‘¡Agáchate, maldito‘ (‘Giù la testa’, 1971) supone la segunda fábula de Sergio Leone en su trilogía sobre América tras la impresionante ‘Hasta que llegó su hora’ (‘C’era una volta il West’, 1968) y completada en 1983 con ‘Érase una vez en América’ (‘Once Upon a Time in America’). Desde antes de iniciar la filmación del film protagonizado por Charles Bronson, Leone ya tenía la intención de adaptar la novela ‘The Hoods’, que irónicamente fue su última película dirigida, y el presente film no entraba ni de lejos en los planes del director. Intentó evitar el dirigirla por todos los medios ofreciendo primero su realización a Peter Bogdanovich, a quien admiraba por dos razones: su ópera prima ‘El héroe anda suelto’ (‘Targets’, 1968) y la amistad que mantenía con John Ford y Howard Hawks. Ambos realizadores no se entendieron desde el principio por lo que Bogdanovich fue despedido y Leone ofreció la dirección del film a Sam Peckinpah, más que adecuado para el proyecto.
Tras la negativa de Peckinpah el director italiano no tuvo más remedio que acceder a dirigirla, firmando la que probablemente sea su peor película desde ‘Por un puñado de dólares’ (‘Per un pugni di dollari, 1964). La magnitud del proyecto —gran presupuesto, gran cantidad de extras, enorme duración— sobrepasó los ánimos de Leone, quien aquí elevaba a la máxima potencia todo su estilo dando a veces la impresión de que nos encontramos ante una broma exagerada. No obstante, el carácter de fábula sigue latente en algunos pasajes y su segunda mitad posee una sobriedad que anula en cierto modo los excesos vistos en su primer tercio. Los mayores aciertos de ‘¡Agáchate, maldito!’ se encuentran en el guión del propio Leone, Sergio Donati y Luciano Vicenzoni, ambientado en la revolución mexicana, tan de moda en el género durante aquellos años.
Precisamente el hecho de ser una historia ambientada en la revolución hizo que Leone se plantease por primera vez la famosa trilogía, que jamás fue preparada, sino que surgió al dirigir el film. El director pretendía que ‘Hasta que llegó su hora’ y ‘¡Agáchate, maldito!’ suponían un excelente precedente temático para su proyecto más querido, ‘Érase una vez en América’. Incluso intenta que lleve por título ‘Érase una vez la revolución’ pero debido a la presión de los distribuidores, que no gustaban de dicho título lo cambia por ‘Giù la testa’, una expresión romana que viene a significar “humilla la cabeza”. Para los actores principales se vuelve a pensar lógicamente en Clint Eastwood —en aquellos años la relación entre Eastwood y Leone era poco menos que mala— pero Leone se decanta por Malcolm McDowell en el papel que acabaría haciendo James Coburn —cumpliéndose con ello el dicho de a la tercera va la vencida, pues Leone había intentado contar con él en ‘Por un puñado de dólares’ y ‘Hasta que llegó su hora‘—, y por Eli Walach en el papel que acabaría haciendo el impuesto por la United Artist Rod Steiger.
Ambos actores dan vida a personaje totalmente opuestos. Coburn es John, un experto en explosivos de pasado tormentoso —proviene de Irlanda, donde perteneció al IRA—, culto y con educación, mientras que Steiger es Juan, mezquino, analfabeto y delincuente. Leone quiso con ello darle la vuelta al mito de Pygmalion itentando que el tonto diese una lección de humanidad al listo. Así lo muestra el excelente diálogo en el que el primero intentando convencer al segundo del valor de la revolución obtiene por respuesta:
- Sé lo que digo cuando hablo de revoluciones. La gente que lee libros va a la gente que no sabe leer, la gente pobre, y dicen “tenemos que hacer un cambio”. Así que la gente pobre hace el cambio, ah?Y entonces, la gente que lee libros, siguen sentados alrededor de sus mesas, y hablan y hablan y hablan, y comen y comen y comen, eh? ¿Pero qué sucede con la gente pobre? ¡Están muertos! Esa es tu revolución. Shhh… Así que por favor, no me hables de revoluciones. ¿Y qué ocurre después? ¡Las misma jodidas cosas empiezan otra vez!
