ayudó a cambiar la vida de su autor Tom Junod. Por tanto, tiene lógica que ‘Un amigo extraordinario’ se construya también alrededor del periodista interpretado por Matthew Rhys, alguien con una fama que no ayuda precisamente a que haya gente interesada en hablar con él y que además pasa por una situación familiar complicada, ya que acaba de ser padre y casi en paralelo su progenitor -siempre es un placer ver a Chris Cooper-, con el que lleva años sin hablar, intenta volver a entrar en su vida. Es entonces cuando le surge la oportunidad de escribir sobre Fred Rogers, algo que le ayudará a evolucionar como persona.
Dicho así, ‘Un amigo extraordinario’ podría parecer una cinta obvia y con pocos alicientes, ya que cualquiera se puede oler cuáles van a ser los cambios en su protagonista y también que el personaje interpretado por Hanks va a venir un poco a suplir esa ausencia de figura paterna. Es lógico pensarlo porque no deja de ser así, pero la película no se limita a seguir el camino fácil y es la forma de contarlo lo que la eleva hasta conseguir trasladar ese función terapeútica del relato al espectador sin caer en el mero adoctrinamiento.
Y es que el guion firmado por Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster, dúo que el año pasado también participó en el libreto de ‘Maléfica: Maestra del mal’, no tiene problemas en alejarse de una evolución narrativa lineal para introducir multitud de incisos, en su mayoría para que sea el propio Rogers quien ilustre la situación del periodista. Unos desvíos que le sientan de maravilla a la película para incidir en aquello que le interesa sin caer en los subrayados innecesarios.
Emociones medidas
El motivo de ello es que es cierto que la capacidad de influencia de Rogers resulta esencial, pero también han pequeños apuntes sobre su personalidad que nos permiten entender mejor a alguien desprovisto de todo tipo de cinismo y cuya actitud recuerda más a la actitud que asumen algunos padres respecto a sus hijos, al mismo tiempo presentándoles el mundo pero intentando preservar su inocencia. Es como si alguien hubiese crecido siguiendo así pero además haya sabido cómo transmitir ese punto de vista único del mundo a la gente.
De hecho, eso es lo que realmente marca al protagonista, quien no puede evitar que oculta algo, ya que la vida le ha enseñado que todo el mundo lo hace. Eso crea un caldo de cultivo ideal para que descubrir que él mismo puede ser mejor persona y padre, ayudándole a cerrar las heridas emocionales que arrastra al mismo tiempo que lo hace con un espectador que asiste hipnotizado a una película que en cualquier momento podría haber caído en el peor de los sentimentalismos pero que a la hora de la verdad captura a la perfección ese delicado punto emocional del personaje de Rhys y cómo el de un Hanks sensacional resulta clave para adoptar otra forma de enfrentarse a sus problemas.
Todo eso está recogido a la perfección por Heller, quien no cae en el error de plantear el relato como una redención, sino como una historia de crecimiento personal. Es lógico desconfiar cuando te han dado tantos motivos para ello y esa pureza que representa Rogers no deja de ser la prueba de algo que él simplemente no creía que existiera. Describirlo como alguien mágico sería al mismo tiempo un acierto y un error, simplemente es alguien tan transparente como desconcertante, capaz de pedirle en cierto momento que guarden un minuto de silencio en una de las escenas con mayor resonancia de la película
En resumidas cuentas
‘Un amigo extraordinario’ es una de las películas del año, la historia de un hombre que cómo el encuentro de un cínico periodista con un ícono televisivo le lleva a querer ser mejor persona. Heller confirma todo su talento manejando con brillantez una historia que en otras manos podría acabar siendo empalagosa para ofrecernos un relato emocional que te hace abandonar la sala con una sonrisa de satisfacción en la boca.
Ver 1 comentarios