El director Uruguayo se mueve entre la 'Alien' de Ridley Scott y la 'Aliens' de James Cameron para firmar una secuela con aroma a reinicio
Los intrincados —o no tanto— mecanismos que mueven Hollywood han hecho que esta no haya sido la primera vez que vivimos esta situación: una saga icónica y muy querida por el fandom anuncia una nueva entrega que promete recuperar el espíritu y la esencia originales, levantando las sospechas y la desconfianza de unos parroquianos que, por norma general, saltan de decepción en decepción.
El caso de la franquicia 'Alien' no ha sido, ni mucho menos, una excepción a esta regla. Dejando a un lado los peculiares —por decir algo— crossovers de 'Alien vs. Predator', la mirada al pasado que dio Ridley Scott al universo del xenomorfo con sus 'Prometheus' y 'Alien: Covenant' en 2012 y 2017 ya sentó como un jarro de agua fría a muchos aficionados, haciendo comprensible el recelo hacia 'Alien: Romulus' desde que trascendió su puesta en marcha.
Desde entonces, la incógnita que ha rodeado a la producción ha sido la siguiente: ¿Puede una de las mejores películas de terror de todos los tiempos 45 años después de su estreno? Ha tenido que venir el uruguayo Fede Álvarez para confirmar que sí con una séptima entrega que entra directa al top 3 de la prolífica IP cinematográfica sin poder evitar hacer ciertas concesiones que, probablemente, invitarán a desconectar a los más puristas.
Regreso al pasado
Como alguien que vio por primera vez 'Alien: El octavo pasajero' con unos ocho años —obviamente mucho antes de lo recomendable— y que ha permanecido enamorado de ella desde entonces, puedo afirmar sin miedo a equivocarme que 'Romulus' ha sido como volver a caminar por los pasillos de la Nostromo una vez más. Una sensación mucho más intensa durante los dos primeros tercios del metraje y que se debe a dos aspectos concretos.
El primero de ellos es una atmósfera que, especialmente durante este tramo, apuesta por la tensión más visceral y contenida que caracterizó al largometraje de 1979; ajustándose a las necesidades del público actual con pequeñas pinceladas de acción que aumentan progresivamente hasta que el tono se hermana más con la 'Aliens: El regreso' de James Cameron, segunda gran influencia del relato.
Por otro lado, y esta puede que sea la guinda en el pastel de 'Romulus' y lo que me ha hecho perdonar algunas de sus decisiones más cuestionables —centradas principalmente en ciertos guiños—, encontramos una colaboración infalible entre los departamentos de diseño de producción y dirección de fotografía, que nos transportan a finales de los años 70 apostando por lo tangible siempre que es posible.
El uso de efectos prácticos, maquetas y animatronics se combina a la perfección con unos VFX de esos que están, pero no se dejan ver demasiado —a excepción, repito, de una referencia concreta que vuelve a demostrar que algunas tecnologías no están aún pulidas del todo—, y el DOP Galo Olivares inunda cada estancia de texturas y claroscuros armado con un arsenal de luces prácticas y humo, firmando un trabajo casi redondo.
Obviamente, no podemos olvidarnos de un Fede Álvarez que se reafirma como uno de los grandes directores actuales especialistas en género aportando su sello a la función; particularmente a través de ese dominio para mover la cámara y desenvolverse en espacios cerrados del que ya hizo gala en 'Posesión infernal' y 'No respires', y que vuelve a sacar a relucir para mantenernos en vilo durante un par de horas implacables.
Por supuesto, esta 'Alien' no hubiese sido lo mismo sin el gusto por el exceso del uruguayo, que no se corta a la hora de ponerse gráfico y casi escatológico, llevando un paso más allá todas las connotaciones sexuales del xenomorfo, su naturaleza y su ciclo vital, dejando una colección de momentos desagradables y grotescos que, a su modo, son una auténtica delicia.
Esclava de su legado
Como suele ocurrir con este tipo de productos, sus grandes peros están estrechamente relacionados con su naturaleza y su target de público objetivo, ubicada a medio camino entre la secuela de 'El octavo pasajero' y una especie de reinicio ideal para captar a las nuevas generaciones; algo que deriva en un cóctel de innovación en múltiples aspectos, pero también de repetición de fórmulas y lugares conocidos.
Para que el dibujo general sea claro, podríamos decir que 'Romulus' es algo similar a volver a ver 'Alien' por primera vez conociendo de antemano cuales son las reglas que rigen su universo y las criaturas que lo pueblan. Por ello, el factor sorpresa queda minimizado para los curtidos en la materia, quienes encontrarán alguna que otra revelación inesperada entre el greatest hits de ácido, bocas retráctiles y formas fálicas atravesando pechos.
Porque el filme se las apaña para introducir nuevos elementos en el lore —que no detallaremos aquí por eso de los spoilers— que asfaltan el camino para un futuro de lo más interesante para la franquicia, profundizando de paso en los sintéticos a través de Andy, el que, junto a la heroína protagonista de Cailee Spaeny, termina alzándose como el gran personaje de la cinta.
Pese a todo, no tengo ninguna duda de que 'Alien: Romulus' se alza como la mejor secuela de la serie desde 'Aliens', de la que, según mis filias personales, queda muy cerca. Y es que Álvarez y compañía han firmado una vuelta a los orígenes que me tiene deseando comprobar cómo evoluciona su renovada narrativa; y si lo que viene es la mitad de bueno que esto, no cabe duda de que los fans del xenomorfo tenemos un motivo de celebración.
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