Son muchas las películas que consiguen llamar captar nuestro interés mucho antes de que se produzca su estreno. A ello ha ayudado el arrollador progreso de las campañas promocionales, las cuales nos proporcionan infinidad de información a cambio de arriesgarnos a enterarnos de mucho más de la cuenta. Sin embargo, hay ocasiones en las no es necesario saber gran cosa de una película para que nuestra curiosidad se dispare, ya sea por tener detrás a un director que consideremos infalible o por haber conseguido reunir a un reparto tan llamativo que con eso nos basta y nos sobra para querer ver lo que acabe saliendo de ahí.
Sólo con ver el primer tráiler de ‘Ahora me ves…’ (‘Now You See Me’, Louis Leterrier, 2013) ya supe que era una película que quería ver, siendo su reparto lo que me hizo sentir curiosidad en primera instancia. El problema de estos casos es que muchos actores no tienen problemas en aparecer en cintas de dudoso interés con tal de llevarse un jugoso cheque para casa y en los avances jamás te mostrarán a propósito las grandes debilidades de una película, por lo que las decepciones son cada vez más habituales. ‘Ahora me ves…’ es otra más, ya que no tarda en ir perdiendo interés tras su prometedor arranque.
Trucos del todo a cien
Hay un momento en la vida en el que todos hemos necesitado algo con urgencia y la única salida que nos ha quedado es comprarlo en todo a cien —todo a un euro en la actualidad— aún a sabiendas de que puede que funcionase casi a la perfección al principio, pero en la mayoría de los casos no tardarían en llegar los problemas y tendríamos que sustituirlo por algo de mejor calidad. Es una solución para salir del paso, pero no es la estrategia más recomendable a la hora de construir el guión de una película, siendo lo que sucede en el caso de ‘Ahora me ves…’
El inicio de la película lo tiene todo para ser la base de un entretenimiento vistoso y elegante que no complica las cosas más allá de lo necesario. Otra mentira más que nos cuelan desde Hollywood, y es que el libreto de Boaz Yakin, Ed Solomon y Edward Ricourt no tarda en convertirse en la fuente de todos los males de una película que llega a tales cotas en su tramo final que a nadie debería sorprenderle que muchos espectadores puedan acabar sintiéndose estafados ante la resolución propuesta. Ello no deja de ser consecuencia de la desacertada decisión de ir liando las tramas cada vez más y acabar en un callejón sin salida, optando entonces por un giro llamativo, sorprendente y que difícilmente podría ser menos convincente.
La vistosidad de ‘Ahora me ves…’
Los hay que defienden que el guión no deja de ser un mecanismo más utilizado por el director para dar lo mejor de sí superando las limitaciones del mismo —y también de su reparto y cualquier otro obstáculo que pueda encontrarse— y luego los hay que no podrían estar más de acuerdo con el comentario de Billy Wilder que dice lo siguiente: “Lo más importante es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas. No se pueden convertir los excrementos de gallina en chocolate”. Personalmente, me inclino algo más hacia este segundo bando, ya que son muy pocos los directores que realmente tienen la capacidad de hacer siempre una película mucho mejor que el guión que han de rodar, pero justo es reconocer que Louis Leterrier hace lo que buenamente en el caso que nos ocupa para que ‘Ahora me ves…’ parezca mejor de lo que realmente es.
La función de Leterrier es la de ejercer como habilidoso trilero para ir despistando al espectador al mismo tiempo que mantiene su atención con todos los elementos de los que dispone. ¿El resultado? ‘Ahora me ves’ es una película dinámica, ya que nunca dejan de pasar cosas, aunque éstas muchas veces no sean más que el resultado de un montaje conveniente acelerado —aunque sin llegar a resultar mareante, pues es más una consecuencia de mantener la ilusión del artificio de la historia— o de simples fuegos de artificio que la primera vez tienen su encanto, pero a la larga acaban resultando harto repetitivos. ‘Ahora me ves…’ es un truco de magia tan alargado que Leterrier también acaba quedándose sin ideas, ya que es un director limitado —que no malo— y hace falta mucho talento para jugar en todo momento con la credulidad del espectador y salir airoso.
Un reparto tan atractivo como desaprovechado
Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Morgan Freeman, Michael Caine, Mark Ruffallo, Melanie Laurent, Isla Fisher y Dave Franco. Con la excepción de este último, aún a la sombra de su hermano James, todos me habían demostrado su talento interpretativo e incluso química entre ellos, ya que los dos primeros ya compartieron cartel en la divertida ‘Bienvenidos a Zombieland’ (‘Zombieland’, Ruben Fleischer, 2009). ¿Qué podía salir mal? Pues que los personajes no estuvieran bien construidos, dando además la sensación de existir una innecesaria sobresaturación para poder contar con todos ellos.
La primera duda que me surgió viendo ‘Ahora me ves’ es que a santo de qué tenían que ser ‘Los cuatro jinetes’ y no tres o simplemente dos —con solamente uno sí que no funcionaría—. Cierto que se incide en las diferencias entre ambos, pero Eisenberg y Fisher acaban reducidos a poco más que el antagonismo entre ellos causado por su relación previa, Harrelson es un efectivo alivio cómico y Franco el lastre necesario. Algo más trabajada está la relación entre los personaje del siempre eficiente Ruffalo y la cada vez más bella Laurent, mientras que Caine y Freeman aportan su sobriedad característica, con el primero apareciendo menos de lo que me hubiera gustado y el segundo dando la sensación de estar pasándoselo en grande, pero la sensación reinante es una molesta superficialidad que hace muy poco por elevar los dubitativos méritos del conjunto.
Un gran reparto mal utilizado, un director que sólo puede levantar la cosa hasta cierto punto y un guión que pronto pasa de lo ágil y llamativo a lo rebuscado e intrascendente convierten a ‘Ahora me ves…’ en un fast food cinematográfico que promete mucho, por un rato consigue la ilusión de poder dártelo, pero acaba viniéndose abajo de mala manera. Para ver y olvidar al momento, como cualquier número de magia de baratillo.
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