'Alacrán enamorado' es el segundo largometraje de ficción de Santiago A. Zannou, quien llamó la atención de los académicos en el 2009 que decidieron premiar 'El truco del manco' (2008) en la absurda categoría de dirección novel —el film acaparó tres Goyas—. Cinco años después de ese drama de hondura psicológica semi trascendental —eufemismo de no me marees y cuéntame algo que me interese— regresa con un drama deportivo lleno de clichés, tópicos y soserías varias que se centra en el mundo del boxeo tomando como base la novela de Carlos Bardem, que el mismo actor con ayuda del director han adaptado para la pantalla grande. El resultado está lejos de cualquier atisbo de calidad o interés para un espectador con bagaje. Quizá se hizo la película para espectadores de otro tipo.
Debo reconocer que el film al menos ha despertado en mí cierto interés por la obra original, que sin duda debe contener mucho más jugo que la película porque lo narrado tal vez en un libro queda mejor, no lo sé. 'Alacrán enamorado' película no consigue llegar a ningún lado, haciendo de los efectismos fáciles y trucos emocionales de baratillo sus armas de combate. La sempiterna historia de superación personal, con toques de denuncia, pero nunca sin mojarse demasiado, cayendo a veces en lo grotesco y haciendo pensar sobre la orientación del cine español, cada vez más perjudicado por mil factores pero que en este caso me llevan a una clara deducción tan obvia como demostrable: no debemos meternos en cosas que nos quedan demasiado grandes, y si se quiere imitar al cine estadounidense que sea con convencimiento y convenciendo. Con pasión. Con cojones.
(From here to the end Spoilers que no se presupongan en el tráiler) Álex González, que en este momento hace doblete como protagonista en la cartelera española, da vida a Julián, un jovencillo nazi, de esos sin estudios ni cerebro que se dedican a reivindicar estupideces, y de paso reventar a seres humanos. Le acompañan otros tres amigos —dudo que conozcan el significado de tal palabra—, pero más imbéciles todavía y con la violencia como única bandera o argumento posible. Pero hete aquí que un día Julián tiene una visión, el mundo del boxeo le atrae poderosamente, creyendo que tiene potencial para ello y ya de paso liberar tensiones. El conflicto está servido, hostiar a inmigrantes u hostiarse en el ring. La solución es fácil.
En el film las motivaciones de Julián de cambiar de vida no están explicadas, si acaso un par de esbozos sobre su desatrosa vida familiar, de la que sí es consciente, ya que mientras revienta cabezas de seres humanos no creo que se ponga a reflexionar sobre el errático rumbo de su existencia. En cualquier caso, y aunque eso no fuera necesario, su cambio es porque sí, y su buen corazón también —¿alguien ha nombrado 'American History X' (id, Tony Kaye, 1998) como una buena muestra de ese tipo de cambios bien explicados?—; una muestra del "a medio gas" del que hace gala la película durante todo su metraje, al igual que en el vago y básico retrato de los nazis —el instante de Miguel Ángel Silvestre hablando en alemán debería causar pavor, pero en realidad es un momento de comedia involuntaria—, en la más que previsible historia de amor, y lamentablemente en el aspecto más interesante del film, la relación entre Julián y su roto entranador, un excepciopnal Carlos Bardem, que se los come a todos, hermano incluido.
Es precisamente en la figura del citado personaje donde un servidor encuentra lo mejor de una película que trata de ser más seria de lo que realmente es. A pesar de las coincidencias más que evidentes entre 'Alacrán enamorado' y cierta obra maestra de Clint Eastwood, el film subre enteros cuando Bardem aparece en pantalla. Carlomonte respira más verdad que cualquiera de los demás personajes, se nota que su personaje es el mejor escrito de todo, y cómo no, al que más pasión le mete el actor/escritor. Es su historia personal narrada en off, su pasado en fuera de campo lo que nos conmueve y evita que, al menos yo, me deshaga en destrozar una película de nulo interés. Ese maduro, y casi entrañable, entrenador, tiene el corazón y los huesos rotos y alimenta su alma muerta con borracheras antológicas brindando por los sueños que se perdieron.
Es con Carlomonte con quien un servidor se emociona, sin concesiones, sin esperanza, y no con el resto de topicazos que se extienden a lo largo y ancho de una película que por momentos no sabe qué camino tomar. Una película que da comienzo en lo más alto y jamás regresa a ese nivel por lo que el clímax prometido apenas existe. Álex González se esfuerza, Javier Bardem le empieza a coger el gustillo a papeles de malvado, su hermano Carlos está soberbio y Miguel Ángel Silvestre pasa por ahí. Hallazgos muy, muy pasajeros, una omnipresente sensación dejá vu —como en otra película patria que comentaré en seguida—, y la felicidad absoluta de que esto no tendrá secuela.
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