‘13 (Tzameti)’, entre el “polar” de los años sesenta y un film de estudiante

El 26 de enero se estrena ‘13 (Tzameti)’ (2005), de Géla Babluani. El trailer se puede ver aquí.

Sébastien es un joven de 22 años que se gana la vida como puede. Trabaja como obrero en una casa cuyo propietario muere repentinamente de sobredosis. Antes de su muerte, el dueño de la casa había recibido un misterioso sobre con un billete de tren y unas instrucciones. Por las conversaciones de la viuda con otros hombres, Sébastien adivina que se trata de un negocio interesante, así que decide tomar ese tren para ganar el dinero que el fallecido ya no podrá obtener. Poco a poco irá recibiendo pistas que le conduzcan a un lugar en el que no sabe qué va a ocurrirle.

La película tiene mucho de film de estudiante, expresión que aquí —al contrario que en EE. UU.— no se suele manejar, pero que no deja dudas sobre lo que indica: un film que se rueda como proyecto fin de carrera, como tesis o nada más terminar los estudios en cine. No significa que sea un mal producto, pues puede tener una serie de ventajas con respecto a aquellas realizadas con más experiencia y arropadas por todo un aparato de producción, pero sí que tiene detalles muy característicos de alguien que comienza. Suelen ser películas frescas, pero también llenas de ambiciones o, en ocasiones, de demasiadas ínfulas. Por otro lado, pueden ser más perfectas que otras al haberse realizado bajo la supervisión de profesores y con sumo cuidado y preparación.

El saber que el director tenía 26 años cuando realizó el film no es lo que me impulsa a sacar esta conclusión, pues desconocía el dato mientras lo veía, pero era fácil imaginarse que se trataba de una persona joven. Entre las características de cine de estudiante estaría el argumento de ‘13 (Tzameti)’, apropiado para un público joven y muy similar a los que se utilizan en cortometrajes. Por aquí vendría el otro rasgo que denota que el director está comenzando: toda la película tiene aire de corto estirado. Sin embargo, no sé si de manera casual o por sus habilidades como director, Géla Babluani ha conseguido que lo que le ayuda a convertirlo en largometraje sea lo más interesante de su primer trabajo. Además de introducir subtramas que le dan entidad, lo que hace el cineasta es alargar los preliminares.

Y es, precisamente, durante esa presentación tan extendida cuando logra escenas verdaderamente interesantes que podrían haber firmado Louis Malle, Jean-Pierre Melville o algún otro maestro del polar francés. Los rostros de los personajes que persiguen o espían a nuestro protagonista durante su extraño viaje, las situaciones enigmáticas, el tempo pausado, el personaje principal indiferente y casi mudo y la fotografía en un blanco y negro tan contrastado… hacen que nos creamos ante un film policiaco francés de los años cincuenta o sesenta.

También hay que decir que estos momentos intrigantes, rodados con suma parsimonia, se disfrutan si se desconoce por completo a dónde se dirige Sébastien, pues se ven con curiosidad. Pero supongo que serán tediosos para quien ya sepa qué se va a encontrar el protagonista y por lo tanto, contemple el periplo como una espera. Así que, si tenéis la suerte de no saberlo aún, mejor que no leáis otras fuentes que os lo puedan desvelar.

Cuando Sébastien alcanza su destino y tanto él como los espectadores conocemos lo que le depara ese negocio, se introducen nuevas claves. Ya no nos preguntamos qué tiene entre manos, sino que sentimos un desasosiego diferente. Es en este momento cuando la excusa argumental suena a película de estudiante, a cortometraje o a film diseñado para un público joven. Aún así, las escenas tienen una gran fuerza visual y el retrato de los pintorescos personajes secundarios está muy logrado.

En general se podría decir que es una película más interesante o curiosa que buena. Actualmente Géla Babluani, nacido en Georgia, prepara el remake americano —en color y con un presupuesto que ronda los 20 millones de dólares— y presenta en Sundance su segunda película, ‘La herencia’ (‘L'Héritage’, 2006). Es muy probable que estas características que convertían la película de blanco y negro en un producto singular, se pierdan en la nueva realización.

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