‘53 días de invierno’ ha competido en la sección oficial de la XII edición del Festival de Cine Español de Toulouse que se celebró del 28 de Septiembre al 7 de Octubre. A partir del 26 de octubre se podrá ver en nuestras pantallas.
Con guión de Gemma Ventura, Judith Colell nos narra el drama de tres personajes de edades y situaciones sociales muy diferentes: un guardia de seguridad nocturno que se desmorona ante la perspectiva de tener gemelos, pues los ingresos ya le llegaban a duras penas a él y a su mujer para mantenerse con un solo niño; una joven violoncellista que soporta la depresión de su madre evadiéndose en una relación con un hombre mayor, y una profesora de instituto que regresa a las clases aterrada, tras pasar un año de baja por agresión.
Lo que más destaca de esta película es la elegancia con la que está filmada. La estética tan publicitaria de los encuadres de Colell queda evidenciada por la productora que se ha encargado de llevar a cabo el film: Ovideo, que se dedica a rodar spots. Planos amplios sostenidos durante largo rato, movimientos de cámara que juegan a desencuadrar a los personajes, cuidado extremo en los espacios retratados, etc…
Gracias a diálogos bien escritos y a personajes con suficiente construcción, los intérpretes hacen un buen trabajo. La dobladora y actriz Mercedes Sampietro, que abre y cierra el film, es quizá quien más destaca como consecuencia de su inquietante corrección; seguida de la joven Aina Clotet, que, además de interpretar su personaje con convicción, es la más entrañable del elenco. Alex Brendemühl, el tercero es discordia, está mejor que en cualquiera de sus trabajos anteriores, donde demostraba ser uno de los intérpretes más fríos de nuestro país, pero tampoco aquí termina de ser un actor carismático. María Pau Pigem, Montserrat Salvador, Silvia Munt, Joaquim de Almeida, Celso Bugallo y Abel Folk completan el reparto al mismo nivel interpretativo que los mencionados con mayor detalle.
A pesar de que existe una frialdad y una distancia considerables en el film, algunas de las emociones se consiguen contagiar a quienes estamos al otro lado de la pantalla. Las situaciones, aunque no pasan de anecdóticas, no son totalmente despreciables y tampoco podemos quejarnos de que los conflictos tarden en plantearse o de que lo que se cuenta se quede detenido en el tiempo a lo largo de los 91 minutos de su exageradamente paralelizado montaje.
Por lo tanto, no se podría decir que la película sea mala o que tenga ningún defecto concreto. Sin embargo, la directora elige contarnos sus tres historias de manera muy pausada y lenta. Y esto, a pesar de no ser un fallo por falta de ritmo en el guión ni en el montaje, sino una elección estética, tiene la inevitable consecuencia de convertir el film en aburrido.
Quizá los momentos más bajos de '53 días de invierno' son aquellos en los que los personajes escuchan en la radio historias de seres que se sienten tan solos como ellos mismos. Estos testimonios no sólo son innecesarios para que sintamos la soledad de los personajes, sino que, además, son demasiado obvios y literales. Y componen los instantes más soporíferos de todo el largometraje. También encuentro superfluos los carteles que anuncian el día que comienza, ya que, además, se trata de un recurso muy manido. Pero son detalles mínimos dentro de la globalidad del film.
Tras ‘Nosotras’, Judith Colell hace un ejercicio más estético que narrativo que se queda quizá algo corto en su intento de transmitir sensaciones, de envolvernos en historias con las que podríamos identificarnos, debido a que son tan cotidianas como lo que cualquiera podemos vivir. No por ello, sin embargo, el film resulta despreciable, ya que en él no se pueden hallar aspectos fallidos, sino una deliberada voluntad por sumergirnos en un ritmo excesivamente lento para algunos gustos, pero probablemente, sostenible para otras sensibilidades.
En Blogdecine: Finaliza el rodaje de ‘53 días de invierno’