'Alice, cariño' es el golpe de efecto definitivo contra los "buenos tíos", un drama lento pero incisivo que abre heridas que ni siquiera sabías que tenías

'Alice, cariño' es maquiavélica dentro de su abrumadora inteligencia. Es una película que no necesita de escenas de violencia explicativas al estilo 'Men' para ejemplificar lo que está ocurriendo. Al contrario: al vivir en el mundo de la psicología y las ideas es capaz de hacerte creer durante un tiempo que la relación de Alice y su novio es normal, casi incluso idílica, antes de asestarte el machetazo. ¿Cómo se iban a dar cuenta sus amigas -o ella misma- de lo que estaba pasando si ni siquiera el espectador ha sido capaz?

No te preocupes, cariño

Desde la irrupción del Me Too y la nueva idea de un Hollywood feminista hemos recontextualizado las películas sobre maltrato en la pareja. Ya no es necesario mostrar los golpes y las palizas para que, como audiencia sabia, sepamos reconocer una situación tóxica: incluso obras maestras como 'Tár' siguen repasando los márgenes y añadiendo capas a la problemática del poder, la violencia no explícita, la psicología y el dolor.

En un esfuerzo por mostrar las distintas vertientes del maltrato, 'Alice, cariño' se centra en una persona que en su búsqueda de una nueva identidad forzada de forma sutil ha dejado de saber quien es. Y, sobre todo, muestra una realidad de forma clara: la víctima no es consciente de serlo. Si lo fuera, no seguiría ahí. Pero es que eres una exagerada. Y una mentirosa. Y muy mala. Solo se está preocupando. Solo estás creciendo como persona gracias a él.

Pero 'Alice, cariño' se diferencia del panfleto en el que podría haberse convertido gracias a dos elementos clave: la sutileza y la realidad. En todo momento, la historia de su protagonista se siente verdadera porque evade el excesivo dramatismo: aunque estemos esperando esa gran escena de llantos, gritos y poner las cartas encima de la mesa de manera definitoria para que la heroína vaya caminando hacia el horizonte liberada de todas las cargas, la vida real no funciona así. Y la película es muy consciente de que la curación de Alice no va a ser ni inmediata, ni épica, sino un camino largo repleto de baches del que solo vamos a poder ver el principio.

Entre galletas y resacas

No puedo deshacerme lo suficiente en halagos ante el fabuloso primer acto de 'Alice, cariño', centrado en una relación de pareja que se siente natural a primera vista y en la que es difícil ver las piezas del puzzle que no terminan de encajar (esa parada para comprar galletas, ese sexo bajo la ducha). Es después, cuando la lupa sobre la pareja se aleja y nos permite ver el conjunto más allá del día a día, cuando somos capaces de identificar exactamente qué era lo que no nos cuadraba en estos minutos iniciales.

Esta fabulosa representación de la violencia psicológica se ve un tanto manchada por culpa de un final mucho más de brocha gorda en el que esa sutileza de sus inicios se diluye y pierde con un par de secuencias que contradicen el tono de la cinta: por más que el mensaje sea positivo, no siempre las buenas intenciones justifican ciertas decisiones argumentales y de diálogo que parecen rodadas con tono más paródico que realista.

Es un pequeño error de novata: Mary Nighy dirige un largometraje por primera vez y es factible que no haya controlado del todo la fuerza de su propia historia, trastocando sus propios planes y dando una conclusión definitiva a una película que, hasta ese momento, navegaba en el mar de las miradas y las reflexiones internas. No llega a destruir la cinta ni hace que sea menos impactante, eso sí: solo es un traspiés que trata de ser épico pero se queda en lo poco convincente.

Anna, cariño

La cinta se sostiene, en gran medida, por una Anna Kendrick en la mejor actuación de su carrera, asombrosamente diferente de todos en los que la hemos visto hasta ahora. Ella, con un ataque de pánico, tirándose del pelo, mirando el lago con tranquilidad, hablando con las miradas, hace que la película consiga elevarse y destacar por sí misma como una pieza de cine muy particular que no todo el mundo estará dispuesto a aceptar.

Y es que 'Alice, cariño' no cree en el dramatismo extremo, la música de violines, el villano apareciendo en contrapicado, la escena de persecución en la que dos coches entrechocan en la carretera. En su afán por mostrar una visión más realista del problema, tenemos realizaciones personales que transcurren poco a poco, una manera de dirigir naturalista, un problema en el que el espectador debe escoger si prefiere tomar parte o adoptar un rol más pasivo.

El cine tiene la capacidad casi inefable de ponernos un espejo en la cara y obligarnos a reconocernos a nosotros mismos, con nuestras bondades y maldades. Incitarnos a corregir comportamientos o ver errores que de otra manera no querríamos admitir. 'Alice, cariño' es el golpe de efecto definitivo contra los "buenos tíos" que jamás te harían daño, se preocupan por ti, te cuidan, te dicen que tus amigas no son buena influencia, te piden que te vayas antes de una cena porque quieren verte y te fuerzan a ir al cuarto de baño del restaurante a sacarte una foto de las tetas. ¿O es que acaso no le echas de menos?

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