Ambos personajes y su relación tienen ecos de Peckinpah y en la película es un precedente de temas mejor desarrolados en su siguiente film. La amistad traicionada o el paso del tiempo, y que corresponden al pasado de John, visto en eternos flashbacks, que rememoran el cine de John Ford, pero a todas luces excesivos y algo ridículos, como es el caso del último flashback en el que se completa la visión del pasado de John, dando a entender que la traición sufrida en Irlanda pudo ser debida a celos amorosos, algo que enlaza directamente con uno de los temas predilectos de Leone: la mujer como un problema. Pero esto es simplemente una pincelada en una película de dos horas y media —el montaje inicial fue de cuatro y media— que tarda bastante en arrancar y remonta el vuelo en su segunda mitad, mucho más seria que la primera.
El primer plano de la película parece una parodia del inico de ‘Grupo salvaje’ (‘The Wild Bunch’, Sam Peckinpah, 1969) en el que unos niños jugueteaban sádicamente con un escorpión y hormigas. Aquí una colonia de hormigas es arrasada por una meada, que no es otro que Juan haciendo sus necesidades mientras espera la diligencia. El carácter paródico continúa dentro de la diligencia en la que Leone describe a la clase rica de la forma más vulgar posible y cargando las tintas. Primeros planos desesperantes, música machacona —el gran Ennio Morricone, sin hacer un mal trabajo, no está a la altura de sus otras colaboraciones con Leone— y la dilatación del tiempo hasta extremos inimaginables bañan dicha secuencia, que sólo sirve para presentar a Juan y su banda, casi toda formada por sus hijos. Un humor zafio y de escaso gusto es lo que parece poseer Leone en esos instantes, mejorando un poco en ese aspecto cuando entra en escena John (Coburn) y debido a un carácter totalmente opuesto al de Juan.
La presencia de James Coburn —que participó en la película por recomendación de Heny Fonda— mejor bastante el film, que durante sus primeros veinte minutos soportan la histriónica composición de Rod Steiger, a quien Leone tuvo que soportarle muchos caprichos sin ser capaz de controlarle en sus tics interpretativos, bien visibles en el film. Coburn realiza una hierática composición, llena de matices y profundidad, en las antípodas de lo que Steiger ofrece y su personaje es más atractivo y agradecido. La relación de ambos personajes está bien desarrollada, a pesar de cierta elipsis abruptas, y los actores demuestran cierto entendimiento aunque Steiger resulte a ratos insoportable. Al lado de ellos destaca el secundario Romolo Valli dando vida a un doctor simpatizante de la revolución y que termina traicionando a sus compatriotras debido a que es torturado.
En su segunda mitad ya metidos de lleno en la revolución, ‘¡Agáchate, maldito!’ se vuelve más seria, deja de lado la comedia entrando de lleno en el drama, la acción y la aventura. Escenas como la del puente, con el posterior descubrimiento de una matanza, o todo el tiroteo final poseen la fuerza del mejor Leone. Cierta épica aparece en las escenas de acción finales, en las que el eco de ‘Tres hombres malos’ (‘Three Bad Men’, John Ford, 1926) está presente en el destino de John, mientras que imágenes como las de Juan portando una gran ametralladora que porta a pie disparando sobre el enemigo se quedan grabadas en la memoria, y tuvieron su influencia en ciertas cintas bélicas de los años 80 muy del gusto popular.
La película no fue muy bien recibida en Italia aunque fue un bombazo en España y Francia, donde llevó el título tan ansiado por su director. En Estados Unidos decidieron titularla ‘Duck You, Sucker’ convencido Leone de que era una expresión típicamente yanqui. El film fracasó estrepitosamente y James Coburn le echó la culpa al título. Doce años tardaría Leone en volver a dirigir —aunque dirigó partes de ‘Mi nombre es ninguno’ (‘Il mio nome è Nessuno’, Tonino Valerri, 1973) y ‘El genio’ (‘Un genio, due compari, un pollo’, Damiano Damiani, 1975)— pero la espera merecería mucho la pena.
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