‘Alma salvaje’ (‘Wild’, Jean-Marc Vallée, 2014) está nominada a dos Oscars en la próxima edición de la dorada estatuilla, concretamente a mejor actriz principal, Reese Whiterspoon, que también ejerce labores de producción, y mejor actriz secundaria, Laura Dern, dando vida a la madre de la protagonista. De nuevo, y tras la excelente ‘Dallas Buyers Club’ (id, 2013), Vallée vuelve a narrar una historia basada en hechos reales, esta vez la lucha consigo misma de Cheryl Strayed, quien en un momento crítico de su vida decidió caminar 1.100 millas de la Pacific Crest Trail, recogiendo más tarde la experiencia en un libro.
Muchos se acordarán de ‘Hacia rutas salvajes’ (‘Into the Wild’, Sean Penn, 2007), que es prácticamente la misma historia, también real, pero con personaje masculino. Vallée ha logrado ser un poco más serio con un tema que a muchos puede sonar como una estupidez. Cierta corrección en la puesta en escena sin abusar de efectismos, pero desaprovechando muchas de las posibilidades del relato, un periplo de autodescubrimiento y cura por traumas pasados, en contacto con la siempre superior naturaleza.
‘Alma salvaje’ revela a Vallée como un buen narrador, sobrio como en su anterior oscarizado trabajo, y rehuyendo de tópicos a la hora de ensalzar la puesta en escena –el film de Penn parecía por momentos un videoclip con la todopoderosa voz de Eddie Veder−, jugueteando con la composición del plano cuando se trata de evocar la relación de Cheryl con su madre, una Laura Dern vista y no vista que parece poner toda la carne en el asador con un personaje no demasiado bien dibujado, a no ser que la intención de Vallée sea simplemente filmarla como figura materna, necesaria y vital en la vida de todo ser humano.
El film va narrando en paralelo presente y pasado de Cheryl, esforzada Reese Whiterspoon con una de las mejores interpretaciones de su carrera, lo cual no es decir demasiado dada la filmografía de la actriz. Baste llenarla con un poco de suciedad, una mochila enorme, ponerla a caminar, a sudar, y ya parece otra muy diferente, alejada de la estulticia dominante en muchas de las películas que ha protagonizado. Incluso aparece desnuda en algún que otro flashback que muestra su tonteo con las drogas, y una tracción irrefrenable a tener sexo con desconocidos.
Naturaleza y mucho aburrimiento
Así, y poco a poco, en un film que aburre demasiado en su esquema de caminante que se encuentra a diferentes tipos de personas por el camino, vamos viendo, mejor dicho intuyendo las razones que llevaron a Cheryl a marcarse la caminata de su vida, aunque en la película da la sensación de que realmente no tiene ganas de hacerlo, dadas las desdichas con las que se encuentra: ruidos nocturnos que la atemorizan, hombres de sospechosas intenciones, o accidentes varios que la obligan a arrancarse alguna uña del pie. El mensaje es fácil, quién algo quiere algo le cuesta, aunque en ocasiones lo que se quiere es ridículo.
Una huida disfrazada de viaje de redescubrimiento, de encontrar de nuevo lo verdaderamente importante, siendo testigos de la inmensidad de todo lo que nos rodea, o, al igual que se dice en cierto momento en el film, procurar estar en esos instantes del día en los que se produce un amanecer o un anochecer, alegoría de lo bello. Filosofía barata de andar por casa, que en Estados Unidos gusta bastante, sobre todo si eres un idiota que se ha superado a sí mismo, cualidades más que sobrantes para que allí hagan una película sobre tu vida.
Ni siquiera el hecho de ser mujer, con las consabidas connotaciones de machismo o feminismo en el relato, está bien aprovechado. Sólo un par de apuntes, simplones e intrascendentes, en una película que se supone algo trascendental, bañan una propuesta en ocasiones demasiado fría y poco emocionante. Lo mismo vale para el mini retrato sobre la soledad alejada de la civilización.
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