Entre le excelente 'Enviado especial' ('Foreign Correspondent', 1940) y su primera colaboración con Cary Grant, de la que hablaremos en la próxima entrega de este especial dedicado a Alfred Hitchcock, la película 'Matrimonio original' ('Mr. & Mrs Smith', 1941) —a pesar de su título original nada que ver, afortunadamente, con el pésimo film de Doug Liman del 2005— fue abordada por el director británico como favor personal a una muy buena amiga por aquel entonces, la actriz Carole Lombard, una de las más grandes estrellas que ha tenido Hollywood, concretamente en los años treinta. Casada en aquellos años con el famoso Clark Gable, la bella y excelente actriz falleció en el culmen de su carrera en un accidente de avión un año después de la realización de la presente película. Su última película fue 'Ser o no ser' ('To Be or Not to Be', Ernst Lubitsch, 1942) y su temprana muerte —tenía 33 años— dejó al mundo del séptimo arte sin un talento enorme, entre otras cosas para la comedia.
Precisamente 'Matrimonio original' es una comedia, la única puramente dicha de su autor, tanto que se acerca a la muy de moda screwball comedy, y permanece como uno de los films más atípicos del mismo. Aquel que no la haya visto e intente buscar en ella los elementos que han caracterizado el cine del maestro se llevará una buena decepción. Como bien reconocería Hitchcock años más tarde, el film le llegó como un encargo al que no pudo negarse y se limitó a llevar casi punto por punto el guión escrito por Norman Krasna, en cuyo currículum se pueden encontrar películas como 'Candidata a millonaria' ('Hands Across the Table', Mitchell leisen, 1935) o 'Indiscreta' ('Indiscreet', Stanley Donen, 1958). La película jamás ocupará un lugar destacado dentro de la filmografía de Hitchcock, pero ello no quiere decir que nos encontremos ante un mal film.
(From here to the end, Spoilers) 'Matrimonio original' da comienzo de forma similar a las películas previas del director inglés aunque haya cambiado de registro. El típico travelling descriptivo que situaba la historia en lugar concreto, y siempre exterior, es aquí interior, en la habitación de un hotel en el que la cámara nos muestra el resultado de varias noches seguidas de un matrimonio que no ha salido de la misma en días. Evidentemente no estaban jugando a las cartas, sino dedicándose a las artes amatorias, evitando inteligentemente la censura tan estricta en aquellos años —¿ha cambiado algo?— a través de algunos de los diálogos y situaciones. Carole Lombard y un extraño Robert Montgomery dan vida al señor y señora Smith del título, un matrimonio que en tiempos de crisis se aísla por completo del mundo para recuperar la pasión perdida o lo que sea necesario.
El problema, podríamos decir el mgcguffin, surge cuando ella lanza una de esas típicas preguntas que suele lanzar una pareja en un momento dado y como no se tenga una respuesta inteligente se está literalmente jodido. ¿Qué pasaría si se tuviera la oportunidad de nuevo de volver a casarse, lo harían? Él, en una demostración de sinceridad extrema, da un rotundo no y empiezan los problemas. Así pues la sempiterna batalla de sexos está servida en una especie de tour de force de los dos actores, perfectamente compenetrados a lo largo y ancho del film —aunque hubiera dado algo por ver en el personaje masculino al inicialmente previsto Cary Grant— hasta que la situación se vuelve de tres —siempre había un tercero en las comedias románticas clásicas— y todo se alarga demasiado. Si algo podemos achacar a esta película es que se vuelve un poco repetitiva en su tramo final, cuando todas las cartas han sido mostradas y se retrasa en demasía el previsible final.
Sin embargo no estamos tampoco ante un film totalmente desaprovechado. Hay secuencias para el recuerdo, como por ejemplo esa secuencia en la que el matrimonio vuelve al restaurante en el que se prometieron, ahora convertido en un tugurio en el que hasta la sopa es sospechosa. También aquella en la que Montgomery explota a la perfección sus aptitudes para la comedia cuando finge hablar a la mujer que tiene a su lado en un restaurante con el fin de poner celosa a su ex-mujer. Dicho instante, que culmina con un glorioso "se está buscando problemas, amigo", es uno de los más hilarantes a los que un actor se ha sometido jamás y sin caer en el exceso o la caricatura. En dicho momento se ve acompañado de Jack Carson, que sale un par de veces en la película, y funciona mucho mejor que el soso Gene Raymond, que da vida a Jeff, socio y competidor amoroso del protagonista, y que no está a la altura.
Película pues relajada, entretenida, sin forzar demasiado nunca sus propuestas proporciona un rato ameno mientras habla con mucho sentido el humor, quizá de forma un poco conservadora, sobre el matrimonio como algo necesario para que una relación amorosa quede de alguna forma sellada. Una idea un tanto anticuada que se soporta gracias al ritmo que Hitchcock le imprime, a la gracia con la que está servida, y cómo no, a las sutiles referencias sexuales que se suceden en el relato. Producto más bien alimenticio que de ninguna manera puede enmarcarse como la única vez que el serio director inglés se hizo el gracioso, pues muchas de sus más conocidas películas están llenas de instantes humorísticos. Sí, superiores a los que aquí nos presentan. Siempre nos queda la belleza de Carole Lombard.
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