Lo único que me ha dado miedo de esta película, que se estrena el viernes 14, es pensar la que voy a recibir tras mi crítica negativa, con lo bien que se ha hablado de Elio Quiroga en este blog. Por ello intento ser benévola y buscar los aspectos positivos de ‘La hora fría’. Sin embargo, no encuentro ninguno, salvo, en todo caso, la encomiable intención de hacer cine de género en España.
Un planteamiento más adecuado para un cortometraje que para un largo nos muestra cómo viven unas cuantas personas tras una guerra química. El protagonista, Jesús, un niño de ocho años, nos presenta a todos sus compañeros de exilio mientras graba con una cámara de vídeo momentos de su encierro. La muerte de una gallina les indica que va a producirse, por la noche, una hora fría, en la cual tendrán que encerrarse en sus cuartos para que “los invisibles” no los ataquen. Cuando llevamos casi media película se plantea la necesidad de acudir a un almacén a recoger alimentos y medicinas. Y allí por primera vez se muestra una amenaza: "los extraños". Se trata de seres que funcionan como arma química pues están infectados y pueden contagiar a alguien sano con sólo tocarlo. Mucho más adelante, los extraños tendrán que ser eliminados pues los protagonistas descubrirán que se están acercando demasiado al lugar que habitan.
Parece que hubiese resumido el argumento con mala idea, haciendo que suene ridículo a propósito. Pero no es así. Durante la mayor parte del metraje no ocurre nada. No es que nos encontremos en un conflicto derivado de la propia situación de forzada supervivencia, que podría estar bien, sino que no existe el conflicto. Debido a que los extraños sólo les pueden atacar si los refugiados incumplen determinadas normas y a que ocultarse de los invisibles es tan fácil, no hay nada que temer hasta el momento final. Y todo lo que vemos son secuencias sobre la vida cotidiana de estos supervivientes. El tiempo podría estar detenido y se podría incluso construir un film sin giros en el que nos envolviese una atmósfera de pánico o la angustia propia de un inminente fin del mundo. Sin embargo, tampoco es el caso y ninguna de las escenas da el más mínimo miedo.
El orden en el que están montadas las secuencias se podría alterar y daría igual, lo cual significa que no hay nada que nos lleve a lo siguiente y que todo ocurre porque sí, como por ejemplo, los repentinos cambios en la psicología de los personajes.
Todo se sujeta con hilos en 'La hora fría'. Una cosa es no justificar las fuentes del miedo, que ya hoy en día se acepta en muchos films, especialmente si son asiáticos. Otra muy distinta es incluir numerosos diálogos en los que se tratan de explicar estos orígenes, pero pasar por ellos como pisando huevos para no arriesgarse a meter la pata si se profundiza algo. Además de eso, los trucos para dosificar la información y no comunicárselo todo al espectador de golpe, sino poco a poco, son demasiado descarados. Un planteamiento tan somero, al mismo tiempo, se cree profundo y, como muestra de pretenciosidad, les pone a los personajes nombres bíblicos: Pedro, Pablo, Lucas, María, Magdalena, Jesús, Judas, Saulo, etc…
Junto al endeble guión, el peor de los aspectos de la cinta son las interpretaciones. No cabría ir nombrando uno a uno a los actores y actrices que lo hacen mal pues, quitando a los niños y a la adolescente, se presentan muy igualados, a cual peor uno que otro. Silke, Pablo Scola, Julio Perillán, Pepo Oliva, Omar Muñoz, Jorge Casalduero, Nadia de Santiago, Marco González, Carola Manzanares... son algunos de sus nombres.
La estética quizá es lo más aceptable de todo. Es probable que los lectores, si son muy aficionados al terror, aprecien el film, debido a las luces y sombras de su fotografía. Pero Quiroga no sólo falla en el guión y en la dirección de actores. Como realizador tampoco podemos pasarle por alto algunas cosas. Las pocas escenas de acción que hay están rodadas con una sorprendente falta de ritmo y de brío. El autor está más atento a transiciones con las que lucirse que a narrar —entre otras cosas porque no hay nada que narrar—, introduce con calzador movimientos de steady-cam donde no vienen a cuento y crea, en general, una planificación más propia de los cortos que de cualquier largometraje.
Es cierto que el presupuesto de la película puede haber sido bajo, pero eso no es óbice para obtener mejores resultados en las facetas, como el guión y el trabajo actoral, que he mencionado. Otros aspectos técnicos también resultan algo pobres. Aunque el film sea español y se haya rodado con sonido directo, siempre hay fragmentos que es necesario doblar porque las voces no se han tomado con las condiciones idóneas. Pues bien, las partes dobladas están fuera de sincronía.
Hay películas de serie Z que son muy malas y que precisamente por ese motivo se pueden disfrutar para echarse unas risas. En ocasiones os he confesado que he visto más de una de Uwe Boll con esa intención. Pero ‘La hora fría’ —en ese enlace se pueden ver tráilers y más información— ni siquiera aporta estos minutos de regocijo morboso. Se hace larga a pesar de no serlo y aburre hasta al apuntador. Si estuviese algo mejor, hablaría de lo poco original que es su punto de partida, de la cantidad de films similares —como ‘La cosa’ de Carpenter— que existen. Pero ojalá fuese esto lo único malo del segundo film de Elio Quiroga después de ‘Fotos’.
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