No son muchos los directores dispuestos a salir de su zona de confort, o al menos que tengan la oportunidad para hacerlo y decidan aprovecharla. Llevando eso al cine español, se me ocurren muy pocos casos de cineastas que entren dentro de ese grupo, aún menos si pienso en realizadores contemporáneos. A fin de cuentas, si eres muy bueno haciendo algo, ¿para qué arriesgarte a meter la pata hasta el fondo en algo con lo que quizá no sepas estar a la altura?
A mi entender, Pablo Berger es uno de esos raros casos. Debutó con la muy estimable ‘Torremolinos 73’ y luego tuvieron que pasar casi diez años hasta que estrenó su segundo largometraje. Es cierto que ‘Blancanieves’ basaba mucho su estética en el cine mudo, pero también que era una película excelente. Ahora se desmarca con ‘Abracadabra’, una cinta en la que había muchas cosas que podían haber salido fatal, pero el resultado es fascinante pese a su evidente imperfección.
Un cóctel muy peculiar
La crónica negra es algo por lo que siempre he sentido cierta fascinación, tampoco diré nunca que no a una buena comedia y la idea de jugar con elementos propios de diversos géneros -desde el cine fantástico hasta el drama- suena apetecible, ¿pero y hacerlo todo en una misma película y que encaje con las necesidades del relato? Ése era el gran reto de Berger con ‘Abracadabra’.
El escenario planteado no tarda en jugar principalmente con la comedia costumbrista y el toque fantástico. Lo primero funciona mejor cuando el guion del propio Berger se muestra algo más comedido, ya que a lo largo de ‘Abracadabra’ hay varias escenas en las que abraza el exceso con resultados discutibles. Y es que es cierto que en el universo planteado por la película tienen cabida ese tipo de personajes, pero también que desequilibran la película.
Soy consciente de la finalidad cómica de esas escenas, pero es que hay situaciones que parecen salidas de la nada con la intención de arrancar algunas risas al espectador. No todas son negativas, pues Josep María Pou sí que logra dar con el tono adecuado para que su personaje encaje, pero Julián Villagrán está demasiado desatado y el cameo de Ramón Barea casi parece más algo en la línea de ese humor para cuñados tan en boga durante los últimos años.
Un reparto implicado
Salvado ese pero, que no dejan de ser momentos puntuales, lo que nos queda es un delicado ejercicio de equilibrismo que prácticamente en todo momento amenaza con venirse abajo sin que nunca llegue a producirse. Resulta increíble la capacidad de Berger para pasar de lo completamente dramático a lo cómico o incluso jugar con ambos elementos en una misma escena y que todo cuadre.
Para lograrlo tiene como principales cómplices a su reparto, donde a priori llamaba mucho la atención del cómico José Mota. Su personaje es además el punto de encuentro esencial entre el día a día madrileño y ese elemento fantástico que marca el verdadero inicio del relato. Decir que es su mejor interpretación hasta ahora quizá no os diga mucho, pero lo cierto es que Berger sabe manejar sus virtudes para que realmente aporten al conjunto en lugar de convertirlo en un simple mecanismo narrativo.
Sin embargo, las verdaderas estrellas de la función son Antonio de la Torre y Maribel Verdú. El primero cuenta con un personaje muy cambiante para el que quizá hubiera sido preferible otro intérprete, pero él salva muy bien ambas vertientes y es cierto que también es inevitable transmitir sensación de extrañeza. Por su parte, Verdú está impecable, notándose la buena dinámica que tiene con Berger y que ha entendido a las mil maravillas lo que la película requería de ella.
‘Abracadabra’ merece la pena
Eso sí, el que tenía que hacer realidad su visión era el propio Berger desde la puesta en escena y ahí ya encontramos elementos que delatan que no quería hacer una película al uso. Por ejemplo, el trabajo de ambientación y vestuario nos hace pensar en que aún ni hemos llegado al siglo XXI cuando hay otros aspectos que dejan claro que así es. Solo con ese detalle ya deja claras sus intenciones de no querer hacer una simple comedia y eso es algo que pronto se transforma a la propia evolución argumental.
Comentaba más atrás mi interés por la crónica negra, algo que en ‘Abracadabra’ va ganando importancia hasta resultar decisivo en su tramo final. No obstante, lo hace con una sensibilidad peculiar, capaz de desconcertarnos con un aspecto clave de la enfermedad que sufre cierto personaje, pero también de ir marcando el rumbo con gran claridad hasta llegar a un desenlace que en otras manos podría haber resultado ridículo. Aquí no porque ya nos había preparado para esos giros en el tono que la convierten en una cinta única dentro del último cine español.
Calificarla de mágica por hacer la gracia con su título sería un error, pero sí que ‘Abracadabra’ es una película especial porque se arriesga mucho más que la mayoría. Podía haber sido tranquilamente una comedia chorra, algo que sigue siendo en el fondo de su corazón, pero es mucho más que eso. ¿Te ríes? Yo unas cuantas veces, pero lo que realmente me conquistó es el tacto que tiene para abordar temas muy complejos y para a aunar tantos ingredientes sin acabar sirviéndonos algo incomestible.
En definitiva, ‘Abracadabra’ es una de las películas españolas más estimulantes de los últimos tiempos. Es verdad que tiene ciertos fallos y que nunca llega a ser redonda del todo, pero posee una cualidad hipnótica como resultado de un tono a caballo entre lo cómico, lo dramático y lo fantástico que nunca rompe, y no será por situaciones que podrían haberlo hecho. Luego gustará más o menos, pero merece la pena darle una oportunidad.
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