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Agnès Varda, sus 'Caras y lugares' y la juventud a los 90 años

Estamos a puntito de empezar nueva temporada cinematográfica, lo que nos obliga a hacer balance y a recordar lo mejor que hemos visto en la que se termina. Uno de esos títulos que han hecho que fueran unos meses emocionantes cinematográficamente hablando fue 'Caras y lugares' ('Visages, villages', 20017) co-dirigido por la cineasta Agnès Varda y el fotógrafo francés JR.

Comenzó a conquistar corazones tras su premiere mundial en el Festival de Cine de Cannes 2017. Y desde entonces, ha acumulado premios de todos los gremios y sindicatos estadounidenses y de varios festivales internacionales, además de una nominación al Oscar al Mejor Documental y un Oscar Honorífico para Varda, convertida en la primera mujer cineasta en recibir uno.

El último trabajo de esta leyenda viva del cine francés es una de las películas más joviales, emotivas y brillantes de los últimos años. La road-trip de una anciana de 90 años y un joven fotógrafo de 35 por la Francia profunda. Una amistad promovida por la creatividad, el respeto y que demuestra que la juventud tiene bien poco que ver con la edad. Un viaje humano y único.

Pero, ¿qué podíamos esperar de -como dice Andrea G. Bermejo en su estupendo reportaje sobre Varda en Cinemanía- la inventora de la Nouvelle Vague? Incansable y en constante búsqueda y experimentación de la narrativa cinematográfica, sobre todo, en el género documental, Agnès Varda crea un lenguaje propio, único, divertido y emotivo en cada una de sus películas, y en 'Caras y lugares' une su energía a la de JR, capaz de hacer hablar las poblaciones más olvidadas a través de muros gigantes.

Así que, ¡celebremos! Celebremos a esa leyenda del cine francés y pionera del cine feminista que es Agnès Varda, que aunque la historia tal y como la conocemos, la mantuvo un poco a la sombra de sus coétaneos por haber nacido mujer, es uno de los pilares findamentales de aquel movimiento cinematográfico francés que cambió la forma de entender el cine.

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La inventora de la Nouvelle Vague

Mientras los jóvenes François Truffaut, Jean-Luc Godard o Alain Resnais estaban encerrados en salas de cine y debatían, reflexionaban y escribían sobre el arte cinematográfico,** Agnès Varda** estudiaba literatura, pasó un verano trabajando remendando redes de pescadores, trabajó de fotógrafa en las Galerías Lafayette y más tarde, para la Compañía Nacional de Teatro junto a su amigo Jean Vilar, así como en el Festival de Teatro de Avignon.

Su pasión por la fotografía, la llevó a querer experimentar con la fotografía en movimiento: el cine, aunque confesó que, por aquel entonces, no era muy cinéfila y que no habría visto más de 20 películas a sus 25 años. Así nació 'La Pointe Courte', su primer largometraje, rodado en Sète, la ciudad pesquera francesa en la que vivió durante la Segunda Guerra Mundial con su familia.

'La Pointe Courte' se rodó en 1955, tres años antes de la que se considera la primera película de la Nouvelle Vague, 'El bello Sergio' ('Le beau Serge', 1958, Claude Chabrol). Por suerte, en los últimos años, la ópera prima de Varda, comienza a tener el crédito que se merece como la primera gran impulsora del nacimiento del famoso movimiento cinematográfico.

Desde ese momento, lo demás es historia. Se trasladaría a París y en 1958 conocería a Jacques Demy, el director rara avis de la Nouvelle Vague, con quién compartiría su vida hasta la muerte de él a principios de los 90. Mientras sus colegas Truffaut, Godard, Resnais o Chris Marker hacían historia, su figura se quedó en la sombra, hasta el punto de que encontraba muchas dificultades para encontrar financiación para sus películas.

Incluso después de ganar la Palma de Oro en Cannes por la maravillosa 'Cléo de 5 a 7' (1961), el seguimiento a una cantante mientras espera los resultados de unos análisis médicos que podrían revelarle una grave enfermedad. Una espera angustiosa que sucede casi a tiempo real en la que paseamos por el París de Varda y conocemos, en primera mano, los estados de ánimo por los que pasa el personaje de Cléo - interpretada por la actriz Corinne Marchand-.

Experimentando con la realidad

Por su forma de entender el arte cinematográfica, si tuviéramos que clasificar el estilo de cine de Agnès Varda lo incluiríamos en el grupo conocido como el de los cineastas de la Rive Gauche de la Nouvelle Vague -al que pertenecían Chris Marker, Alain Resnais o Marguerite Duras-, cuyas obras se caracterizaban por tener una influencia literaria más fuerte así como un carácter mucho más experimental.

Y quizá por la falta de presupuesto, Varda comenzó a jugar con el cine documental, por lo que su filmografía es variadísima y rica en cuanto a formas de experimentar con la narrativa: documentales que parecen ficción y ficción que parece documental. Y todo su trabajo siempre aderezado con un sentido del humor muy especial y con un punto en común: dar voz al marginado social, a las figuras y héroes ocultos de la socidad, ya sean vagabundos, pescadores, carteros, mujeres, agricultores, y un largo etcétera.

Casi siempre narrados por ella misma, que busca, descubre e investiga sobre los personajes y las vidas que le interesan, su cine documental es único y especial y películas como 'Los espigadores y la espigadora' ('Les glaneurs et la glaneuse', 2000), 'Daguerréotypes' (1976), 'Las playas de Agnès' (Les plages d'Agnès', 2008) y ahora, 'Caras y lugares', nos dejan más que claro que estamos frente a una de las mejores cineastas de la historia del cine.

Dando vida a los muros muertos

Es, precisamente, gracias a su último trabajo, 'Caras y lugares', co-dirigido con el artista y fotógrafo francés JR, por el que parece que Agnès Varda ha empezado a recibir, por fin, el estatus de leyenda viva del cine internacional y referente de la Nouvelle Vague. Un trabajo que ha viajado por todo el mundo, emocionando corazones y cosechando premios.

En la película, Agnès decide emprender un viaje por la Francia rural con JR, casi 60 años menor y con el que se apunta a un bombardeo. Juntos, visitarán pequeños pueblos franceses, fábricas, granjas y lugares recónditos y familiares para Varda para conocer a sus gentes, encontrar su bondad y dar luz y voz a su felicidad. El resultado es un documental con cierto aire nostálgico y divertido sobre la alegría de vivir.

Casi en forma de episodios que se corresponden con cada lugar que visitan, Agnès y JR se encargan de fotografiar y plasmar en muros gigantes a los habitantes de los pueblos que recorren convirtiéndolos en protagonistas de la historia, mostrándonos sus vidas y convirtiendo lugares olvidados en impresionantes obras de arte con rostro y nombre. Un viaje gozoso que triplica su encanto gracias a la química entre Varda y JR, una química juguetona y entrañable.

Esto es sólo una pequeña parte de lo que es el trabajo de Agnès Varda, quien, a los 90 años aún sigue en activo y combina su faceta de artista y fotógrafa -ha expuesto en varias salas de exposición y museos de todo el mundo sus instalaciones-, con la de directora. Sin ir más lejos, el pasado mes de enero nos enterábamos de que ya trabajaba en su nueva película: un nuevo documental que co-dirigirá con Didier Rouget entre París, Los Angeles y Beijing.

¡Te amamos, Varda!

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