Por increíble que parezca, no había visto 'American Beauty', una de las películas más brillantes, turbadoras, complejas y por último, mejor valoradas de los últimos años. Ganó 5 Oscars, impulsó al hasta entonces director teatral Sam Mendes, y a su protagonista, Kevin Spacey, que ya había triunfado con 'Sospechosos Habituales' pero fue considerado actor de culto.
Cuando una película es muy ambiciosa se nota enseguida. 'American Beauty' comienza con un plano aéreo y una voz en off del que será protagonista, narrador y, qué remedio, compañero nuestro en este viaje que es la historia que cuenta la película. Nos adelanta que su vida es una frustrada versión del sueño americano, y que dentro de un año, habrá muerto, por lo que entendemos que nos habla desde el más allá. Es Lester Burnham (Kevin Spacey), un afligido cabeza de familia que vive en un esplendoroso chalet junto a su mujer Carolyn (Anette Bening) y su hija adolescente Jane (Thora Birch). A ojos de los demás, todo parece perfecto para la familia Burnham, pero Lester se encuentra en un cúmulo de circunstancias que le tienen a punto de explotar. Nuestro protagonista (nuestro "héroe" podríamos llegar a decir) deambula entre la apatía y el cinismo. No quiere salir a la calle mucho tiempo porque dan una maratón de James Bond en la TNT y convive con la idea de que su mujer y su hija le desprecian, cada una a su manera.
Dos acontecimientos ocurren casi simultáneamente y provocan una obligada evolución en el personaje. El primero es que Lester pierde su trabajo por resultar prescindible para la revista en la que era redactor, y el segundo, que se obsesiona con Angela (Mena Suvari), una amiga de su hija que sólo piensa en el sexo opuesto, de una manera frívola y superficial. Todo ello se complementa con la llegada de unos nuevos vecinos, una familia formada por el coronel Frank Fitts (Chris Cooper), su mujer Barbara, de un estado mental que podríamos calificar de vegetativo, y su inestable hijo Ricky (Wes Bentley). Para más inri, se intensifica la relación de su mujer, agente inmobiliaria, con un genio del oficio (Peter Gallagher).
Lester piensa que su felicidad pasa por intimar con Angela, a la vez que comienza a pensar por sí mismo y a luchar por su propia superación: chantajea a la empresa que le despide, hace ejercicio y se libera de una serie de estándares sociales que le estaban esclavizando. 'American Beauty' propone una combinación entre el realismo más honesto y la alegoría. El elenco de personajes extremos que pueblan por el universo particular de la película no es más que un retrato parcial de la sociedad americana, con elementos en los que la historia se entromete para mostrarlas sin hacer juicios manipuladores, como la homosexualidad, el adulterio, la pederastia, el consumo de drogas, la actitud fascista, la ambición personal... y los dos aspectos estrella de 'American Beauty', las frustraciones y las apariencias. El "qué dirán" es un elemento clave que mueve los comportamientos de los personajes, y despojarle de su importancia es clave para sobrevivir en un mundo que continuamente nos juzga, nos califica y nos (des)valora. Asimismo, plantea la idea de un ser superior que observe con benevolencia las miserias de los seres humanos.
Podría pensarse que 'American Beauty' es un conjunto de tópicos mostrados de forma global. Lo es. El guión de Alan Ball toma las facetas de una sociedad hostil y falta de valores, y los amolda a un sentido más relevante y profundo. La relación de Lester y Angela aparenta ser una vuelta de tuerca de la clásica historia de Lolita, pero va mucho más allá: explora la insatisfacción de un hombre en plena crisis de los 40, y la une con la inseguridad adolescente, que necesita de un estímulo real para no sentirse infeliz. Pero no nos engañemos: la película no es ni más ni menos que la catarsis de un hombre cualquiera, que al morir, plantea un mensaje abstracto sobre nuestro papel en el mundo. Puede ser que haya vida después de la muerte, y en ese caso, esta vida no es más que un suspiro, un chasquido de dedos, y darse cuenta de lo aprendido a posteriori, la tranquilidad de haber hecho "algo", es lo que prevalece. Por eso 'American Beauty' tiene un mensaje positivo, por mucho que esté disfrazado de crueldad y pesimismo.
La dirección de Sam Mendes es espectacular, así como la fotografía de Conrad C. Hall. Juntos sacan petróleo de cualquier escena, y se hace muy entretenida una película que, por sus características, -debería- podría haber sido lenta y aburrida. Mezcla "realidad" y ficción a base de planos innovadores, movimientos de cámara nunca antes vistos... y rosas. Su estilo trascendente y casi tremendista ha sido archi-imitado. No hay más que ver la perspectiva que toman películas como 'Cadena de favores' o 'Donnie Darko' para darse cuenta de que 'American Beauty' cambió la forma de narrar la vida de una persona que busca y ¿encuentra? Y los actores están (ya tardaba en mencionarlo) insuperables. Kevin Spacey es el actor perfecto para este papel, y es de lo más expresivo que podemos encontrar en Hollywood. Con todos sus defectos, su personaje requiere que empaticemos con él. Y Spacey lo hace posible, en la que probablemente es la mejor interpretación de su carrera. Annette Bening, Chris Cooper, Wes Bentley no se quedan atrás. Cada uno tiene minutos de sobra para mostrar su magnífico talento e inspiración para su papel en esta película en concreto. Quizá Mena Suvari y Thora Birch flojeen un poco, pero al menos no molestan. Mención aparte merece también la banda sonora de Thomas Newman, más experimental que de costumbre y con un repertorio francamente original, que por otro lado ha provocado numerosos autoplagios hasta la fecha (el último caso: 'Wall-E').
'American Beauty' es un clásico instántaneo, un ácido prisma de la vida de un hombre normal y corriente que está condicionado por su insatisfacción y por la falta de sentido que cree que tiene su existencia. Nos descubrió a Sam Mendes, un amante del estilo preciosista que mantuvo en sus posteriores películas ('Camino a la Perdición' y 'Jarhead', mucho menos logradas), y sacó a relucir la enorme valía de Kevin Spacey, un actorazo que sin embargo ahora vaga por películas de menor calibre. Escenas imborrables de nuestra memoria, diálogos impagables y personajes arquetípicos pero imponentes. Pongo de ejemplo la conocida "escena de la bolsa", en la que Ricky, obsesionado con filmar lo que ve cada día, le muestra a su amada Carolyn lo mejor que ha grabado nunca.