Ricky Gervais nos sorprendió el año pasado con ‘After Life’, una serie con un tono melancólico que nos contaba cómo su protagonista lidiaba con todo el dolor emocional que sufría tras la muerte de su esposa. No faltaban detalles más humorísticos, pero sus seis primeros episodios estaban marcados por las dificultades de Tony, el personaje interpretado por el propio Gervais, no ya para ver la luz al final del camino, sino simplemente para creer que pudiera existir.
En esos seis episodios ya veíamos una evolución, porque es cierto que seguía viendo la felicidad como algo imposible, pero al menos Tony empezaba a cambiar su actitud hacia los demás. En la segunda tanda de episodios estrenada por Netflix este pasado 24 de abril se vuelve a incidir en ello, indagando en las dificultades de Tony para dar un paso adelante en su vida. Son seis episodios algo más luminosos -al menos inicialmente, luego todo se complica- e igual de estimulantes que los de la primera temporada.
Adaptándose a su ritmo
Esta segunda temporada mantiene ese apuesta de mostrar a Tony como alguien más cercano, demostrando su empatía por los demás sin poder evitarlo. El problema es que ese gran vacío interno que arrastra sigue comiéndole por dentro e incluso considera inmerecido que el resto de personas puedan ser amables con él. Es como si estuviera esperando simplemente que todo se fuese a la mierda, donde ha encontrado una delicada comodidad que le permite sobrellevar el día a día.
Quizá por ello está segunda temporada da la sensación de diversificar un poco más su atención en otros personajes, desde el jefe del protagonista que tiene un terapeuta de lo más habitual -parece que Gervais busca cierta fuga humorística por ese lado pero tiende a resultar demasiado excesivo, consiguiendo así un contraste que no le termina de funcionar del todo bien- hasta los problemas personales de una de sus compañeras de trabajo.
Todo ello permite a su vez ir incidiendo en el lado más compasivo del protagonista -no hay más que ver la diferencia en el trato hacia una anciana que ya pasa de todo y otra que se siente sola-, pero en todo momento sabemos que no es feliz y va a recibir más motivos para seguir así. Ahí es donde Gervais consigue el equilibrio necesario para que entendamos el estado exacto de Tony, resultando especialmente vital su relación con la enfermera de la residencia de su padre interpretada por Ashley Jensen.
La encrucijada de Tony
Es ahí donde Gervais encuentra el gran eje dramático de esta temporada, pues es donde tiene la oportunidad de abordar de forma más directa el estado de su personaje. Incapaz de superar la pérdida de su esposa, sí que encuentra algo parecido a la felicidad cuando está con ella. Sobre el papel, sería la solución perfecta para que Tony diese un paso hacia la normalidad, pero ‘After Life’ no es una serie que vaya hacia lo fácil y opta por poner a su protagonista en una encrucijada.
Resolver esa encrucijada es el principal objetivo de esta segunda temporada de ‘After Life’, pero Gervais no está interesado en ponerle las cosas fáciles a Tony. Eso quizá sería más reconfortante para el público que busque una propuesta más manejable, pero no estamos ante ese tipo de serie. Aquí lo que sí se percibe es que Gervais ha depurado algo mejor su forma de manejar los elementos más sensibles de una serie dramática. Se le sigue viendo venir, pero el factor manipulación está más difuminado.
De hecho, los golpes de la vida que recibe el protagonista se sienten como algo natural y también la progresión emocional del personaje. Gervais incluso se muestra mucho más acertado que en otras ocasiones cuando aborda otro tipo de temas como el trato hacia la comunidad LGTBIQ. Se pierde un poco en alguna salida de tono como lo que mencionaba antes sobre el terapeuta pero en líneas generales se siente orgánico y satisfactorio. Tanto es así que si la serie no pasara de esta segunda temporada, no tendría ninguna pega, aunque Gervais ya ha comentado que en esta ocasión no descarta hacer una tercera.
En resumidas cuentas
‘After Life’ ha regresado con una segunda temporada que mantiene las virtudes de la primera sin ser una simple repetición. Gervais sigue explorando cómo su personaje lidia con la depresión pero de una forma medida y que se siente natural pese a cometer algunos errores por el camino. La clave está en saber si realmente hay un rayo de esperanza al que Tony pueda agarrarse o si su lucha diaria está condenada a acabar en derrota.
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