El realizador argentino Rodrigo Grande regresa a la gran pantalla con ‘Al final del túnel’, film que supone su tercer largometraje como guionista y director tras estrenar en 2001 ‘Presos del olvido’ (‘Rosarigasinos’) y ‘Cuestión de principios’ en 2009. En esta ocasión Grande se aleja del género humorístico y nos trae un thriller policiaco que recuerda vagamente en su propuesta a ‘Cien años de perdón’, que Daniel Calparsoro estrenaba tan solo hace unos meses.
No tienen nada que ver la una con la otra, entre otras cosas porque la historia de Calparsoro da comienzo con una gran tormenta y acaba con un sol espléndido, mientras que en la de Grande es al revés; la tormenta no llega hasta el final de la cinta. Pero en ambas películas hay factores comunes: el robo a un banco, algunos túneles que se inundan, la mención a ciertas cajas fuertes o los poderes políticos y policiales que se encuentran de por medio.
La "pared indiscreta"
El protagonista de la historia es Joaquín (interpretado por Leonardo Sbaraglia) un hombre de mediana edad que se encuentra postrado en una silla de ruedas tras perder a su esposa y a su hija en un accidente. Vive solo en un enorme y lúgubre caserón y subsiste arreglando ordenadores. La única compañía que tiene es la de su perro Casimiro, hasta que un día Berta (una bailarina de striptease a la que da vida Clara Lago) y su hija Betty de seis años llaman a su puerta respondiendo a un anuncio que puso Joaquín para alquilar una habitación.
La presencia de Berta anima bastante la vida de Joaquín, pero la alegría dura poco cuando se da cuenta de lo que está pasando al otro lado de la pared de su casa… Comenzará un juego de relaciones plagado de mentiras y desconfianzas que será la base para desarrollar la trama del thriller. Lo cierto es que el film comienza bastante flojo, dedicando más tiempo del necesario a la introducción, pero su ritmo y su acción se van animando a medida que conocemos el conflicto principal y se van desarrollando los hechos, que están plagados de pequeñas pero constantes sorpresas.
Una vez establecido el nudo del argumento, el guión de Grande consigue crear un ambiente de suspense al más puro estilo Hitchcock (más que nada, por aquello de que se trata de un hombre en silla de ruedas obsesionado con espiar un crimen vecino…), pero también es verdad que ese ambiente se ve malogrado por algunas secuencias que desentonan con él y resultan innecesarias para este tipo de película (la escenita del baile que el personaje de Clara Lago le hace al personaje de Sbaraglia para despertarle del “letargo”, por ejemplo).
Un guión con más y menos
Hay algunas cuestiones que no se terminar de explicar bien, como es el hecho de que no conozcamos en ningún momento la motivación real del personaje principal para involucrarse en el robo (probablemente ganaría más vendiendo su casa, como le sugieren en un momento, a lo que él no tiene una buena respuesta). Además, aunque es cierto que hay giros de guión bastante bien situados, justo el último que se produce casi al final es especialmente malo, no sé si lo que pretendía Grande con él era darle un mayor protagonismo a su actor fetiche, Federico Luppi, pero la historia podría haberse cerrado de una manera más simple y eficaz.
Por otro lado, Grande lleva a cabo un cuidadoso trabajo para recrear una atmósfera única (según él mismo declaró se basó en los climas literarios descritos por Edgar Allan Poe en sus novelas para conseguirla). Los hechos se desarrollan en escasos escenarios y casi todos ellos cerrados (la casa de Joaquín, la construcción de al lado donde los malos están excavando, el claustrofóbico túnel…) y gracias a esto se nota el buen trabajo de fotografía que Félix Monti lleva a cabo, con unas imágenes llenas de claroscuros.
'A final del túnel', no está mal
Con Sbaraglia realizando una loable interpretación protagonista, Pablo Echarri dando vida al inhumano antagonista, Clara Lago con un cuestionable acento argentino y un Federico Luppi bastante desaprovechado, Grande vuelve a plantearnos algunas cuestiones de tipo moral, como por ejemplo si es lícito robar a un ladrón, entre algunas otras cosas que es mejor no mencionar aquí para no destripar todo el argumento.
En definitiva, considero que ‘Al final del túnel’ es una cinta que está bien, a pesar de su extensa introducción, sus torpezas en ciertas partes del guión, y un final bastante mejorable. Porque, exceptuando estos detalles, en casi todo el film predomina una acción casi frenética, que mantiene al espectador pendiente gracias a la intriga que el director maneja y dosifica con mucha efectividad.
Lo mejor: La recreación de ambientes cerrados (e incluso claustrofóbicos) de Rodrigo Grande. Las interpretaciones de Sbaraglia y Echarri.
Lo peor: La introducción es algo extensa. El giro final del guión.
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