Al leer la crítica de mi compañera Beatriz Maldivia sobre 'Algo pasa en Hollywood' ('What Just Happened', Barry Levinson, 2008) no podía creerme que la considerase como una película divertida. Si algo no tiene el film, es precisamente gracia. Desconozco las intenciones del señor Levinson al querer llevar a la pantalla la obra de Art Linson, conocido productor —entre otras, ha metido mano en 'Los intocables' ('The Untouchables', Brian De Palma, 1987), 'Heat' (Michael Mann, 1995) o 'El club de la lucha' ('Fight Club', David Fincher', 1999)—, que sin duda conocerá los entresijos de una profesión que visto lo visto, debe encontrarse entre las más estresantes entre aquellos que pertenecen a clases sociales altas. Tampoco conozco dicha obra, por lo que no sé si el propio Linson ha sido o no fiel a sí mismo, o si ya en su libro se encuentran las deficiencias que veo en el film.
'Algo pasa en Hollywood' —ridículo título tipical spanish que encubre el original, mucho más sutil y acertado— no me parece una mala película, incluso si la comparamos con la mediocridad reinante en la cartelera, hasta se podría decir que es de lo mejor que puede encontrarse en una sala de cine. Todo ello es gracias a la labor de Barry Levinson —director que se ha arriesgado muy pocas veces en su carrera—, que consigue que un relato que carece de absoluto interés no aburra, lo cual es un logro importante en estos tiempos.
'Algo pasa en Hollywood' narra la vida durante dos semanas de un productor en la meca del cine, que tiene que luchar las 24 horas del día —aunque son varias las secuencias en las que le vemos levantarse, tras pasar el que probablemente sea el momento más placentero de su existencia, cuando duerme— contra un mundo que se mueve vertiginosamente, y en el que debe lidiar con las exigencias de los actores —la mayor parte estupideces—, o las extravagancias de los directores. Al mismo tiempo, debe convencer a sus superiores para que una de sus producciones tenga posibilidades en el Festival de Cannes; y cómo no, enfrentarse a los diversos problemas de su vida privada. En resumidas cuentas, un caos.
Barry Levinson intenta reflejar ese caos mediante un montaje dinámico, a ratos acelerado, y con la cámara siempre en movimiento. El estrés que sufre el personaje central se siente únicamente en esos momentos, todos meros nexos de unión entre los distintos bloques que componen el film, y que retratan los distintos quehaceres del personaje a lo largo de sus interminables días. El problema es que Levinson no muestra una intención en ello, como si lo narrado no fuera con él o no le interesase lo más mínimo. Si un artista no tiene una determinada intención, ¿qué nos queda a los demás? ¿Adivinarla por ciencia infusa? ¿Levinson quiere mostrarnos lo que ya sabemos, que Hollywood no es la maravillosa fábrica de sueños que parece desde fuera? ¿Que también allí, a pesar de las grandes estrellas, son todos seres humanos con sus defectos, sus manías, sus alegrías y sus lloros? ¿Para qué?
'Algo pasa en Hollywood' parece querer retratar un mundo que a muchos de los espectadores —los que realmente sostienen ese mundo— les resulta lejano y desconocido. Inmersiones dentro del cine ya ha habido unas cuantas a lo largo y ancho de los más de cien años que tiene este bendito arte. Películas como 'El crepúsculo de los dioses' ('Sunset Blvd.' Billy Wilder, 1950) o 'Cautivos del mal' ('The Bad and the Beautiful', Vincente Minelli, 1952), por citar sólo dos ejmeplos conocidos, reflejaban a la perfección los entresijos del negocio del cine, pero además esas dos películas tenían algo que la de Levinson no tiene: los personajes nos importaban. En 'Algo pasa en Holywood' ni uno sólo de los personajes que pululan por la misma, nos causa simpatía alguna, o nos interesamos por lo que les ocurre.
En lo que sí encontramos algo de interés es en las interpretaciones de todo su reparto. Robert De Niro, en su tercera colaboración con Levinson después de la magnífica 'Sleepers' y la floja 'La cortina de humo' ('Wag the Dog'), hace la mejor interpretación —a falta de verle en 'Todos están bien' ('Everybody´s fine', Kirk Jones, 2009)— de los últimos años de su carrera, en los que ha ido dando tumbos poniendo en pleigro su imagen. Ello tampoco quiere decir que nos encontremos ante una de sus geniales composiciones, pero sí se ve en cada uno de los planos en los que sale, que no son pocos, toda la experiencia adquirida, y cómo un actor es capaz de componer él sólo un personaje, por muy pobremente que esté tratado en el guión. A su lado no desmerecen una guapa, como siempre, Robin Wright Penn, cuyo esposo sale interpretándose a sí mismo, en un cameo que parece hecho simplemente para darle nivel a la producción. Bruce Willis, que también hace de sí mismo, al menos se ríe de su profesión, protagonizando la única anécdota divertida del film, y que parece ser está inspirada en un hecho real, protagonizado por Alec Baldwin en 'El desafío' ('The Edge', Lee Tamahori, 1997). La estupenda Catherine Keener como implacable mujer de negocios, el raro John Turturro, el aparezco hasta en la sopa Stanley Tucci, o la imposible Kristen Stewart como hija del personaje central, visten el film con personajes que se pierden en el relato.
Dejando a un lado algunos aspectos que llaman un poco la atención, como lo que sucede cuando la cinta se proyecta en Cannes —¿nadie ha supervisado el trabajo? ¿es una crítica a la memez de los productores?—, y el hecho de que Levinson carece de la acidez que esta crítica a su mundo necesitaba, 'Algo pasa en Hollywood' pasa como entretenimiento más que decente, gracias sobre todo al ritmo que su director le infiere, pero se queda por debajo de los esperado. Una vez más, en Hollywood pecan de políticamente correctos, de excesivamente conservadores y de falta de verdadera autocrítica.