Aunque mi compañero Juan Luis Caviaro haya publicado una crítica sobre 'American Gangster', os incluyo también la mía, ya que la tenía prevista desde hacía varios días. Y no es que esté en desacuerdo con él, pues la cinta de Ridley Scott me gustó mucho: la única diferencia estaría en el entusiasmo. Creo que es un gran film, pero, a diferencia de él, yo sí le encuentro algún aspecto negativo, aunque sólo sea lo inmenso de su duración.
Como sabéis, nos encontramos a finales de los años '60 en un Nueva York dividido en guetos y dominado por las mafias. Uno de los jefazos de Harlem, a quien los habitantes del barrio aman porque les reparte comida, a pesar de que está metido en negocios sucios, muere de un infarto. Su chófer, Frank Lucas (Denzel Washington), consigue hacerse un hueco a través de los demás gángsters y ocupar el lugar del capo sin que nadie lo haya designado heredero. En su contra tendrá a uno de los pocos policías honrados de Nueva Jersey (Russell Crowe), que se tendrá que enfrentar, no sólo a delincuentes, sino también a sus propios colegas corruptos, para desmantelar el negocio de la cocaína.
Mi primera sorpresa fue comprobar que Denzel Washington hacía de malo. Un actor con esa trayectoria y con ese aspecto sólo puede se el héroe de las películas que protagonice. Pues precisamente ahí está la cuestión: se presenta al delincuente como protagonista del film y se apoyan sus andanzas como se narrarían las de un inteligente y valiente emprendedor que se hubiese hecho a sí mismo en cualquier tipo de empresa o negocio. No le quito mérito a las ideas, iniciativas y logros que este hombre tuvo en la vida real en la que se basa la historia de la película, pero considero algo cuestionable el que se exculpe casi por completo a una persona que estuvo vendiendo cantidades ingentes de droga a niños y jóvenes. Que los fiscales (SPOILER) pactasen con él para atrapar a otros traficantes (FIN DEL SPOILER) supongo que es algo lógico, pero que se presente en el film como si fuese un alma caritativa, me resulta un tanto chocante.
Por supuesto, no voy a pecar yo de mojigata. Una vez aclarado este punto, lo que toca añadir, ya centrándose en lo puramente cinematográfico, es que resulta fascinante ver cómo el personaje de Washington supera cualquier tipo de barrera y se hace con el negocio de la coca de manera admirable. Es justo ese aspecto de buena persona que tiene el intérprete lo que le lleva a lograr una actuación muy interesante y llena de matices. Si hablo siempre de lo importante que es que un personaje no sea blanco o negro (no hablo de la raza, aunque en este caso se podría aplicar), es decir, no caer en el maniqueísmo, éste es un perfecto ejemplo de tonos grises en los que un vendedor de sustancias estupefacientes es bueno y cariñoso con los que le rodean.
En el otro lado está un Russell Crowe que encaja perfectamente en su papel de hombre superado por las circunstancias, pero que, a pesar de todo, no se rinde y sigue adelante, un poco a lo bestia, como su físico desbordado sugiere. Como ya indicaba Juan Luis, el momento del juicio en el que su ex-mujer (Carla Gugino) le canta las cuarenta es uno de las escenas más impactantes y elocuentes del film. Los matices grises del policía ya se habían ido percibiendo, pero aquí se terminan de perfilar.
El retrato de dos personalidades tan interesantes y a las que se ha dedicado tanto tiempo, te hace suponer ya desde el principio que se producirá un encuentro, un duelo entre ellos. Estos instantes, que se dan al final, están muy bien llevados y casi podrían constituir un film por sí solos.
Quizá va un poco por ahí lo que le achacaría a 'American Gángster' sobre su duración. Ridley Scott nos ha contado demasiadas cosas en esta película y no ha tenido más remedio que dedicar dos horas y cuarenta minutos a ello. Sin duda, se podría haber entrado en "harina" (nunca mejor dicho) mucho más rápido. Los preliminares que se refieren al personaje de Crowe son demasiado extensos y parece que se hace eterno el tiempo que tardan en sospechar de alguien que llama tanto la atención como Lucas. En ese aspecto, aunque sólo hubiese sido en ése, se podría haber ido más al grano. Y a pesar de que digo que la película es más larga de lo necesario, no encuentro secuencias que claramente eliminaría, como ocurre con otras cintas a las que les sobra metraje, lo cual indica que, en realidad, para quien esté dispuesto a aguantar todo ese tiempo, todos los momentos de la película se pueden disfrutar.
La labor de dirección de Scott es magistral y la ambientación y desfile de personajes están llevados a cabo de maravilla. Se recrean tanto la época como los ambientes que ya no existen con una inmensa credibilidad. Éste es otro de los aspectos que más se pueden gozar del film, el saber que se está viendo algo grandioso, algo importante. Después de algunos films menos logrados, Ridley Scott ha vuelto a demostrar que es un gran director.
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