Durante una de las escenas que conforman este magnífico drama que es 'Agosto' ('August: OSage County', John Wells, 2013), el personaje interpretado por Julianne Nicholson —una espléndida actriz a la que hemos podido ver recientemente en la no menos espléndida serie de Showtime 'Masters of Sex'— dice, más o menos, que ha dejado de creer en eso de "somos hermanas" cuando las relaciones de consanguinidad no son más que el fruto casual de unas células uniéndose a otras, una afirmación que va en la misma tónica que esa frase hecha de "la familia es la que te toca, a tus amigos los eliges".
Sin ser de una hondura insondable, esta reflexión acerca de la familia, de lo que hemos de soportar en un momento u otro de nuestras existencias debido a esos invisibles "lazos" que unen a padres e hijos y de cómo algunos progenitores abusan de la posición de poder que le confieren para hacer y deshacer casi a su antojo en la vida de sus vástagos es la que, sobre todo, se encuentra en el sustrato básico de ese premio Pulitzer que es la obra de teatro de Tracy Letts; una obra que la propia escritora el propio escritor adapta para esta segunda cinta de John Wells en la gran pantalla tras la correcta 'The Company Men' (id, 2010 y que, revestida de un carácter soberbio y de ser los Oscars premios de justicia, debería suponer el cuarto premio de la academia para Meryl Streep por mucho que todavía esté fresco en la memoria el que la magnífica actriz se ganó a pulso con su encarnación de Margaret Thatcher.
Junto a ella, otra más que merecida estatuilla debería ir a parar al hogar de una Julia Roberts que planta cara a su veterana compañera de reparto y consigue, por momentos, superar lo que la protagonista de 'La decisión de Sophie' ('Sophie's Choice', Alan J. Pakula, 1982) logra de forma ineludible cada vez que se pone delante de la cámara. Sin querer menospreciar a una por alabar demasiado a la otra, lo que si resulta más que evidente es que el peso del gran reparto que Wells ha renuido de nuevo para su cinta recae en un altísimo porcentaje en los crudísimos y rudos intercambios de frases demoledoras que ambas actrices se espetan desde esas dos caras de la misma moneda que son el amor y el odio.
Junto a ellas, los Cooper, Cumberbatch, Lewis, McGregor, Martindale y Mulroney —la aparición de Sam Shepard es magnífica, pero casi testimonial— defienden con maestría y la suficiente holgura unos papeles que una y otra vez son merendados por la presencia de cualquiera de las dos protagonistas, una madre y una hija que, tras el funeral del marido y padre, deberán hacer frente a la precaria situación emocional que las une mientras la familia se va hundiendo por un flanco u otro a su alrededor.
El preciso y terrible análisis que Letts hace de la unidad familiar —y cabría aquí destacar la universalidad del tratamiento que se hace de la misma, para nada focalizado en las idiosincrasias yanquis— y la dureza verbal de muchas casi todas las secuencias sirve a Wells para tomar una decisión brillante de cara al discurso narrativo de la cinta, y esa no es otra que posicionarse en el opuesto del espectro, sosegando su dirección en aras de que los dardos envenenados que salen de boca de los personajes de madre e hija revistan una carga emocional aún más arrolladora, consiguiendo el cineasta que a la platea terminen doliéndole como si de algo personal se trataran.
La precisión del trabajo del realizador y la contundencia con la que rueda ciertas secuencias es de tal envergadura, que los 121 minutos de metraje se pasan en un suspiro, consiguiendo 'Agosto' convertirse de forma completamente inusitada en una de las producciones más "entretenidas" que he tenido la oportunidad de ver en el cine en los últimos tiempos. A tenor de las sensaciones que se viven en la sala, que pasan por todo un amplio rango de sentimientos en lo que a los personajes de Streep y Roberts compete —sentimientos que van de la repulsa a la lástima, recorriendo todas las posibilidades intermedias y haciendo parada obligatoria en la comprensión—, el reclamar para ambas todo tipo de laureles es algo que resulta más que obligado. Vayan pues desde aquí mis inservibles votos para dos mujeres que hacen que la tierra tiemble, el cielo se abra y que el espectador se crea a pie juntillas que lo que se está viviendo proyectado en el blanco lienzo de la sala es simple y llanamente una historia real.
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